PRESENTED TO
THE LIBRARY
BY
PROFESSOR MILTON A. BUCHANAN
OF THE
DEPARTMENT OF ITALIAN AND SPANISH
1906-1946
EICARDÜ MONNER SANS
C. da lí RmI Acad«mra da U Hislori»
PERROLOGÍA
EL PERIrO a través DEL DICCIONARIO
I
Y DEL REFRANERO
Hdjíanidades, tomo V, págiuas 49 a 214
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BUENOS AIKES
J MPRENXX T CASA EDITORA « CONI »
684, PERÚ, 684
I 1923
C. *e U Ufa! Acaíemia de U Hiil< ' "^
PERROLOGÍA
EL PERRO A TRAVÉS DEL DICCIONARIO
Y DEL REFRANERO
HuMASiDAUES, tomo V, páginas 49 a 214
490,^17
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BUENOS AHÍKS ^
IMPHKNTA Y CASA EDITORA «CONI
684, PERÚ, «84
1923
ALGU2ÍAS PUBLICACIONES DEL AUTOR
(ex venta)
La religión en el idioma, Buenos Aires, 1899.
Notas al castellano en la Argentina, cou prólogo del doctor Estanislao S. Ze-
ballos, 2» edición, 1917.
De gramática y de lenguaje, Madrid, 1915.
Antología Cerrantina, Buenos Aires, 1916.
Antología escolar Hispanoargentina, Buenos Aires, 1920.
Asnología (vocabulario y refranero), Buenos Aires, 1921.
FA lujo y los afeites (disertación en el Instituto popular de conferencias),
folleto, Buenos Aires, 1922.
OTRAS PCBLTCACIONES RECIENTES
Caiallerescas (un tomo de poesías). Rossi, editor, Buenos Aires, 1923.
Disparates usuales en la conversación diaria (libro de divulgación popular).
Rossi, editor, Buenos Aires, 1923.
PERROLOGIA
EL PERRO A TRAVÉS DEL DICCIONARIO Y DEL REFRANERO
INTEODÜCCIÓÍÍ
La raza canina ha contribuido, sin propo-
nérselo, a embellecer la historia, la leyenda
y a poesía, cosa que no han logrado muchos
historiadores y poetas a pesar de habérselo
propuesto.
Miguel de Castro.
Que para tal empeño,
I» obra es grande y el autor pequeño.
E. M. Villegas, Eróticas.
Mucho me temo, lector benévolo o intransigente, que después
de compilado minuciosamente el material de esta obrecilla, y de
trajearlo lo mejor que supe con las galas de nuestro sin rival
lenguaje, me digas lo que a Sancho don Quijote, en el capítulo
XXII de la segunda parte de su libro inmortal : « Hay algunos
que se cansan en saber y averiguar cosas que, después de sabi-
das y averiguadas, no importan un ardite al entendimiento ni a
la memoria » ; pero, te lo confieso a fuer de cristiano viejo, al ver
que el perro se encuentra en el Cielo, con tres constelaciones;
en el Infierno, con una guardia mitológicamente inmortal ; en la
Tierra y en los mares con variedades infinitas, no pude resistir
al deseo de estudiar a este animal que fué el primer auxiliar del
hombre cuando en los tiempos primitivos la caza constituía su
principal sino su único medio de subsistencia ; que se convirtió
más tarde en el mejor de sus servidores, cuando se hizo pastor;
y que, por último, fué el escucha de su vivienda ya levantada,
_ 4 —
al emprender, espoleado por la necesidad, las faenas agrícolas.
Si el delicado Cetina, imitando a Ovidio, cantó la pulga ; si
Baltasar del Alcázar ensalzó a los ratones : si el cronista Luis
de Ávila ponderó a la araña; si Pedro Mexía entonó cantares
al asno ; si el célebre don Diego Hurtado de Mendoza alabó la
zanahoria : si Agustín de Eojas escribió dos loas, una en honra
de la mosca, recordando tal vez a Luciano, y otra a la del puerco
— dicho sea con perdón; — si Lope de Vega escribió su célebre
Gatomaquia; si Villaviciosa nos deleitó con su Mosquea, y con
sus Perromaquias. Xieto de Molina y Pisón de Vargas, esto sin
salimos del solariego hogar, no ha de sorprenderte que huyendo
de dogmatismos y recordando que
una de las locuras de este mundo
es ésta de querer hablar profundo,
como reza el entremés Los amantes a obscuras, haya honestado
escasas ociosidades averiguando cómo, después de pavonearse
por las literaturas antiguas, se coló el perro de rondón en el
suntuoso alcázar de nuestro opulento romance, dejando en él
huellas proftmdas de su llegada y de sus paseos, por los frondo-
sos bosques que rodean la señorial mansión.
Ya que el padre Sbarbi, a quien como conocedor de nuestro
idioma, toda alabanza le viene estrecha, en uno de sus sabrosí-
simos artículos, titulado Apuntes Mstórico-anecdótico-hihUográfi-
co-filológico-felinos, publicado en 1882 bajo el pseudónimo de
« El doctor Marañen y Uate », reunió — he tenido la paciencia
de contarlos — 9G refranes, proverbios o frases en que entró la
voz gato, no ha de maravillarte, quiero creer, el que, con menos
talento que él, me haya preocupado durante una serie de años
en recoger frases, proverbios o refranes en que entren las voces
can o perro, y cuantas palabras de ambas se deriven, con lo cual
intento demostrar — y válgame el buen deseo — que cuando
el pueblo se ocupa y preocupa mucho de un ser o de un objeto,
prueba palmaria es de que este objeto o este ser tiene a sus ojos
verdadera importancia. Y si el refranero perruno reunido en
estas páginas así lo demuestra, y si además agrego extenso vo-
cabulario de palabras incorporadas al idioma gracias a la exis-
tencia de este animal compañero del hombre, presumo no habré
— 5 —
perdido del todo el tiempo; que siempre se gana paseándose
mentalmente por los verjeles perennemente encantadores de
nuestra copiosísima literatura.
A pesar de ello, recordando la anterior cita de Cervantes,
consulté la obra con un muy amigo — / avis varis ! — quien,
ante mis dudas, se limitó a recordarme estos versos de autor
anónimo, anticipándose a desfavorables juicios :
No te turbes, ni te enojes
cuando te insulten los necios ;
¿ acaso a ladrar te pones
cuando te ladra algún perro f
cuarteta que recojo como el prudente que se pone el parche
antes de que le salga el grano.
En fin, sea lo que fuere, vaya esta jauría al mercado intelec-
tual; va la trailla bien atada para que no cometa ninguna jjerrí'-
ría, y va atada con correítas de erudición, siquiera para que al
verla pasar se detengan un momento los viandantes y admiren
a la par la esbeltez de los lebreles, la corpulencia de los masti-
nes, las sedosas lanas de los falderos, o los achatados hocicos
de los perros de presa. Lucen todos su collar indicador de su
procedencia, y para que las gentes no les cobren miedo, mues-
tran los más, trocados en gomecillos, y a guisa de consejo,
refranes y proverbios que bien pueden servir de guía a los mí-
seros pecadores.
A nadie debe sorprender mi afición por este fiel compañero
del hombre, y me es grato suponer que, después de leídas las
páginas que siguen, no pocos mortales dirán conmigo : la vida
perra que voy arrastrando; las perrerías que he tenido que
aguantar desde que piso la corteza terrestre; las acciones villa-
nas, verdaderas perradas que he tenido que sufrir; el pan de
perro que algunos falsos amigos me dieron a comer; los sinsa-
bores, en una palabra, que como veneno he tenido que tragar,
no me los han proporcionado los perros, sino los hombres.
¡ Dios quiera que éstos, al hojear la presente obrecilla, no se
ensaíien contra este modesto compilador !
— 6 —
ETIMOLOGÍAS
La de la palabra can no me interesa. Ya proceda del germano
Jcwan o khican — de la raíz kun, que se transforma en Hund: —
ya del sánscrito swan; ya del latín canis, siempre hay la unidad
del sonido inicial fuerte.
La voz indogermana me parece onomatopéyica, por su seme-
janza con el sonido gutural que lanza el perro cuando está eno-
jado, voz parecida a la castellana guau, guau, que equivale a
ladrido del perro, y aun a au, au, que en euskera significa perro,
según Julio Cejador.
Este sonido gutural fuerte, representado según la diversa
fonética de distintos idiomas, por la k, la c, la li aspirada, lo en-
cuentro, no sólo en las lenguas teutonas, de la raíz anglosajona
liund (alemán, inglés, holandés, nordanés y sueco), y en las esla-
vas, del griego cuon (servocroata, búlgaro y ruso) — como opina
mi docto amigo Costa Álvarez, — sino en la misma lengua grie-
ga, en la latina y en todas sus hijas. Diré más : ya en el sáns-
crito kuJcurra, en el semita keleb y aun en el chino ku, se nota,
a mi entender, con claridad, una raíz fundamental, que siendo
bilítera podría ser ku, o trilítera kua, sonidos ambos imitativos
del ladrido del perro.
Ko quiero fatigar las prensas publicando la palabra can en
variedad de idiomas. El lector a quien esta minucia interese,
puede consultar con fruto el documentado estudio de Osear Al-
brecht, titulado : Zur Altesten Geschichte des Hundes, Munchen,
1903.
La voz perro ya reclama mayor atención, porque en ella no
cabe recurrir a la onomatopeya.
Al pretender dar con la etimología de la palabra perro, la
Real Academia, en la décimatercera edición de su Diccionario,
preguntaba : « ¿ del bajo latín canis petronins, perro de ganado,
del latín petro, carnero ? », con lo cual hacía nacer la sospecha de
que el can petronius era, simplemente, un perro de pastor. Y en
la misma edición también preguntaba, antes de definir la pala-
bra can, si no vendría del zenda vehrka, lobo. En la décima-
cuarta dice : « Perro, del latín petro rústico, con alusión al canis
petronius, perro que caza por las asperezas de los montes. »
Eduardo Ecliegaray, en su Diccionario general etimológico,
se pregunta, a su vez, si la voz no procede del bajo latín petrun-
culus canis.
Mugica, autoridad en estos asuntos, en Dialectos castellanos
escribe : « Knapp cree patrio (como sapiat, saipa, sepa) = patrio
=:^petro. Pero aquí Knapp tropieza con la voz Perfro (nótese que
no hay Pedra sino Petra), y acude a una ley morfológica france-
sa, según la cual tr = rr. Se apoya además en patula (extensa)
= patla = j;«f ra = parra. Perrín es el apellido de un autor
cómico : acaso Pedrin que dicen los muchachos en la frase « me
c... en San, Pedrin».
Glosando la opinión de Knapp, si bien con la idea de dar con
etimología mejor razonada históricamente, afirma el infatigable
Tangís Orrit que « habiendo un perro indígena en la península,
se le distinguió con el nombre A^d patrio, palabra que, sufriendo
cambios fonológicos, resultó perro (compárese, dice, con parri-
cida, del latín patricida).
Ya en otra ocasión me permití hacer notar que la ley morfo-
lógica a que se refiere Knapp, y que apadrinan en parte Mugica
y Taugis Orrit, no es imvativa del francés, pues el cambio de
pt por rr se encuentra en castellano. De pater hacemos padre,
paterno , patrimonio j parricida. En cuanto a que de Pedro hace-
mos Petra y no Pedra tampoco me parece de valor probatorio,
ya que de petra derivamos piedra y pétreo. Tanto en pétreo como
en Petra hay como un retroceso al latín, algo así como un des-
agravio ala lengua que nos suministró el primitivo. Eecuérdese
cómo de obispo derivamos epicospal; de dos, dual; de cabeza,
capital, etc., etc.
Si á.e padre, agrego aclarando la teoría, nacen patrimonio y
parricida, trocadas, como se advierte, las dr de la palabra primi-
tiva en tr y rr, ¿ puede sorprendernos que de petro, carnero, del
can petronius naciese j?6rro^ trocadas tr en rrf
Amigo de dar a cada cual lo suyo, no quiero ocultar qae Pe-
dro por perro lo encuentro empleado por Correas en las dos fra-
ses siguientes : « como Pedro por demás » y « como Pedro en
barrio ajeno», si bien entiendo que en ambas frases, Pedro se
— 8 —
emplea para suavizar, para eufemizar el concepto, afirmando mi
parecer la explicación que el mismo Correas da a la segunda,
pues después de ella escribe : « Cuando uno es maltratado como
extraño, porque los perros muerden a los de otro barrio. »
En carta particular, el ya mentado Taugis Orrit me dio a
conocer la opinión, no definitiva, sino conjetural, del profesor
de griego en la Universidad de Barcelona, seíior Balari, quien
decía: «Perro de pherro; ferro, latín ferrum, hierro, cadena,
etc.; en la edad media, esclavo, sumiso, unido. Al animal canis,
¿ no se le podría llamar perro, por ser esclavo, sumiso, adjunto
al hombre ? »
A mi vez, digo, sin reir por lo antojadiza la opinión de
aquel sabio helenista, y con ello vuelvo a la idea ya apuntada,
4 por qué no del bajo latín petronius f lío se olvide que el canis
petronius es perro de pastor, guardián del carnero, petro, y que,
conforme creo haber probado, en x)asados siglos no fueron homo-
logas las voces can y perro. De petro a perro la distancia es poca,
ya que al ñn sólo se trata de la apócope de petronius y del cam-
bio ya señalado de tr en rr.
A mayor abundamiento, y para que no nos sorprenda tanto
que el pueblo olvidase la voz canis y se encariñase con la de
petro = perro, bueno es recordar que en el Mediterráneo domi-
na la jp a la c : así el origen turco-osmano de perro es pes, perro
en español, perru en sardo, y pseto, pasee, psie entre los eslavos,
los croatas, los eslovenos y los urales.
Pes, originariamente ¿ierro de caza, ural, más pequeño que el
ca7i, es quizá la paleontológica prehistórica canis palustris.
En mi trabajillo Can y Perro, que va al final como apéndice,
ya me referí al parecer de Galludo y Vera al recoger la opinión
de que la voz en que me ocupo puede venir de la griega jyyr,
fuego, por el temperamento seco de este animal, parecer tam-
bién de Covarrubias, quien dice «por su calidad ígnea». Tan
arraigada estuvo esta creencia, que en el capítulo XX del Libro
de la Montería, de don Alfonso XI, se lee : « Otrosí, porque los
canes de su naturaleza son muy calientes. »
El sabio Costa, tan sabio que aún no tiene una estatua en
España, en su erudito y minucioso estudio : Nombres simbólicos
de personas, al tropezar con la palabra Pisiro, dice : « Figura
— 9 —
como nombre individual y colectivo... Es verisímil que Pisiro
sea dilatación de uno de los nombres aryos del perro — ¿ del
pes ural, digo yo ? — en concepto de custodio o defensor del
ganado », con lo cual nos acercamos al canis petronins, esto es,
al can que guarda ganado, carneros.
Eesumiendo, opino, sin que el parecer lo lance como juicio
definitivo, que la voz perro proviene del bajo latín petronins. El
pueblo oyó canis petronius, tal vez canis petro, y dejando la pala-
bra can para los monteros, aceptó la de perro. Xo se olvide que
son cultas todas las voces derivadas de can y vulgares las qne
proceden ^q perro.
CASTAS Y OFICIOS PERRUNOS
Al pretender indagar el origen de la familia perruna, bien
puedo emplear la socorrida frase de que « se oculta en las som-
bras del pasado » .
Suponen algunos naturalistas que las dos razas primitivas —
¿y la unidad de la especie! — ñieron el perro de las turberas,
parecido a nuestros bracos, y el perro de la edad de bronce, aná-
logo a los perros de pastor y a los sabuesos, si bien hay quien
opina que el perro moderno desciende del lobo de la India.
Falto de competencia para opinar racionalmente en tan nebu-
loso asunto científico, diré que desde Jenofonte, cuatrocientos
años antes de Cristo, que sólo distinguió dos castas á^ perros :
de caza y de guarda, basta nuestros días, creció tanto la familia
canina, que tengo por tarea, de imposible realización, catalogar
todas las razas y castas hoy existentes, ya que las influencias
climatológicas, por un lado, y por otro, el continuo cruce entre
las numerosas clases de tales carnívoros, enriquecieron con
tanta abundancia su número, que el recuento, por numeroso
que sea, ha de resultar lógicamente incompleto.
Linné, según Cabrera, comprende quince razas, reunidas en
cuatro grupos :
a) Perros de guarda : mastín español, mastín de los Pirineos,
perros de presa, alanos ;
— 10 —
b) Perros de montería : podencoB, conejeros, mallorquines, sa-
buesos;
c) Galgos : galgo español ;
d) Perros de muestra : braco español (o navarro), perdigueros,
mallorquines, pachón, pachón sedeño, gorga, barbas (1).
Como se advertirá, tanto por esta división como por el título
de la obra, el autor ha tenido principalmente en vista a los
perros peninsulares, lógica preferencia, apoyada en plausible
motivo, como luego demostrará un autor extranjero.
Daziel, en trabajo reciente, ha hecho de una sola clase, de los
de caza, las siguientes divisiones :
1^ Los que cazan por el olfato y para el fusil, lo que decir
quiere que levantan la caza pero no la persiguen, perteneciendo
a este grupo, en los actuales tiempos, el pointer, el seter y el
grifo, estos dos últimos de mucho pelo, propios para los países
fríos ;
2* Los que cazan por el olfato y matan la caza, tales como los
llamados de ciervo, de zorro, y otros ;
3* Los que cazan con la vista y matan la caza, en cuyo grupo
figuran, en primer término, los lebreles.
Estos dos previos recuerdos de variedades perrunas, sirven
para afirmar lo anteriormente aseverado, esto es, la asombrosa
descendencia de los tipos primarios.
Aristóteles, y en esta parte sigo al erudito Narciso Campillo,
menciona siete familias diversas; Varrón, en su tratado De re
rustica, describe cinco razas o especies, que Virgilio acepta en
sus Geórgicas ; Ovidio habla de perros-lobos (2): Oppiano clasi-
fica los perros de caza según los países de origen, y, finalmente,
el insigne Cavier distingue nada menos que cuarenta y ocho
variedades perrunas.
A estos datos del mentado escritor peninsular, puedo añadir
los siguientes, demostrativos de cómo fué creciendo la canina
familia al correr de los siglos.
Don Alfonso XI, en su Libro de Montería, sólo nos habla de
(1) Fauna ibérica. Mamíferos, por Ángel Cabrera, 1 tomo, Madrid, 1914.
(2) Marcial nos habla de Yssa, la perra favorita de Publio.
— 11 —
Sabuesos, Perros de busca,
Alanos, — de levantar,
Lebreros, — de corrrer.
Mastines, Perro maestro,
dedicando capítulos especiales a advertir cómo deben ser trata-
dos los sabuesos y los alanos, lo que induce a creer que las
demás divisiones no se refieren a clases distintas de perros, sino
a los fines a que, previa enseñanza, se destinaban (1).
Gabriel Maura nos participa que el Fuero de Cáceres alude a
la montería del venado, citando, además, varias especies áe pe-
rros cazadores, como galgos, podencos, alanos y sabuesos.
Argote de Molina, en su Discurso sobre el libro de Montería,
cita las siguientes castas de perros :
Sabuesos de suelta, que son ventores, lebreles y perrillos ra-
poseros, galgos y podenquillos.
Alonso Martínez de Espinar (2), en su Arte de la Ballestería y
Montería (1644), menciona las siguientes variedades perrunas :
Lebrel,
Podenco,
Perro de alimañas,
Alano,
Sabueso navarro.
— de encarbo.
Dogo,
— frisón.
— de ajeo.
Mastín,
Perdiguero,
Zorrero.
Galgo,
Perro de aguas,
Nieto de Molina, en su graciosa aunque deslabazada Perro-
maquia, no cita más, si mis apuntes no fallan, que las siguientes
(1) Y con su inclinación, y la enseñanza
los harás diestros : uno al cuervo sigue,
otro a la zorra o puerco se abalanza,
otro a la liebre, al lobo otro persigue,
uno los anchos ríos atraviesa,
otros de sangre son, y otros de presa.
(N. Fernández de Moratín, La caza, canto II.)
(2) Fué ayuda de cámara del príncipe don Baltasar Carlos. Muy conoce-
dor de la caza, el rey Felipe IV le nombró su escopetero y montero mayor.
Tuvo el privilegio del don y los documentos de la época hacen resaltar que
« ea el que da el arcabuz a su majestad ».
Fué, al propio tiempo, notabilísimo escritor, tanto que por clásica se
tiene su obra Arte de la Ballestería.
Pintó su retrato el célebre Velázquez.
— 12 —
castas de perros, lo que inclina a creer que eran los que se cono-
cían en aquella época, y probablemente en los lugares habitados
por el autor :
Alanos, Perdigueros, Perro chino,
Podencos, Lebreles, — fino,
Mastines, Dogos, — de pastor,
Galgos, Gozques, — de agua,
Lancees, Falderos, — negro de Guinea.
En la interesante obra del barón de Yaux, titulada Kotre ami
le cliien (1), se mencionan, si no he contado mal, unas noventa
castas, primando, como se comprenderá, las que se cuidan y
desarrollan especialmente en Francia.
Tanta variedad perruna ha debido marear sin duda, aun a los
más amigos de divisiones y subdivisiones, tanto que el jurado
encargado de clasificar los ejemplares que recibía para su exhi-
bición en la Exposición internacional canina, celebrada recien-
temente en Madrid, organizó tan sólo las siguientes instalacio-
nes o grupos :
De guardería. Perros de muestra,
— utilidad, Eetreviers,
— rastro, Spaniels,
— montería, Terriers para caza,
Galgos. Perros de lujo.
Para que se pueda apreciar cómo las razas primarias se fue-
ron desarrollando al pasar de unos países a otros, y sin que ni
por un momento abrigue la pretensión, ni de agotar la materia,
ni de dar un cuadro completo de variedades perrunas, allá van
unas cuantas noticias que imeden ser leídas con agrado por los
amigos de tan inteligente animal.
El mastín, o perro de ganado, se supone, si no el único, uno
de los primeros tipos originarios. Se encuentra en diferentes
países, con sensibles modificaciones en unos y leves en otros,
cambios debidos, los más, al clima y a la alimentación. Llevado
al norte dio el Dogo, y trasladado al sur, el Lebrel. Éste, trans-
(1) París, 1897.
— 13 —
portado a Islanda, a Epiro y a Albania, produjo el perro de
Islanda, del que se derivaron los de Terranova, y el de San Ber-
nardo, el que, conducido a Inglaterra y Dinamarca, dio el Danés
ordinario, el Perrillo danés y el Gozquecillo.
El lebrel y el mastín dieron el Lebrel cruzado; y el mastín y el
dogo originaron el Dogo fuerte, el Bull-dog, que tiene más del
dogo que del mastín, y el Doguillo, que viene del dogo de Ingla-
terra y del pequeño danés.
El doguillo y el danés dieron vida al Gozque, a los llamados
Sabuesos, a los Bracos o perros de muestra, y a los Zarceros o
perrillos raposeros. Todos pertenecen a una misma casta, mas el
sabueso trasplantado a España y a Marruecos, dio origen, según
algunos naturalistas, al Perdiguero, el cual, al cruzarse con el
danés, creó el Perro de Calabria, y con el zarcero, el Perro burgos,
y con el perro de aguas, el Perro de lanas, con diversos nombres.
El de aguas, aclimatado en Inglaterra, ha cambiado el color,
y sufriendo diversas influencias, se lia trocado en el De lanas.
Inglés y Falderillo, llamado King-Charles.
Sin quizá, y para vergüenza de los españoles, de todas las
naciones civilizadas, Inglaterra es la que más se preocupa de
tan simpático animal, estudiando con prolija atención los cru-
ces, para mejorar y embellecer las razas.
A fin de que se tenga una idea, sino exacta, aproximada, del
número infinito de clases perrunas a que ha dado lugar el cru-
zamiento de razas, copiaré la lista que publica José Gutiérrez
de la Vega, verdadera autoridad en esta materia, en su intere-
sante aunque poco divulgado libro Los perros de caza españoles.
Después de asegurar en páginas anteriores que « según los
autores que sigue, antiguos y modernos, todos prueban, sin va-
cilación ni género alguno de duda, que la mayor parte de las
especies y variedades de perros de caza conocidas en Europa y
esparcidas por todo el mundo, o son o proceden de España, o a
lo menos llevan sangre española (1) en las venas >>, detalla así
los que en estos tiempos corren el monte :
(1) Para robustecer esta opinión y demostrar, a la vez, el descuido de los
peninsulares con sus perros, bastarán las siguientes noticias.
YXpointer, perro de maestra, procede del antiguo perdiguero español. Poin-
14 —
Alano,
Oysel,
Epagneul (sabueso),
Gredin,
Pyranie,
Epagneul d'eau,
Otterliound.
Epagneul inglés,
Griífon,
Setter,
Setter blanco y anaranjado,
— irlandés rojo,
— irlandés blanco y rojizo,
— gordon,
— laverack,
— de Escocia,
— de Irlanda,
Setter negro,
Cocker,
Boufle,
Water spaniel,
Springer,
Cocker de Sussex,
— de jSíorfolk,
Chumber,
Blenhéins,
Eetrevier,
Pointer,
Foxhound,
Dreffer,
Cour-queu,
Braque,
Courant,
Mallorquín.
líadie ignora que el perro, además de fiel guardián y de ser
eficaz cooperador en la caza, se utiliza de siglos atrás para otros
fines o servicios, de suerte que, atendiendo a éstos, cabría otra
división, pues hay perros :
Contrabandistas, que se encuentran en La Línea, junto a Gi-
braltar, y en las fronteras de Suiza y de Bélgica (1) ;
ter quiere decir perro de punta, que tauto elogió Martínez de Espinar.
El perdiguero español, cruzado con el Inglés foxhound o perro de zorro,
que a su Tez es producto del cruce del galgo con el sabueso, dio allí una
raza inmejorable.
Del epagneul francés, spaniel en inglés, no hay por qué hablar.
El braco navarro, pintado por Velázquez al pie del príncipe Baltasar Car-
los, también se va perdiendo.
Perros de presa eran, como el famoso Becerrillo, los que los conquista-
dores llevaron a América. Cruzados con salíuesos, dieron los que en Cuba
perseguían a los esclavos fugados.
Conejeros y lebreles van degenerando también en Espada.
(1) ¡Y aún para perseguir a los contrabandistas! B. Leonardo de Argen-
sola escribe en un conocido soneto :
Si no encadenas los infieles canes
que tu Aduana a los viandantes suelta,
ni tu muro verás, ni tu camino.
— 15 —
Lecheros, en Bélgica y en Holanda, para trasladar leclie en
carritos :
Mineros, en Oliío, para arrastrar las vagonetas de carbón;
Guarda-agujas : en Montserrat hubo uno, y en Port-Bou he
conocido a otro tan inteligente que, en cuanto veía bajar la
señal, él mismo corría a la casilla a buscar la banderola :
Cazadores de negros escapados, se emplearon en las Antillas
españolas, y hoy en los Estados Unidos para detener presos
fugados ;
Militares, para despachos, escuchas, etc. :
Policía, etc., etc., porque ¡ son tantos los servicios que presta
al hombre !
Basta ya, porque la simple lectura de tanto adjetivo perruno
puede causar empacho a cuantos no sientan especial cariño por
tan inteligente animal, debiendo advertir de nuevo que lejos de
mi ánimo queda la creencia de haber agrupado en esta tiramira
de voces todas las variedades de perros que en la actualidad se
conocen, ya que estimo la tarea inagotable. Fué ella, como sim-
ple curiosidad, coordinando ajenos trabajos con propias obser-
vaciones. En el Vocabulario que sigue se podrán apreciar, con
la riqueza de castas, las propiedades características de las más
conocidas por su utilidad, o por estar hoy en moda.
VOCABULARIO
Aguas, perro de. — Según el Diccionario de Autoridades : « Es-
pecie de perro muy lanudo, que tiene la propiedad de arro-
jarse al agua para sacar la caza, o lo que se echa a ella. »
El académico es más explícito, pues lo define de esta
manera :
Ferro de raza que se cree originaria de España, con cuerpo
grueso, cuello corto, cabeza redonda, hocico agudo, orejas caí-
das y pelo largo, abundante, rizado y generalmente blanco.
Es muy inteligente, y se distingue por su aptitud para saber
nadar.
— 16 —
Ajeo, de. — Perdiguero, según la Academia, acostumbrado a
acosar las perdices, que las hace ajear antes de levantar
el vuelo.
Estos perros suelen ser del tamaño de una zorra.
... las aseguran — las perdices — andándose a la redonda
de ellas para que no se levanten.
(Martínez de Espinar, Arte de Ballestería.)
Alano. — « Perro de raza cruzada que se considera producido
por la unión del dogo y del lebrel. Es corpulento y fuerte,
tiene grande la cabeza, las orejas caídas, el hocico romo
y arremangado, la cola larga y el pelo corto y suave. *
(Dice, de la Acad.)
El llamado de Autoridades los describe así :
Especie áe perros muy corpulentos, bravos y generosos, que
sirven en las fiestas de toros para sujetarlos, haciendo presa
en sus orejas, y en la montería a los cuervos, jabalíes y otras
fieras, como también para guardar las casas y las huertas.
Trata luego de su origen ; mas prefiero tomarlo direc-
tamente de Covarrubias, quien en su Tesoro dice :
Según Amiano, estos perros se llamaron antiguamente Mat-
sagetas. Quiere decir que (siendo Alano un río de la Scitia)
los perros que en España llamamos alanos, trajeron de allá el
nombre, como los sabuesos de Saboya, los galgos de Galia,
que es Francia, los gozques delaGocia... Pero los, ]}erros ala-
nos sospecho que se ha de decir albanos. Lo primero, por lo que
dice Abraham Hort.,. Lo segundo, porque nos consta que en
Albania se criaban perros ferocísimos que salían a pelear con
los enemigos, y eran parte para romper un ejército (1).
En el siglo xvni, según el Diccionario académico de
1783, estos perros fueron llamados de presa.
(1) Gastón Phoebus, autor de la segunda mitad del siglo xiv, dice en eu
libro La Chasse, que los alanot y loa perro9 de Oysel proceden de España;
y si recordamos que en el Libro de la Montería, de Alfonso XI, se dedica un
capítulo entero a los alanos, casi tendremos que convenir con Gutiérrez de
la Vega, en el origen español de esta casta perruna.
— 17 —
Recuérdese el singular combate que el valiente Tirant
lo Blanch sostuvo con un alano, episodio referido por
Cervantes en el capítulo VI de la primera parte del Qui-
jote.
A las citas apuntadas en el Diccionario de Autorida-
des, podría agregar varias más, contentándome con las
tres siguientes :
Abrieron grandes bocas como unos alanos.
(Berceo, Duelo, 39.)
Alano carnicero en un río andaba
una pieza de carne en la boca pasaba.
(Arch. de Hita.)
Ya por tanto ladrear me llamas perro :
yo cuelgo, cual alano, de tu oreja,
y tú, bramando, erizas frente y cerro.
(Quevedo, Riesgos del matrimonio.)
El lector que desee más detalles, vea Diálogos de la
Montería, edición de Bibliófilos españoles, página 465.
Albarraneo. — Anticuado, por
Aibarraniego. — Perro, en algunas partes, de ganado trashu-
mante. Ambas palabras equivalen a forastero, y bien
puede venir de albarrán, campesino. Recuérdese que al-
barrán se aplicó, en lo antiguo, « al que no tenía casa,
domicilio o vecindad en algún pueblo, o era forastero».
Alforjero. — Perro de caza, enseñado a quedarse en el rancho
guardando las alforjas. Así se define en los diccionarios
antiguos y modernos.
Esta voz tiene distintas acepciones registradas en el
Diccionario oficial.
Aiimañero. — Véase Zorrero.
Ardero. — El adiestrado para cazar ardillas.
Ayuda, de. — El enseñado a socorrer y defender a su amo.
— 18 —
Dijo a dos corchetes suyos : este es famoso perro de ayuda,
que faé de nn grande amigo mió.
(Cervantes.)
Hiciéronle creer que era un feroz perro de ayuda.
(Salas Barhadillo.)
Soy vuestro perro de ayuda
que animosa me azozais.
(J. de Valdivielso, La serrana de Placen<:ia.)
Barcino. — Así se llama al perro, toro o vaca, que tiene el pelo
mezclado de blanco y pardo, y algnnaB veces rojo.
Mis padres — dice Berganza — debieron de ser alanos, de
aquellos que crían los ministros de aquella coxifusión a quien
llaman jiferos.
(Cervantes, Coloquio de los perros.)
Recordarán, los que hayan leído esta obra, que a Ber-
ganza le llamaron también barcino.
Este nombre tenía uno de los perros de caza de Felipe
II, como dice Argote de Molina en su Discurso sobre el
Libro de l4i Montería.
Blanchete. — Antiguamente perro faldero. Llamóse así por ser
comúnmente blancos los que vinieron de Malta.
Un perrillo hlancl^ete con su señora jugaba,
con su lengua e boca las m^nos le besaba.
(Arch, de Hita, Ensiemplo del Asno e del Blanchete.)
A linda hlancheta lanzan gran mastín.
(Álvarez de Villasandino.)
Blartchete se lee en el Conde Lucanor, si bien se refiere
a nn gato; pero como en el Diccionario de la Eeal Acade-
mia, segunda edición de 1783, se escribe blancJíete, como
sinónimo de bloncJi^te, presumo que la voz se aplicaría a
todo animal blanco, pequeño.
Bloodhound o sea j>e»"ro de sangre. — Sabueso inglés muy esti-
mado en la Gran Bretaña. Se distingue por la finura de
BU olfato.
— 19 —
Se emplea en Norte América para la persecución de
animales, pnes son tinísimos ventores.
Braco o perdiguero. — Perrito fino, con el hocico quebrado.
Dice Covarrubias :
Peno pequeño, de grandes orejas, y que le cuelgan sobre
el rostro, animoso y solícito en buscar la caza. Es nombre
francés... Esta casta de perros vino a España de Francia, de
donde trajo au nombre braceo, por haberlos traído de la Gallia
brachata, según algnnos, y, según otros, es nombre griego.
El Diccionario de Autoridades apunta, no sólo la eti-
mología francesa, sino la toscana braceo, que. « según
dice Casas en su Vocabulario, significa perro de mues-
tra » .
Este parecer de Casas lo recoge G. Gherardini, dicien-
do en su Vocabolario della lingua italiana :
Chi sache siccome il cañe molosso fu detto dai popoli Mo-
lassi, cosí braceo sia detto da popoli Valachi o Blachi ?
Cejador opina que la voz procede del antiguo alemán
hracko, de allí a Italia, braceo, y de ahí a Francia, braque,
braehet.
A las citas clásicas que trae dicho autor agrego :
« Por Dios que es lindo el perro y es muy braco », dice
Quiñones de Benavente en su entremés : FI sueño del
perro.
Lope de Vega, o Tomé de Burguillos, escribió en Za
Gatomaquia :
o como jyerro braco
que ha perdido su dueño.
Por su parte, y basta de citas braquescas, en Marcos
de Obregón (1) se lee en el Descanso III :
Cogió su muía y lacayo, y un braco que siempre le acompa-
ñaba (2).
(1) De Vicente Espinel.
(2) « El braco catalán o vizcaíno al pasar a Fraucia, y merced a estudia-
dos cruzamientos, ha producido los mejores perros del mundo. » (A. de la
Rué et E. Bellerois.)
— 20 —
Braquete. — Diminutivo de braco, lo mismo que
Braquílio. — Y así pudo decir Que vedo en la Casa de locos de
amor : « Como si fuera braquílio o gozque. »
Bucero. — Sabueso de hocico negro. Deriva su nombre del verbo
bucear, que bien vale en ocasiones, aun cuando la Acade-
mia no lo diga, «buscar con prolijidad».
Bull-dog. — Voz inglesa de uso común en España, rindiendo cul-
to a la moda extranjera, ya que ella equivale a la española
alano, o perro de presa.
Busca, de. — Perro que sirve para seguir la caza.
Sépase que en lo antiguo busco significó rastro, luego,
en montería, perro de busca es el que sigue el rastro de
la caza.
Cachorro. — Perro pequeño, de poco tiempo, dice la Keal Aca-
demia, pero Covarrubias precisa más cuando afirma que
cachorro es « el perro mievecito, hijo del mastín o lebrel,
que, aunque son pequeños, demuestran en su aspecto y
traza lo que han de ser adelante ».
Con tal nombre se designan también los hijos del león,
lobo, oso o tigre.
Can. — Véase el Apéndice titulado Can y perro.
Carlín. — Perro de hocico obtuso muy característico y cara
negra hasta los ojos. Es un verdadero alano en minia-
tura, y su nombre dícese que proviene de Carlino, arle-
quín de Eoma que solía usar una careta negra.
Cárabo. — Antiguamente carauo. Del árabe ealb, perro.
Voz anticuada, dice la Real Academia, con que se de-
signaba cierto ^eíTO de caza.
De esta voz se han ocupado con algún espacio Eafael
Ureña y Bonilla y San Martín, en las notas jíuestas al
libro Fuero de Usagre (siglo xiii). En lo pertinente a esta
palabra, prueban con citas, que se lee en los Fueros lati-
nos de Cuenca, en el Fuero Viejo de Castilla, en el Fuero
de Sepúlveda, y en los de Alcázar y de Cuenca.
Después de combatir la creencia de que cárabo étimo-
— 21 —
lógicamente proceda de carab, ave de nocbe, los menta-
dos autores entienden que es probable « se trate de un
jperro de muestra», una variante pequeña del mastín.
Recuérdese que cárabo significa también en árabe — ca-
rib — embarcación pequeña.
En el mencionado Fuero de Usagre se lee :
« Qui matare galgo, o caratio^ o can rostro, por el galgo
pecte II morauetis domino suo, et por el carauo I mo-
raueti domino suo, et per el can rostrigo I moraueti do-
mino suo, etc. », por donde se advierte que el cárabo era
de menor estima que el galgo.
Carro, en. — Se da el nombre de perro en carro al pequeño,
semejante al de ajeo, que también sirve para cazar per-
dices.
Casta, de. — Esto es, que viene de padres conocidos de la mis-
ma raza.
Caza, de. — Huelga la definición, debiendo sólo advertir que
hay caza mayor : la de jabalíes, venados, lobos y cuervos;
y caza menor : liebres, perdices, conejos, etc.
Ciego, de. — El perro, de cualquier casta que sea, que guía a
un ser humano privado de Ja vista, sirviéndole de laza-
rillo.
Cimarrón. — Perro cimarrón y, por extensión, animal cimarrón
es el montaraz, en contraposición al doméstico.
Para detalles, puede el curioso lector consultar el Vo-
cabulario rioplatense de Daniel Granada (1).
Cobrador. — Perro que tiene la habOidad de traer a su amo el
animal o pájaro — ¡ cómo si los pájaros no fueran anima-
les! — que cae al tiro o de coger al que huye mal herido.
Así define la Eeal Academia, corrigiendo la errata de
la edición de 1783.
(1) «... los perros cimarrones producen pieles, las más exquisitas, para
zapatos y botas, y se podían sacar de esta jurisdicción muchos millones
con utilidad de los ganados vacunos por el destrozo que causan en el ter-
ueraje. » (Telégrafo Mercantil... del Bio de la Plata, domingo 11 de octubre
de 1801.
— 22 —
El Diccionario de Autoridades, más explícito, agrega :
« Ordinariamente son los que tienen esta propiedad los
que se llaman pachones o perdigueros, y algunos poden-
cos enseñados desde pequeños. »
Conejero. — Como su nombre lo indica, el empleado especial-
mente en la caza de conejos.
Coreador. — El que tienen algunos pastores para dirigir el ga-
nado por la parte que ha de ir.
Cruzado. — Así se llama al perro que viene de padres de distin-
tas razas.
Chan. — Nombre genérico, lo mismo que can.
Dice Lanchetas en su Gramática y vocabulario de Ber-
ceo, que la cli de chañes debe ser una confusión por la c
de canes; de lo contrario, hay que asimilarlo al francés
chien = perro, y que en época anterior fué chan, proce-
dente de can-em, lo mismo que can.
Chino. — Casta o variedad de perro que carece completamente
de pelo, y tiene las orejas pequeñas y rectas, el hocico
pequeño y puntiagudo, y el cuerpo gordo y de color obs-
curo. Es estúpido y quieto, y está siempre como tiri-
tando.
El Diccionario de Autoridades añade que « es de la
figura de un podenco pequeño, sumamente frío y útil
para el mal de hijada, aplicándole a aquella parte ».
A las dos citas que registra el mentado diccionario
puedo agregar las siguientes :
Nieto de Molina, en el canto I de su Perromaquia , es-
cribe :
El perrazo Mordiscón
gobierna a los perros chinos.
y Quevedo, en el poema Orlando, dice :
Si tuviera lugar me chamorrara
este pelo que traigo jacerino,
y si fuese posible me calvara
y te aguardara como perro chino.
— 23 —
Chusco. — Voz perruna americana, mejor dicho, del Perú. Según
Arona, perro chusco es el atravesado o cruzado que no es
de casta, que no es fino.
Danés. — Perro oriundo de Dinamarca; participa de lebrel y de
mastín. Por sa corpulencia sirve como animal de tiro en
algunos países del norte de Europa.
Dogo. — Perro de gran estima por los servicios que presta.
El Diccionario de Autoridades le dedícalas siguientes
líneas :
Perro grande, que sirve para giiardar las casas y combatir
con los toros y otras fieras. Viene esta voz de la palabra in-
glesa Dogye que signiñca, ¿jcrro, j los perros doges los traen de
Inglaterra.
Quizá porque desde entonces esta raza se ha generali-
zado en Esi)aña, el Diccionario de la Keal Academia la
define así :
Es de cuerpo j cuello gruesos y cortos, pecbo ancbo y ca-
beza redonda, frente cóncava, hocico obtuso, labios gordos,
cortos en el centro y colgantes por ambos lados, orejas peque-
ñas con la panta doblada, patas muy robustas, y pelaje gene-
ralmente leonado, corto y recio. Es animal pesado, de fuerza
y valor extraordinarios, y se utiliza para la defensa de las pro-
piedades, para las cazas peligrosas y para luchar contra las
fieras. Hay variedades de diferentes tamaños.
Los inteligentes en esta clase de animales dicen que
no necesitamos de esta palabra, ya que el dog inglés,
como el bull-dog, no son más que el alano español.
N. F. Moratín, en el canto VI de su poema La caza,
dice :
Con mastines que arrastran grandes reses
los anhelantes dogos irlandeses.
Encarbo, de. — Término de ballestería, y equivale a encaro, o
encaramo o enramo, según las comarcas.
En el Diccionario de Autoridades se define así :
Dase este nombre a los perros de caza que la buscan, y
cuando la hallan la persiguen hasta que la levantan; y con
especialidad sirven para cazar perdices.
— 24 —
Tienen condiciones iguales a las de los perros de
muestra.
Para más datos ver Arte de Ballestería y Montería, de
A. Martínez de Espinar, y Diálogos de Montería, de autor
anónimo.
Engarro. — El perro de engarro es, según la Eeal Academia,
pequeño, semejante al de ajeo, y sirve para cazar per-
dices.
Esquimal. — ^ste perro difiere mucho de las demás castas, tan-
to que es muy difícil se cruce con canes de otras razas.
En la época del celo, las perras se cruzan con los lobos
árticos, conservándose así la descendencia vigorosa.
El perro esquimal aulla, no ladra, y esto se explica por
descender del lobo, es muy inteligente, sobrio y sufrido.
Tiene las orejas tiesas, el pelo largo, gris o negro y blan-
co, y su cola muy poblada, enroscada sobre el lomo.
De su habilidad darán idea las siguientes palabras del
explorador doctor ISTansen :
Todas mis esperanzas se cifran en los perros.
Su compañero, el capitán Sverdrup, escribe :
Hay dos cosas indispensables para el explorador polar : el
ski j los perros. Por mi parte, opino que el perro esquimal es
el compañero ideal en toda expedición ártica. Tiene la resis-
tencia y la tenacidad del animal salvaje, a la vez que la fide-
lidad del ^erro doméstico. Viajar por las regiones polares sin
perros es imposible, hasta tal punto que el descubrimiento del
polo es pura y simplemente cuestión de perros.
Faldero o de falda. — El que, por pequeño, puede estar en las
faldas de las mujeres.
Según noticias que estimo veraces, ya en los tiempos
clásicos de Grecia y Roma, las damas poseían perros de
falda, y en las cámaras sepulcrales de las pirámides
egipcias se han encontrado pinturas de perros falderos.
De allí vino a España, donde se hizo muy común en
los siglos XVI y XVII, como se advertirá por las siguien-
tes citas :
— 25 —
Mas que no sabéis por qué pintó Apeles a Ceres, diosa del
pan. con un ^JcrriZ/o de faldas.
(La picara Justina.)
No puedo dejar de maravillarme de la suavidad y regalo de
la providencia Divina, en haber criado otra especie muy dife-
rente de canes, que s>ovl perricos de falda.
(Fr. Luis de Granada, Símbolo de la fe.)
Hablando de las damas :
... que así podrían pasar sin ellos, como un médico sin
guantes y sortijas, un boticario sin ajedrez y un barbero sin
guitarra.
(Mateo Alemán, Cruzmán de Alfarache.)
Al un lado una guitarra,
al otro lado un bufete,
con un perillo de falda
que la lame y no la muerde.
(Quevedo, Bom., V.)
Debía haber muchos también en el siglo xviii cuando
el donoso y desfachatado Torres de Villarroel pedía que
los ahorcasen. Ver Sueños morales, visión III.
Que la moda continuó durante el siglo xix lo demues-
tra la poesía titulada La perra de Juliaiiita, de don Mo-
desto Lafuente, probando a la i^ar que elfalderillo no es
una casta especial de perros, sino un can, pequeño, enca-
nijado, de cualquier raza.
Leo y copio de la recién citada poesía :
que su pasión dominante
son los perritos de falda.
Tres tiene, como tres perlas :
un doguito, otro de lanas
y el imán de sus cariños
una perrita africana.
A juzgar por lo que asegura Covarrubias, estos perri-
llos se llamaron antiguamente meliteos, porque se traían
de Malta, que antaño se conocía con el nombre de Melita.
— 26 —
Falderico. — Diminutivo.
Que de que perros era, respondió que cuando había hambre
era falderico. j cuando liarto, era lebrel.
(J. Pineda, Agrie.)
Foxterrier. — Perro que se ha hecho ya común en estos países,
.si bien los de raza pura escasean. Son, los de casta, blan-
cos, pues las manchas en el cuerpo constituyen ya en él
un defecto.
Es un animal elegante, musculoso, valiente y muy
vivo. La cabeza es generalmente de color obscuro, como
la punta déla nariz; los ojos pequeños, llenos de fuego y
de vida, revelan su inteligencia.
En algunas comarcas del norte de Europa se utiliza
para la caza del zorro.
Mr. Cherry Kearton, explorador inglés del África
Oriental, refiere que un foxterrier luchó con un león, y
lo venció.
Galgo. — Casta de perros, dice Covarrubias, bien conocida: son
muy lijeros y corren con ellos las liebres.
Los latinos llamaron a estos perros gálicos o de las
gaitas; de ahí el nombre de galgo.
La Eeal Academia, achicando lo que respecto a este
animal se lee en el Diccionario de Autoridades, lo des-
cribe así :
YiS perro muy ligero, con la cabeza pequeña, los ojos gran-
des, el hocico puntiagudo, las orejas delgadas y colgantes, el
cuerpo delgado, el cuello, la cola y las patas largas.
¿ Quién no recuerda aquello que se lee en el capítulo 1
del Quijote : «... adarga antigua, rocín flaco y galgo co-
rredor » ?
A las varias citas registradas en el tantas veces men-
tado Diccionario de Autoridades agregaré, para dar
muestras de leído, las siguientes :
El buen galgo lijero, corredor e valiente
había, quando era joven, pies lijeros, corriente,
~ 27 —
había buenos colmillos, buena boca e diente,
quantas liebres veía, prendíalas lijeramente.
(Arch. de Hita, Enxiemplo del galgo e del señor.)
Porque a los hidalgos pobres de aldea se les llamaba
de rocín y galgo, como hemos visto ya en Cervantes,
pudo decir Lope de Vega en JEJl cuerdo en su casa :
... A la puerta queda
la mujer de cierto hidalgo,
de estos de rocín y galgo
toda cubierta de seda.
Y el mismo autor, según nos participa Clemencín, en
la comedia de Los porceles de Murcia, queriendo unos
guardias registrar lo que llevaba en una canasta la
esclava Beatriz, le decía uno de ellos ante la tenacidad
de la portadora : « Suelta galga », voz que, en este caso,
reemplaza a la denigrativa perra.
Conviene no olvidar que durante la guerra muslímica
perro y galgo eran palabras despectivas en los dos bandos
contendientes. «Fué por culpa del galgo de su autor », se
lee en el Quijote refiriéndose a Cide Hamete.
Qnevedo, tan agudo siempre para pintar la humildad
de un ser humano, dice en lEl gran tacaño :
Tan encogido que parecía un galgo con calambre.
En Jacinto Polo de Medina leo :
Por eso de las rosas no me valgo,
vayan las rosas a espulgar un galgo.
Ya que de este animal hablo, aquel tan zarandeado
Torres de Villarroel, a quien la moderna crítica comienza
a administrar justicia, se queja en la Introducción de su
Segundo sueño, de que no pudo juntar en su vida «para
un jergón de enroscarse galgos ».
Al ruso, de pelo largo y cola muy poblada, utilizado
para cazar lobos, unos lo llaman horzón, otros lebrel
siberiano.
El galgo de pura raza, el pintado por Velázqiiez, se
— 28 —
llama en inglés greyhounü, y de su inteligencia se cuen-
tan maravillas.
Ganado, de. — Perro i)arecido al mastín, llamado así porque
tiene gran inteligencia para guardar los ganados.
Tiene las orejas cortas y rectas, la cola horizontal o
pendiente, el pelo largo, erizado y de color negro o ne-
gruzco, y es muy sobrio.
Antiguamente se conocía con la frase : « can que mata
al lobo ».
Las variedades de esta especie son infinitas.
Gozque. — Llamado también gnzco y guzque por Fr. Juan de
Pineda y Baltasar del Alcázar, respectivamente; y como
diminutivos gozquejo y guzquejo.
Covarrubias define así a este animal tan barullero :
Una especie de perro que a los principios debió de ser esti-
mado por haberlo traído de Goscia a estas partes, región de
Europa que confina con Dania y Noruega, dicha en lengua
alemana Goth, de donde salieron los godos... Esta casta de
perros se perdió y bastardeó, de manera que ya los gozques
son unos perrillos que crían gente pobre y baja; son cortos
de piernas, largos de cuerpo y hocico, impoi-tunos a los veci-
nos, molestos a los galanes, odiados de los ladrones ; duermen
todo el día, y con esto velan y ladran toda la noche, y menos
siente un oficial que deis un bofetón a su hijo que una coz a
su perro.
Se aviene con la opinión de Covarrubias, en cuanto a
la etimología de la palabra, el Diccionario de Autorida-
des, no así Monlau, quien dice que « esta forma caste-
llana está relacionada con las catalanas gos, gossa, y las
sicilianas guzzu, guzza, perro y perra ; y también regu-
larmente con la mallorquína ciissa^ perra, quissó, cacho-
rro, las italianas cnccio, cucciolo, perro pequeño, etc., etc.,
por manera que, después de bien estudiada esta familia
de vocablos, tal vez se descubrirá su procedencia, me-
diante giros caprichosos del latín canis, perro ».
Veamos si hay posibilidad de robustecer la opinión de
Covarrubias con los mismos datos ofrecidos por Monlau.
— 29 —
Gozque proviene, según la Eeal Academia, de gothicus
canis, lo que implica asegurar que el pueblo guardó la
palabra can para los perros grandes, y aplicó la de gothi-
cos a los perros pequeños.
De este gothicus nacieron :
El catalán gos, gossa. como voz genérica;
El siciliano guzzu, giízza, parentesco comprensible a
poco que se recuerde la historia;
El mallorquín cussa — por cambio frecuente de la g
en c — y giiissó, \)0V cambio de la c en g ante e o i, pre-
cedidas de u ; y el actual catalán quisso, voz que no sólo
indica ^erro pequeño, sino que sirve para llamarlo; y
La interjección castellana cuz, cuz o cus, cus, como
quiere Mugica que se diga, empleada para llamar a los
canes.
Vayan dos citas para suavizar tanta aridez.
Es un perro gozque, cojo, y se vuelve en una onza.
(P. Juan de Torres, Filosofía moral.)
A una mujer forastera
los hijos del vidriado,
no la dan, Lampuga, un gozque
si pueden darla un alano.
(Quevedo, Jácara, V.)
Como curiosidad, conviene recordar que el gozque de
hoy fué guzco en la i)luma también de Correas, quien
registra en su vocabulario la frase :
El gusco al mastín ladra.
Porque el gozque es un perro pequeño muy sentido y
ladrador, aún hoy en ciertos carros repartidores se ve a
un perrillo convertido en guardián, mientras el empleado
se aleja del vehículo. Esta costumbre debe ser muy anti-
gua, pues Espinel, en su célebre Marcos de Ohregón, dice
Descanso 11 :
... más colérico y fácil de enojarse que gozque de panadero.
De este gozque, como apunté ya, nació
— 30 —
Gozquejo, o sea el diminutivo, y también Guzquejo. —
— ¿ Quién sois, y de dónde o cuyo ?
— Gusquejo soy sevillano.
(B. del Alcázar.)
Bbte autor, y en la misma poesía titulada Diálogo entre
dos perrillos, emplea la voz guzquillo.
Guerra, de. — Así se llaman desde la antigüedad los j?erro* em-
pleados como auxiliares del hombre en las empresas mi-
litares. Se utilizaron con tal fin desde los tiempos más
remotos, tanto que Cambises los empleó en la campaña
de Egipto.
A este respecto puede leerse lo que refieren Polibio,
Plutarco, Estrabon, etc.
Ya que escribimos desde América, bueno será recor-
dar que Colón trajo al Nuevo Mundo veinte perros, y
que dicho animal fué de gran utilidad en las conquistas
de México, Nueva Granada y Perú, ya que, merced a su
fino olfato, descubrían donde los indios se ocultaban de
emboscada. Se apreciarán los servicios prestados por tan
simpático animal en América, con sólo leer lo que escri-
bieron Oviedo y el P. las Casas.
En esta última guerra, aún no terminada por desgra-
cia — escribo en junio de 1922, — siguiendo el ejemplo
dado por Alemania, la primera en reglamentar en 1881
los servicios jierrunos, las demás naciones utilizaron
también los canes, dividiéndolos, según los fines a que se
les dedicaba, en explorador, portamuni clones, centinela,
estafeta, sanitario y de policía.
Para más amplias informaciones, consúltese el Diccio-
nario enciclopédico de Espasa, tomo XLIII, página 1054
y siguientes.
Guión. — Así llamado al que va delante de la jauría para diri-
girla al sitio que el dueño o montero indica.
Himalaya, de. — indígena del Himalaya inferior. Algunos auto-
res lo consideran como el perro primitivo.
oí
Jatero. — Lo mismo que raposero, afirmación que se comprueba
con las siguientes líneas que copio del Libro de la Mon-
tería de Argote de Molina :
Jateo. Criador es el que tieue a su cargo criar los canes
tocantes a la montería, sabuesos de suelta, que son ventores,
lebreles y perrillos raposeros, que por otro nombre se llaman
jateos.
Jíbaro. — Perro indígena de las Antillas. íío ladran, aullan como
los esquimales, son negros, y tienen las orejas como los
lobos.
Su bravura constituye un verdadero azote liara los
campesinos.
Ladrador. — El que ladra, en contraposición al llamado mudo.
Por analogía, se lee en el Diccionario de Autoridades,
se llama « al que habla muclio y sin utilidad, con amena-
zas y fieros ».
Lanas, de, o de aguas, o faldero. — De aquí que can de lanas sea
lo mismo que perro de agua.
Can de lanas, prolijo, que animoso
buzo será de bien profunda vía.
(Góngora, Soledad II.)
Laneces, o de lanas. — Como el anterior.
Perros de agua y lancees
dice Nieto de Molina en el canto III de La Perromaquia.
Sin embargo, la copulativa empleada por este autor pa-
rece contradecir la sinonimia.
Lebrel. — Como hay algo que decir, aceptando el consejo de
Pero Grullo, comenzaremos por el principio para llegar
con buen término al fin.
Dice Covarrubias :
Una casta de perros generosa, que suelen traer a España de
las islas septentrionales ; son de ayuda y defienden a sus amos :
también acometen las fieras, y las embarazan de manera que
puede el cazador llegar con seguridad a matarlas. Díjose lebrel
por el talle que tiene áoi perro que mata las liebres, dicho co-
— 32 —
mánmente galgo o Gallia : los más bien sacados y ceñidos son
los que traen de Irlanda.
Lo niiwsmo se lee, aunque con más cuidada redacción,
en el Diccionario de Autoridades.
Trae dos citas, que luego recogeré, y otra de Funes,
en su Historia natural, que dice :
Hay también otra diferencia de perros que llamamos ala-
nos... los más famosos destos son de Irlanda, que llaman
Lebi'eles.
De lo afirmado por Covarrubias y por Funes, se dedu-
ce que esta casta de perros proviene de Irlanda, y que es
una variedad de los llamados galgos o alanos.
De que son oriundos de aquella isla, nos los certifica
bien un autor anónimo en su Loa curiosa y de artificio,
donde dice :
Pedir silencio a quien tan bien lo sabe conceder, será tra-
bajo tan excusado como llev.ar agua al mar, oro a Dalmacia...
lebreles a Irlanda.
Que esta casta se extendió bien pronto por Europa,
quedará probado con las siguientes citas :
Tú, que has tenido por ruines
al largo lebrel flamenco, etc.
(Nieto de Molina, La Perromaquia, canto IV.)
I Qué diablos es lo que tienes
que me traes, sin ser lebrel,
desde Ñapóles aquí
al galope, despeado ?
(Tirso, Palabras y plumas, act. I.)
«Guía el lebrel en el cordón de seda», escribió Gón-
gora en la segunda octava real de su Poli femó, verso que
comentó García Coronel, teniendo a la vista lo afirmado
por Covarrubias.
Fr. Luis de Granada, en su obra Símbolo de la fe, des-
cribe moralmente a este perro de la siguiente manera,
cita que debo al Diccionario de Autoridades :
— 33 —
El lebrel castizo conoce su generosidad y su nobleza, y yendo
por una calle, y saliendo cuantos gozques hay a ladrarle y mo-
lestarle, ni se para ni se defiende.
Finalmente, el Diccionario de la Eeal Academia, en
su última edición, hablando de perros, al llegar al lebrel
lo define del modo siguiente :
Se distingue en tener el labio superior y las orejas caídas,
el hocico recio, el lomo recto, el cuerpo largo, y las piernas
retiradas atrás.
Lebrero. — Lo mismo que lebrel.
Dice Guevara en Cancionero general de Hernando del
Castillo :
Amor de red y hurón
buen borín, galgo lebrero.
Lucharniego. — Perro adiestrado para cazar de noche. (Véase
N'ocharniego.)
Maestro. — En el arte de montería se llamaba así al perro que,
por lo general sabueso, sabía seguir magistralmente la
huella del jabalí, sin que nada ni nadie lograse distraerlo.
Malta, de. — Strabon nos lo describe así :
No más grande que los hurones y las comadrejas, y, sin em-
bargo, no corto de entendimiento, ni instable en su fidelidad.
Mastín. — Perro así llamado del italiano masnadino, por ser
guardián de la mesnada o rebaño. Esta es la opinión de
Diez.
Covarrubias dice que viene de mixtus, por ser perro
cruzado, o sea de dos castas, y de ahí mistín y mastín.
Según Buffon, el mastín, el lebrel, el danés y el irlan-
dés, se parecen mucho ; tienen poco olfato, pero la vista
muy fina.
El Diccionario de la Real Academia lo define así :
Es grande, fornido, de cabeza redonda, orejas pequeñas y
caídas, ojos euoendidos, boca rasgada, dientes fuertes, cuello
coi-to y grueso, pecho ancho y robusto, manos y pies recios y
nervudos, y pelo largo, algo lanoso. Es muy valiente y leal,
y el mejor para la guarda de los ganados.
— 34 —
A la cita que registra el Diccionario de Autoridades,
puedo agregar :
que falló un giau mastín ^ comenzóle de ladrar,
el ladrón por furtar algo, comenzóle a falagar.
Lanzó medio pan al perro, que traía en la mano,
dentro iban las zarazas, barrúntalo el alano, etc.,
de lo que se desprende que para el Arcbipreste de Hita,
mastín y alano eran voces sinónimas.
En la obra de Hernando Alonso de Herrera, titulada
Brece disputa de ocho levantadas contra Aristótil y sus
secuaces, se lee :
... del mulo qne uace de padres desemejantes, y del mastín
que de lobo y perro se engendra.
Cervantes, del que sólo recojo una cita, escribe en La
Galatea :
Venía Eiastro acompañado de sus mastines, fieles guarda-
dores de las simples orejuelas.
Finalmente, tan bravos debían ser ya antaño los mas-
tines, cuando, según relato de un viajero (1), a la entrada
de un camino de Linares se leía este cartel :
Cuando el mastín desenvaina los colmillos,
no liay tal cosa como pies en polvorosa.
Montaña, de. — En algunas comarcas españolas así se denomina
el perro que tiene el pelo ordinariamente obscuro, grueso
y poblado, la cabeza fuerte, la frente ancha, el cuello
grueso, los ojos y la nariz negros, y los labios de color
rojo obscuro. Es mayor que el de ganado, más fuerte,
más propio para combatir, y ahuyenta a los lobos, pero
es menos inteligente.
Mudo. — Esto es, que no ladra.
La Real Academia en la voz perro, y al dar con la divi-
sión mudo, nos envía a mapache. Véase la definición de
(1) Documentos de la Real Academia de la historia, tomo XV, página 137.
— 35 —
esta palabra, que estaría bien si no pudiesen oponérsele
dos reparillos :
1° Que el mapache, mamífero carnicero, es más propio
de la América Central que de la del Xorte : y
2° Que en diversas castas && perros, y hablo por expe-
riencia, se advierten perros mudos, sino en absoluto, con
manifiesta pereza para ladrar.
Por referencias sé que hay tres variedades de perros,
a más del esquimal del que ya he hablado, que nunca la-
dran, y son : el llamado perro de cabeza de león, del Tibet;
el perro de pastor, de Egipto ; y el perro australiano.
Quatrefages asegura que el ladrido lo ha adquirido el
perro en domesticidad para hacerse entender del hombre.
Muestra, de. — Según la Real Academia, el que se para al ver u
olfatear la pieza de caza, como mostrándosela al cazador.
El Diccionario de Autoridades, al llegar a la voz mues-
tra, dice, además de otras cosas :
Se llama eu la caza aquella detención que hace el perro en
acecho de la caza, para levantarla a su tiempo ; por cuyo mo-
tivo se llama ijerro de muestra, el que es diestro en esta ope-
ración (1).
En el Diálogo de la Montería se da como sinónimo de
perdiguero.
Hallarme obligado a ser como perro de muestra, venteando
flaquezas ajenas.
(M. Alemán, G^uzmán de Alfarache.)
Nocharniego. — Como luchamiego, palabras ambas compuestas
de comprensible significado.
También se les llamó antiguamente perros de senderos.
Pecando tal vez de curioso, quise averiguar quién em-
pleó por vez primera, de los clásicos o anteclásicos, la
voz, y convencido, al parecer, de que fué el Archipreste
de Hita, recurrí al Libro del Buen Amor, edición paleográ-
(1) Según Tallien de Cabarrús, « el perro de muestra mejor y más com-
pleto que es posible encontrar es el mallorquín ».
— 36 —
fica de Ducamin, facilitada galantemente por mi cari-
ñoso amigo el doctor Mauricio Nirenstein.
Allí leí la copla 1220, cuyos dos últimos versos dicen :
Sabuesos e podencos qiiel'comen muchos panes,
e muchos nocherniegos que saltan mata canes.
Adviértase que en esta edición, matacanes forman dos
palabras.
Porque ya en otro trabajillo mío, que va como Apén-
dice, hice notar que en pretéritos tiempos no eran sinó-
nimas las voces can y perro ^ no me sorprendió que en la
época del Archipreste liubiese perros que saltasen o asal-
tasen a los canes, aun cuando he creído advertir en mis
lecturas que los canes eran más bravos que los perros.
Cejador, en su Tesoro de la lengua castellana, tomo VI,
página 324, escribe en esta forma el segundo de los dos
versos citados :
e muchos nocherniegos que saltan matacanas,
trocando, como se advierte, en una sola palabra las que
son dos en el original y cambiando en a la última e de la
voz final, añadiendo :
Perros nocturnos que saben matar carnes.
Nueva confusión, ya que aquí no sólo cambia la estruc-
tura del último vocablo, sino que trueca el verbo saltar
en saber.
Ante tan notable modificación, dejando a un lado el
cambio de número con que registra la copla, recurrí a la
edición de Sánchez, de 1790, y allí leí :
e muchos nocherniegos que saben matar carnes,
lo que palmariamente demuestra que Cejador, aunque
no lo dice, tomó la glosa de Sánchez.
Descartado lo de matar carnes, arbitraria corrección
del original, el lector curioso preguntará conmigo, i de
dónde nació el matacanes f
Veamos cómo define esta voz el diccionario acadé-
mico:
— 37 —
Composición venenosa para matar perros.
Liebre que ha sido ya corrida de los perros.
Obra voladiza en lo alto de un muro, de una torre, o de una
puerta fortificada.
Ante tales y tan diversos significados, nuevas dudas,
ya que los perros nocharniegos no saltarían venenos, ni
de noche acometerían a liebres, las comunes se entiende,
que se estarían bien recogidas, descansando de la veloz
corrida impuesta por los lebreles, y menos, por ligeras
que fuesen, llegarían de un brinco a lo alto de una torre
o al pie de ferrada puerta, y aun en este supuesto, ¿ con
qué objeto ?
Alfonso Keyes, que también ha publicado una edición,
con notas, del Libro del Buen Amor^ al llegar a la voz no-
cherniego ^ dice :
Para caza nocturna; que asaltan liebres corridas,
y el ya citado Cejador, en la edición comentada que de
dicho libro publicó en 1913, queriendo combatir a Eeyes
sin recordar que se combatía a sí mismo, escribió :
No pueden ser aquí liebres que con su ligereza cansan a los
galgos, siuo ladroneras, voladizo que coronaba algunos trozos,
y singularmente las puertas de las antiguas fortalezas, y hoy
aún se usan en la fortificación imprevista o pasajera de edifi-
cios. Eran perros que saltan a las ladroneras o matacanes esos.
íío fijándome en la sintaxis de estas líneas, no redac-
tadas a buen seguro por Cejador sino por alguno de sus
amanuenses, y recordando que las ladroneras eran unas
aberturas en un voladizo o torreón de arquitectura mili-
tar, y matacanes las galerías sobresalientes, inclinadas
en la parte alta de las torres y de los parapetos de las
cortinas en los castillos fuertes de la edad media (1),
vuelvo a preguntar si los perros 7ioc1ierniegos son los
adiestrados para cazar de noche ¿ asaltarían fortificacio-
nes para dar con liebres, perdices o conejos ? Evidente-
mente, no.
(1) V«cábulario de términos de arte, por J. Adeline.
— 38 —
Sánchez, que copió el Libro de un manuscrito propie-
dad del Colegio mayor de San Bartolomé de Salamanca,
transcribe el verso, como antes queda indicado; como
matar carnes escribió el célebre gramático Benito Martí-
nez Gayoso, por quien siento, más que estima, venera-
ción, copiándolo de un manuscrito que liabía pertenecido
al famoso padre Sarmiento ; como matar carnes escribió
Florencio Jauer, en el tomo LVII de la Biblioteca de au-
tores españoles.
Hay, como se nota, visible diferencia, no ya de pala-
bra sino de palabra y concepto, entre perros que saltan
mata canes, según la edición paleográfica, los que saltan
matacanas, y los que saben matar carnes.
Opino, salvo mejor parecer, que no debe ser ni mata
canes, en dos palabras, ni menos matacanas y menos
matar carnes, y para opinar así me fundo en que en Diá-
logos de Montería, de autor anónimo del siglo xvi, se lee :
Así solemos los cazadores correr dos veces en el año los le-
bretonos, por nombre postizo matacanes.
Y el por qué se llamaron así nos lo dirá el Diccionario
de Autoridades :
Matacán : Especie de liebre grande y zancada — no todas
las liebres como dice la Academia — que ha sido ya corrida
de loa perros. Llamóse así porque les cansa y molesta.
Y véase cómo, por no recurrir a la fuente, se deja de
recoger agua clara, y con la turbia se apaga la sed de
saber, aun cuando después uno se convenza de que el
líquido se le indigestó.
Nueva-Holanda, de. — Perro parecido al zorro por su cabeza y
hocico prolongado. Tiene casi el mismo tamaño que el
perro de ganado, y en vez del ladrido que forma la voz
de casi todos los perros, su grito es un aullido lúgubre.
Nato. — Así se llama por estas tierras el perro que tiene el ho-
cico muy aplastado. Viene a ser el bull-dog.
Recuérdese que, en la Argentina, la ñata es la nariz
— 39 —
aplastada, y por extensión toda nariz, esto sí, en estilo
más que familiar, vulgarote.
Ovejero. — Ferro de pastor que presta inapreciables servicios.
Celoso guardián de las ovejas, ronda la majada para en-
caminarla a la dehesa, amenazando con sus ladridos a la
que, en pos de la tierna herbecilla, quiere apartarse de
sus compañeras.
La voz fué empleada por el Archipreste de Hita :
A un mastín ovejero de carrancas cercado.
Pachón. — Perro destinado a la caza de perdices. Es muy pare-
cido al perdiguero, pero con las piernas más cortas y tor-
cidas, la cabeza redonda y la boca muy grande.
El Diccionario de Autoridades, lo mismo que el de la
Eeal Academia, dan la palabra como sinónima de
Perdiguero. — Cual destino es fácil de adivinar.
Es de talla mediana, se lee en el Diccionario, con
cuerpo recio, cuello ancho y fuerte, cabeza fina, hocico
saliente, labios colgantes, orejas muy grandes y caídas,
patas altas y nervudas, cola larga y pelaje corto y fino.
Es muy apreciado para la caza por lo bien que olfatea y
sigue las pistas.
Ksbj perdigueros que con el mismo olor hallan las perdices,
de tal manera que no les falta más que mostrarlas.
(Fray Luis de Granada, Símbolo de la fe.)
Perneador. — Con este nombre se designaban los perros muy
largos de piernas, y, por lo tanto, corredores. Por lo que
se lee en Diálogos de Montería, me inclino a creer que
eran ventores.
... y luego que los ventores han parado al jabalí, llegan los
alanos y ásenle de las orejas, y los perneadores cada cual de
donde puede, y tiénenle entre todos fuertemente.
(Diálogos^ libro X.)
Planchete. — Al llegar a esta voz, la Academia nos remite a
Mánchete, pues la primera es anticuada. Tampoco consta
la palabra en el Diccionario de Autoridades.
— 40 —
Declaro que no sé en qué se apoya la Eeal Academia
para decir que planchete se usó ¿ por quién ? Blanchete sí,
como diminutivo de hlanch, blanco.
Podenco. — « Perro de cuerpo algo menor, pero más robusto
que el del lebrel, con la cabeza redonda, las orejas tie-
sas, el lomo recto, el pelo medianamente largo, la cola
enroscada, y las manos y los pies pequeños pero muy
fuertes. Es poco ladrador y sumamente sagaz y ágil para
la caza por su gran vista, olfato y resistencia. »
Así lo define la Real Academia.
Más preciso, el Diccionario de Autoridades dice : « sir-
ve para cazar conejos», y en apoyo de esta afirmación
trae la siguiente cita :
liO% podencos u de conejos aonlosque llamamos Jcfeno&aíe».
(Funes, Historia natural.)
Oovarrubias explica así el origen de la voz :
... qíie los cazadores llaman tener muchos pies, y así tiene
el nombre de qvLdiS,i pudenco , depu» podos, lioc est, pes.
Presa, de, o perro dogo. — El Diccionario de Autoridades lo de-
fine así :
El alano que con los dientes ase y afevra tan fuertemente
que es difícil hacerle soltar.
Punta y vuelta, de. — Entre cazadores, se lee en el Diccionario
de Autoridades, el que hace punta o muestra la caza y
toma después la vuelta para cogerla cara a cara.
Sirva de ampliación a lo anterior la definición de la
voz punta, que vale entre los cazadores « la detención
que hace el perro, siempre que se para la caza, cuando
va apeonando » .
Gluitador. — Con este nombre se designa al perro que está ense-
ñado a quitar la caza a los otros para que no la despeda-
cen o se la coman, y traerla a la mano, explicación ésta
que debo al Diccionario de Autoridades.
— 41 —
Raposero. — Perro de unos dos pies de altura, de pelo corto y
de orejas grandes, caídas y muy dobladas. Se emplea en
la caza de montería, y especialmente en la de zorros.
Rastro o rastrero. — Perro que, como su nombre lo indica, busca
la caza valiéndose simplemente de su olfato. Es, en ver-
dad, el setter.
Ratero y también ratonero. — Es el perro que por instinto es
enemigo de las ratas, las persigue y las mata, pero no
las come.
He tenido perrita de aguas que en un solo día mató 11
ratoncillos — lauchas aquí — atajando con su denuedo
la invasión ratonil que nos amenazaba, con motivo de
haberse desalquilado un almacén contiguo.
Rostro. — Se da el nombre de can rostro, mejor dicho, se daba,
ya que la voz es anticuada, a « una especie de perro
de caza», definición académica que, como se ve, no
define.
Entiendo, salvo mejor opinión, que el can rostro no es
propiamente una variedad, sino un perro de muestra en-
señado a levantar el rostro para saber seguir mejor el
rastro.
Sabueso. — Así llamado, se asegura, por ser oriundo de Sabo-
ya(í).
De Saboya los célebres sabuesos
signen al puerco jabalí cerdoso.
(N. F. Moratín, La casa, canto V.)
Variedad de podenco, algo mayor que el común, y de
olfato muy fino.
Los monteros hagan cuanto Pascual Montero mandare y
ordenare dentro y fuera de casa, y nadie ose tener sino cua-
tro sabuesos y una sabuesa, ni guarde más de dos cachorros de
(1) Que proceda o no de allí no he de discutirlo, pero lo que sí repetiré
es lo afirmado por el citado Phcebus, conde de Foix, en su libro La chasse,
o sea que el sabueso pasó a Francia con el nombre de epagneul, y de allí a
Inglaterra.
— 42 —
la sabuesa, y de los otros perros tenga tantos cuantos Pascual
Montero permita.
[Ordenación de don Pedro II, el Católico (1).]
« Hay sabuesos que con la viveza de su olor descubren
las fieras y las hallan después de heridas », dice Granada
en Símbolo de la fe, como hay « sabuesos de suelta », según
Argote de Molina.
Como con la nariz bebe el sabueso
aliento de las huellas del venado.
(Quevedo, Orlando.)
Falta en el Diccionario oficial el sentido figurado con
que la voz se emplea; el de policía experto o de hombre
acostumbrado a descubrir o rastrear buenos o malos ne-
gocios.
San Bernardo, del Monte. — ¿ Quién no ha oído hablar de estos
perros f ¿Y quién, de mi generación, no ha visto el drama
titulado Los perros del, etc. ?
Forma una raza especial cruzado de Terranova y de
los Abruzzos. Su altura varía de 70 a 80 centímetros ;
su cabeza se parece a la del mastín inglés, pero es más
gruesa; el pelaje es rojizo o amarillento. Otros naturalis-
tas opinan que nace de la hembra del mastín cruzada
con un macho del perro de ganado, poseyendo la esta-
tura de la madre y la inteligencia del padre.
Vaya un sucedido digno de ser recordado.
Hubo uno, llamado Barry, que llevaba un collar con
medallas grabadas, en las que constaba el nombre de las
personas a quienes había salvado, y las fechas. Los sal-
vados ascendían a cuarenta. Murió en cumplimiento de
su deber, mereciendo el caso ser referido :
Llegó al hospicio de San Bernardo un correo italiano
que venía de Francia. Aun cuando era muy duro el tiem-
po, y los buenos monjes le pintaron los peligros del cami-
no, quiso partir el viajero para llegar lo antes posible
(1) Cita de G. Maura, eu Rincones de la historia.
— 43 —
a la aldea de Sau Pedro, donde le esperaba su familia.
Xo pudiendo vencer la obstinación del estafetero, se
le dieron dos guías y dos perros, uno de los cuales era el
valiente Barry. Quiso la desventura que, a media legua
del convento, un gigantesco alud los sepultara a todos,
no apareciendo sus cadáveres hasta la primavera, o sea
la época del deshielo. El mismo bloque de nieve había
envuelto, un poco más abajo, a los parientes del correo
que se dirigían al convento para tener noticias de él.
Sobre la humanitaria tarea de estos perros, pueden
leerse con provecho los párrafos que a ellos dedica M.
Octave Fourrier en su interesante obra Animaux domes-
tiques.
Setter. — Perro de pelo largo, conocido con este nombre en In-
glaterra.
Según los inteligentes en castas perrunas, el setter
pertenece a una raza doscientos años más antigua que
el llamado pointer.
El nombre les viene de setting, echarse, por su cos-
tumbre de acostarse o pegarse a la tierra al parar la caza.
Hay, según parece, dentro de esta raza, tres tipos
señaladamente distintos, que aconsejan señalarles oríge-
nes diversos.
El Gordon, conocido ya a fines del siglo xvii, se supo-
ne descendiente del epagneul; es de orejas caídas y pelo
largo. Como su nombre lo indica, es oriundo de la penín-
sula hispana;
El LaveracTc; y
El irlandés rojo.
Los demás anteriormente enumerados, son variedades
de estos tres tipos.
Siendo el setter, al fin y al cabo, un descendiente del
perro de punta, es de lamentar que los ingleses nos
hayan devuelto, mejorado, lo que nosotros no supimos
conservar.
Terranova, de. — Cruzamiento del perro de aguas y del mastín,
transportado a la América del Norte. Tiene el hocico
— 44 —
desnudo, grueso y prolongado, las orejas no tan grandes
ni pendientes como las del perro de aguas, aunque pro-
vistas de pelos largos y algodonosos, el pelo general-
mente largo y onduloso, y la cola encorvada y levantada
en penacho.
La experiencia me lia demostrado que la carne cruda
les es muy perjudicial.
Tomador. — Así se llama al perro que coge bien la caza.
Cuando tovieren muy buen alano, e lindo, e fermoso, e bien
tomador.
(Montería del rey don Alonso.)
Ventero. — Perro de caza, que la sigue por el olfato y viento;
de ahí que ventear signifique, entre otras cosas, tomar
el viento con el olfato. « Dícese, se lee en el Dicionac-
rio de Autoridades, de los perros de caza que por el
olor siguen el rastro de las piezas. »
Es lo mismo que
Ventor. — Si bien esta voz fué de uso más común.
El ventero o ventor ha dado origen al pointer inglés.
Ventor se llama el sabueso de suelta para descubrir el rastro.
(Argote de Molina, Discurso sobre el TAhro de la Montería.)
Venían los perros como ventores y desciibrían la caza.
(Cabrera.)
Sueltan luego parte de ventore*. los cuales siguen latiendo
la caza.
(Argote de Molina, Obra citada.)
Cuando ante el tenaz latido
de sabuesos y ventores,
escucho de una mujer
tiernas, lastimeras voces.
(Salazar, También se ama en el abismo.)
En sentido figurado se aplica el vocablo a la persona
que adivina o presiente cosas que luego suceden.
Zarcero. — Casta de perro, especie de perdiguero, pequeño y
corto de pies, que entra con facilidad en las zarzas a bus-
car la caza.
— 45 —
Zorrero. — Lo mismo que perro raposero, según la Real Acade-
mia; sin embargo, el zorrero o alimañero, mezcla de mas-
tín y podenco, tiene por principal afición perseguir y
exterminar las alimañas y reptiles, particularmente las
culebras, lagartos, comadrejas, tejones, gatos monteses
y zorras.
A otros perrillos que llaman zorreros.
(Espinosa, Ballestería.)
GLOSARIO DE VOCES PERRUNAS
Alano. — En sentido figurado, persona porfiada e importuna.
La vi en el baile: por señas
que estaba con dos alanos
forasteros a la oreja.
(Mamón de la Crtis.)
Ayuchar. — En Honduras equivalente a huchear , lanzar los pe-
rros contra persona o animal, dando voces. Debo la noti-
cia a Membreño, Honduñerismos.
Aperramiento. — La palabra no consta en el Diccionario oficial.
El padre Mir, en su Rebusco de voces castizas, trae la si-
guiente cita :
Como de la mona es monear, ansí del perro es aperrear ;
mas con todo eso renegad del rey con aperramientos , y más,
cuanto más naturales fueren.
(Pineda, Diálogos familiares.)
Aperreadamente. — Derivado de aperreo y aperrear. \ Cuántos
así viven porque la suerte no les visitó nunca, o, tras
breve visita, les volvió la espalda !
Aperreado. — Fatigado, cansado, maltrecho, más que por el tra-
bajo, por molestias y sinsabores ocasionados por la mal-
dad, no de los perros, sino de los hombres.
Aperreados anduvimos por el camino.
(Fr. Luis de Granada, G^iia de pecadores.)
— 46 —
Muy rico y mozo viviera,
no mozo y aperreado.
(Castillo Solórzano, Donaires del Parnaso.)
Este participio pasivo se usa comúnmente con los ver-
bos andar, estar y traer.
Aperreador. — Persona que cansa, enfada o molesta a otro con
impertinencias.
Para librarnos así de tanto perro, como de damas tan ape-
rreadas y aperreadoras.
(Quevedo, Casa de locos de amor.)
Aperrear. — Echar a uno los perros bravos para que lo maten
o despedacen.
En sentido figurado vale hostigar, fatigar cruelmente
a alguno. Como reflexivo equivale a fatigarse mucho.
« Dícese, con alusión a los perros de caza, que no paran
ni sosiegan en busca de ella. »
Aperreo. — Acción y efecto de aperrear o aperrearse.
Arrufar. — Se dice del perro que enseña los dientes cuando está
enojado, y, por extensión, de la persona que se encoleriza.
Antiguamente valía envanecerse, ensoberbecerse.
Arrúfanse los mastines por el hueso que comen los gozques.
(Gómez de Cíbdad-Real.)
Atraillado. — Participio del verbo atraillar.
De manera que hoy me viera en mitad de la plaza de Zoco-
dover de Toledo, y no en este camino atrahillado como perro.
(Cervantes, Quijote, I-XXII.)
De un cordón atraillado
un diligente sabueso
el viento solicitaba
y desafiaba el viento.
(Góngora, Romance.)
Atraillar. — Echar la trailla a los perros. Por extensión, atrai-
llar es formar una cuerda de presos.
— 47 —
Según el Diccionario de Autoridades, es voz compuesta
de la partícula a y del nombre trahilla, por cuya razón se
debe escribir con h, aunque algunos la escriban sin ella.
En la edición en curso del Diccionario de la Keal Aca-
demia, y en la voz trailla se lee :
Del latín trahere, traer hacia sí, llevar arrastrando, lo que
implica decir que, por respeto etimológico, trailla y sus deri-
vados deben llevar h .
Sí, la advertencia es oportuna, pero pedir, cuando na-
die respeta nada, que se respete la etimología, es pedir
cotufas en el golfo.
Todos los demás que se hallaron de diez y siete años arriba,
fueron atrahillados a las minas de metal por Egipto.
(Fr. Luis de Granada, Símbolo de la fe.)
Estábamos atrahillados como galgos, afligidos de la manera
que puedes considerar si tal te sucediera.
(Mateo Alemán, Guzmán de Alfarache.)
También en sentido metafórico significa oprimir a
otro con mucho trabajo o sujetarle con aflicciones. Falta
esta acei)ción en el Diccionario.
Que el celoso rigor ya le atrahilla .
(Castillo Solórzano, Donaires.)
Aullador. — ¡ Claro ! El perro, lobo u otro animal que aulla
mucho.
Aullante. — Que aiilla.
Aullar. — Prorrumpir o formar un sonido o quejido triste, des-
apacible y disonante, como lo hacen propiamente el
perroy el lobo y el adive, y algunas aves nocturnas.
El vulgo cree que el aullar de los perros, especial-
mente de noche, es de mal agüero.
Cuando alguna vez el señor mandaba a alguno de sus cria-
dos que lo apartase de él, gruñía y aullaba.
(Fr. Luis de Granada, Símbolo de la fe.)
— 48 —
Gozques hay que a, perros viejos
aunque estén más en el caso,
les hacen soltar la presa
y ellos se quedan aullando.
(Quiñones de Benavente.)
También se dice, por alusión, de los racionales, y parti-
calarmente de los niños cuando forman su queja o llanto
semejante al de los irracionales; y aun de los adultos
cuando se encolerizan.
Pues si los ves, ¿por qaé gruñendo aullas?
(Quevedo, Riesgos del matrimonio.)
Y así parecen que aullan cuando hablan.
(Gracian, Morales de Plutarco.)
De este verbo nació el refrán : « El lobo viejo a la tarde
aulla »^ que da a entender que el hombre astuto, adver-
tido y experimentado, no habla ni manifiesta sus inten-
tos sino en ocasión y tiempo convenientes : a semejanza
del lobo astuto que sólo aulla por la tarde y no de noche
ni por la mañana, por ser el tiempo más oportuno para
sus presas, y en que los pastores se suelen apartar de
sus ganados.
Volviendo sobre la superstición antes recordada, pue-
do añadir que Bowker, en su Gohlin Tales of Lancashire ^
dice:
El perro se presenta con frecuencia como mensajero de la
muerte, de la que muchas veces es personificación. En la anti-
gua creencia aria, un perro aullando era emblema déla muer-
te. Con este mismo carácter se conserva todavía en Inglaterra.
El aullar^ dicen los gramáticos latinos, que conviene a los
lobos y a las mujeres.
(J. Pineda, Agricultura.)
Aullido. — El sonido que resulta de la voz que forma el lobo, el
perro u otro animal que ladra, cuando se queja, o por otro
accidente ladra.
— 49 —
Bien oyes este clamor de campanas, este alarido de gentes,
este aullido de canes.
(Rojas, Calixto y Melibea.)
La noche siguiente acaeció oír dos buhos dando aullidos
tristes el uno al otro.
(Acosta, Historia moral y natural de Indias.)
El rugir del león, del lobo fino
el temeroso aullido^ el silvo horrendo
de escamosa serpiente.
(Cervantes, Quijote.)
Se llama también, por alusión, el quejido y clamor
triste que dan los racionales cuando, sin formar voz arti-
culada y clara, se suelen quejar por algún dolor vehe-
mente o accidente grave.
Mas los gigantes dieron tal aullido
viéndose condenar a albondiguillas,
que dejaron el campo ensordecido.
(Quevedo, Orlando.)
Cesaron los aullidos y sollozos
de las almas, en tanto que entre niebla...
(Villaviciosa.)
Aúllo. — Lo mismo que aullido.
De no pocos endechada
caniculares aúllos.
(Góngora, JRomances .)
Azomar, o asomar o azuzar al perro que vaya tras la caza.
Según el Diccionario de Autoridades, vale irritar, esti-
mular, azuzar, lo mismo que antiguamente se decía en-
rizar.
Para azomar en la guerra a los elefantes se les suele poner
delante sangre fingida.
(Fr. Juan Márquez.)
La Eeal Academia en la voz enrizar nos manda a enri-
dar. El Fuero Juzgo, libro VIII, título IV, ley XIX, trata
— 50 —
de las penas a que está sujeto el dueño del can que
«ficiere dauno», si «lo enrizar que muerda omne que
non es malfechor».
Que por aquellos siglos lo mismo era enridar que enri-
zar se advierte con la siguiente cita :
E quando los enridaren a la caza, irán más aína.
(Libro de la Montería del Bey don Alfonso.)
Azotaperros. — Aboga por la admisión de esta voz el padre Mir,
en su Rebusco de voces castizas, apoyándose en la autori-
dad de Tomás Eamón, quien escribe en Puntos escriptu-
r arios :
Como hay azotaperros j los echan de ella — de la iglesia, —
hubiese azotaparlones que afrentosamente los sacasen por los
cabezones de ella.
Azuzar. — Irritar a los perros para que embistan.
En sentido metafórico equivale a irritar, estimular,
instigar.
Uno azuzaba testigos y repartía orejas de lo que no se había
dicho.
(Quevedo, Sueños.)
Es lo mismo que zuzar.
... saltaban los cuadrilleros de gozo, zuzaban los unos y los
otros, como hacen a los perros cuando en pendencia están tra-
bados.
(Cervantes, Quijote, I-LII.)
Cade la. — Perra ^ en Galicia. En catalán cadell es cachorro, j>erro
de pocos meses.
También se dice cadela, según Cuveiro Pinol, de la mu-
jer de mal genio.
Can. — Esta voz, además de perro, se ve empleada por diversas
artes y oficios, teniendo sin duda en cuenta su resisten-
cia y la tuerza de sus dientes.
Véanse sus diversos significados, que no detallo por-
que el curioso lector podrá dar con más amplias explica-
ciones consultando diccionarios generales o especiales :
— 51 —
a) Antiguamente as, o unidad de los dados;
b) Pieza pequeña de bronce en la artillería antigua;
c) En las llaves de las armas de fuego, perrillo, hoy
gatillo;
d) Cabeza de una viga : si de piedra, imitando los rema-
tes, se llaman dentículos ; si se labran en forma de carte-
las, se denominan modillones. tJsase más en plural;
e) Entre torneros, cada una de las dos piezas de ma-
dera que unen las tablas de la máquina;
f) En arquitectura naval, pedazo de cuartón colocado
en el sentido de popa a proa, y fuertemente empernado
en los palos mayores, que sirve para formar el descanso
de la boa cuando no se llevan cacliolas;
g) En carpintería, zapata de madera que se coloca
debajo de los tirantes de una armadura para disminuir
la luz.
Canalla. — En lo antigno perrería, conjunto de canes, de peí-ros
de caza, y, por traslación, la gente baja, ruin, de malos
procederes.
¡ Oh canalla ! gritó a esta sazón Sancho; ¡ oh ! encantadores
aciagos y mal intencionados...
(Cervantes, Do» Quijote.)
El Diccionario de Autoridades dice que la voz procede
del italiano canaglia; los diccionarios de ese idioma ha-
cen derivar la palabra de cañe.
Littré va más lejos al escribir, refiriéndose a este vo-
cablo :
Etym. : Wallon, chínese; Berry, chienaille ; Ital.. canaglia;
de cañe, chien. Canaille est i tal ten : chienaille était le mot
franjáis.
Canallada. — Que no consta en el diccionario académico, será
acción baja, soez, propia de la canalla.
Canailuza. — Aumentativo, y archidespectivo, de canalla.
Canarias. — Tierra de canes, según Plinio. El nombre de este
archipiélago se deriva de can, por cierta clase que había,
i
— 52 —
especialmente en la Oran Canaria, cuando se conquistó.
Por esto el escudo de armas de la isla consiste en una
palma y dos perros encadenados a un tronco, si bien el
erudito Viera, historiador de tales islas, pone en la por-
tada de su obra, por armas de las Canarias, un escudo
con siete peñascos sostenido por dos canes.
No sólo el perro lia dado nombre a estas islas, sino
que lo dio a ciudades: en el mundo antiguo se encontra-
ban: Cinópolis, la ciudad del perro, ^vl Egipto; Cinocefa-
lia, la ciudad de la cabeza del perro, en la Tesalia: y
Cinosura, la ciudad de la cola del perro, en Arcadia. Hay
quien opina que Foutainebleau deriva de FonsBleaudi,
perro éste favorito de Luis VII,
Cancerbero. — Dice la Real Academia : de can y cerbero, y como
el menos curioso busca en el mismo diccionario qué sig-
nifica la voz cerbero, al dar con ella, se queda sin saber
lo que indica la palabra, ya que la docta corporación se
limita a hacerla sinónima de cancerbero ; mas de un celoso
guardián nadie dirá que es un cerbero.
Esta última palabra, en griego herberos, en latín cerbe-
rus, se descompone en kreas, carne, y boros, que devora,
porque los perros salvajes, cimarrones, son devoradores
de carne, de suerte que cancerbero es, etimológicamente,
can devorador de carne.
En astronomía las estrellas de Cerbero forman parte
de la constelación de Hércules.
En mitología. Cancerbero era t\ perro de tres cabezas
que, según la fábula, guardaba la puerta de los infiernos.
En sentido figurado significa portero o guardián seve-
ro e incorruptible.
— I Quién da voces ? ¿ Quién da voces ?
— Da voces el cancerbero
portero de este palacio.
(Lope de Vega.)
Ya cancerbero mitológico tenía por padre el gigante
Tifón; por madre al monstruo Esquidna, mitad ninfa y
mitad serpiente: por hermanas a la Hidra de Lerna y a
— sa-
la Quimera ; por hermanos al león de Xemea y a otro
perro de dos cabezas, que guardaba los rebaños de Ge-
rión, y por sobrina a la Esfinge.
Con tales progenitores y parentela tal, ya se puede
colegir que cancerbero no podía ser el símbolo del manso
corderino.
Cancillo. — Diminutivo de can en arquitectura, con diversos
significados.
Canciño. — Llaman los gallegos al can pequeño.
Canes. — Término también de arquitectura.
Canícula. — De can, perro. En astronomía, estrella de la cons-
telación llamada Can Mayor, y también es canícula el
tiempo en que esta estrella nace y se pone con el sol, y
en que el calor es excesivo.
Canicular. — Época o estación canicular : los días que dura la
canícula.
Dice Covarrubias que los días de verano de mayores
calores tomaron el nombre de la constelación celeste,
dicha Canis, formando las estrellas una figura de un
perro que va siguiendo una liebre.
Caniculario. — Fué antiguamente sinónimo á^ perrero.
Canículo. — Cosa propia del can. Es voz jocosa, según el Diccio-
nario de Autoridades.
Parando, finalmente,
las iras del canículo suceso
en que ninguno de los dos le come
(Lope de Vega, La Gatomaquia.)
Cánidos. Nombre genérico, científico, de esta familia de mamí-
feros carniceros, digitígrados, de uñas no retráctiles.
Canil. — Morena, o pan de perro. También soma.
No comáis somas de canes,
ni andéis hechos albardones
comiendo vianda vil.
(Juan del Encina, Égloga.)
— 54 —
Es sonia^ según el Diccionario de Autoridades, la hari-
na segunda que los labradores destinan para el pan de
los criados.
Canina. — Dice Covarrubias:
Excremento del perro, que para algunas medicinas dicen
ser bueno, que por ser de ordinario duro y en cierta forma
parecer dedos, los llaman dátiles de perro.
También hay risa canina, denominada esimsmo cínico,
que consiste en el espasmo de los músculos diductores
de las comisuras de los labios y de los carrillos. (Véase
la voz canino.)
Caninamente. — Proceder rabiosamente, con mordacidad, como
de perro.
Caninero. — Así se denominaba al que recogía la canina para
las tenerías.
Caninez. — Ansia extremada de comer.
Canino-a. — Perteneciente o relativo al can o perro.
Aplícase, por extensión, a las propiedades que tienen
semejanza con las del j)erro^ y así se dice diente canino,
bambre canina.
Y rabias caninas, feroces, muy duras.
(El infante don Pedro de Portugal.)
La priva de los gustos y contentamientos de que ella tiene
una sed y hambre más que canina.
(Fr. Luis de Granada.)
Este adjetivo se añade en botánica, a varios nombres,
para indicar algunas plantas, tales como :
Canina brassica o cinocambra, col á^ perro.
Canina lingua o cinoglosa, lengua de perro.
Canina malus, mandragora, manzana del perro.
Caninus sentís, cinobastón, espino de perro.
Canisia. — Palabra aljamiada, que valía tanto como iglesia,
templo de cristianos.
— 55 —
Can marino. — Especie de pescado, de piel muy áspera, de la
cual dicen algunos que se hace la lija. Así lo afirma, al
menos, el Diccionario de Autoridades.
Can Mayor y Can Menor. — Nombre de las constelaciones del
hemisferio austral.
Carlanca. — Collar ancho con ijuntas de hierro puestas hacia
fuera, para armar el pescuezo de los mastines contra las
mordeduras de los lobos.
De noche les ponen carlancas en el pescuezo, y los cubren
de un cuero muy fuerte, para que se puedan defender mejor.
(Oviedo, Hisi.J
No hay hombre que sin carlanca
traiga su alano valiente,
(Lope de Vega, Castelrines y Monteses.)
Cínicamente. — Con cinismo, desvergüenza o descaro.
Cínico. — Oynicus, de caninus mordax. Mordaz y sin pudor como
los perros.
Cinismo. — Doctrina y costumbres de los filósofos cínicos.
También significa descaro, imprudencia y aun afecta-
ción de desaseo.
Cinocampso. — Género de reptiles.
Cinocefálidos. — Familia de monos catirrinos.
Cinocéfalo. — Género de monos.
Cinodonte. — Género de gramíneas.
Cihodóntidos. — Familia de reptiles anomodóntidos.
Cinodraco. — Reptiles de la familia de los cinodóntidos.
Cinometra. — Género de leguminosas cesalpinas.
Cinomis. — Mamífero roedor de la familia de los esciúridos.
Cinorexia. — Hambre canina.
Cinórquido. — Género de orquidáceas.
Cinosarco. — Arrabal de la antigua Atenas.
— 56 —
Cinosterno. — Género de reptiles de la clase de los queloinos o
tortugas.
Cinosura. — Nombre que se da a la constelación de la Osa Ma-
yor. Llamóse antiguamente liorologial.
Varias de estas palabras se incluyen en este Glosario
jiorque su primer componente procede de can, perro.
Cucho. — Dice Tomás Antonio Sánchez que significa « cierta
cosa despreciable; acaso cachorrillo, ^crn'íío^ chucho».
Eobustece su opinión con estos versos de Gonzalo de
Berceo :
Non vallen sendos rabos de malos gavilanes,
menos valien que cuchos los bocudos alanés.
(Duelo de la virgen.)
En catalán decimos quisso y también quissoy, perro
pequeño, y los judíos españoles de Turquía emplean una
voz parecida, quitchu, para llamar a los perros o exci-
tarlos.
Cuz. — Interjección repetida con que se llama a los perros.
También se dice tus, tus. De aquí el refrán : « A perro
viejo nunca ttLs, tus, o cuz, cuz. »
... propiamente se dijo del perro : viene de re j tus, tus, o
tuso, tuso, que son las palabras con que halagamos al perro, y
él se regocija.
Así dice Covarrubias, a quien dejo la responsabilidad
de la obscura etimología.
... déjate conmigo de razones: a perro viejo no cu:, cus.
(La Celestina.)
Chucha. — Perra, y también interjección para contener o espan-
tar a este animal.
Chuchar. — Azuzar al perro para que ataque o pelee, y, por ex-
tensión, a una persona que riña.
Chuchero. — En Honduras, cazador con perros. Como adjetivo
vale el que chuchea.
— 57 —
Chucho. — Ferro, y también como interjección, voz no signifi-
cativa con que se llama todo género de perros.
Desengaigar. — En lenguaje de mar, se denomina galga a la
ayuda que se da al ancla que está en tierra, y, por con-
siguiente, desengalgar es quitar las galgas.
Ver mi libro Desvestirse, página 112, y la voz galga.
Desgalgadero. — Ésta, la palabra anterior y las dos que siguen
las recojo por entrar en su composición la voz galga;
debiendo advertir que antiguamente la palabra galga no
era tan sólo la hembra del galgo, sino que significaba
piedra grande arrojada de lo alto de un muro o de una
cuesta.
Desgalgadero equivale a despeñadero.
Desgalgado. — Palabra que no consta en el Diccionario de la
Real Academia; significa, según Covarrubias, «el cen-
ceño y recogido de la cintura», por alusión, sin duda, a
la elegaucia del galgo.
Desgalgar. — Y también desgalgar se, ^2\% despeñar o despeñar-
se. Covarrubias lo define así :
Huir por partes ásperas, las cuales llaman desgalgaderos.
Despeñaperros. — Desfiladero de Sierra Morena, uno de los
pasos más importantes de Castilla a Andalucía. Tan
enorme tajo recibió este nombre porque ni los mismos
perros, a pesar de su prudencia, evitarían el despeñarse.
Diente canino o columelar. — Sinónimo de colmillo.
Con el nombre de diente de perro se designa un for-
món que usan los escultores ; unas granadas muy agrias
que se cultivan en la huerta murciana, y cuyos granos,
por lo largos, semejan dientes; género de labor de fácil
enseñanza a las niñas, y toda clase de costura que tiene
las puntadas desiguales y mal hechas.
Emperrada. — Uno de los juegos de los naipes que se juega
entre tres, dando a cada uno nueve cartas. También se
llamó antaño juego del hombre, renegado y calzoncillo.
Hov se denomina tresillo.
— 58 —
Parece que se dijo emperrada por lo que pica y emije-
rra a los jugadores.
Emperrado, de emperrarse. — Irritado y rabioso.
Iba de todas suertes emperrado.
(Quevedo, Orlando.)
Emperramiento. — Acción y efecto de emperrarse.
Emperrarse. — Las dos siguientes definiciones, la primera de
Covarrubias y la segunda del diccionario oficial en curso,
demuestran claramente el cambio felizmente operado en
las costumbres. Dice Covarrubias :
Ponerse terco, rabioso y casi como desesperado, como hacen
los malos esclavos, cuando no temen el castigo, a semejanza
de los perros cuando riñen entre sí.
Y la Academia escribe :
Empeñarse, obstinarse en no ceder ni darse a partido.
Por no emperrarme con nadie,
a nadie quiero fiar.
(Quevedo, Mnsa VI.)
Enguizgar. — Provocar y animar un perro para acometer a otro,
y así de las personas. Según la Academia, incitar, esti-
mular.
Que el demonio a la virtud
os enguince como a vicio.
(Jerónimo Cáncer.)
Engalgado. — Dícese del conejo o de la liebre a quien persiguen
los galgos sin perderle o perderla de vista.
Engalgadura. — Acción y efecto de engalgar.
Engalgar. — Apretar la galga. Yer el Diccionario de la Real
Academia y la voz desengalgar de este Glosario.
Enridar el can. — Vale azuzar, irritar, zocear al perro.
... e cuando los enridaren a la caza irán más aina.
(Libro de la montería del Bey don Alfonso.)
(Véase la voz azomar).
— 59 —
Espadas del perrillo. — Se denominaban así las que tenían la
figura de un perro grabado en la hoja, marca de Julián
del Eey, armero moro que floreció en el siglo XY y se
hizo cristiano, apadrinado por el Eey Católico.
Correas registra la frase « anchicorta, como espada del
perrillo » .
Quien desee más noticias al respecto lea a Clemencin,
Kotas al Quijote, tomo I Y, página 301, y, sobre todo, a
don Enrique de Leguina, barón de la Vega de Hoz, Glo-
sario de voces de armería, páginas 364, 393 y 394.
Galga. — Hembra del galgo, y además sarna que nace en el pes-
cuezo de la gente sucia y descuidada. Dice Covarrubias
que a esta enfermedad se le da tal nombre porque suelen
tenerla los galgos, a causa de ludirles allí el collar cuan-
do están atados.
También con el nombre de galga, sin duda porque
como los perros herían y magullaban, se indicaba el
canto o piedra que se arrojaba o echaba a rodar contra
los enemigos. Estas galgas fueron las que mataron a Gar-
cilaso de la Vega.
Véase el Poema de Alexandre, coplas 204, 206 y 1435;
de esta última son los dos versos siguientes :
Facienles grant danno de diversas maneras
con cantos e con galgas, e con azconas monteras.
Tiene, además, esta palabra otros significados que se
pueden leer en cualquier diccionario.
Galgueño. — Relativo o parecido al galgo.
Afirma Covarrubias que se aplica al que tiene poca
barriga.
Galgui-donceila. — Voz caprichosa, aunque expresiva, usada
por Lope de Vega en Servir a señor discreto :
Quedito, galgui-donceila.
Gañido. — Aullido del perro cuando lo maltratan.
... su voz es un gañido largo, como que remeda al perro.
(Alonso Martines de Espinar.)
— 60 —
Gañir. — Aullar el perro con gritos agudos y repetidos cuando
le maltratan.
También se dice de las personas cuando, enronqueci-
das, apenas pueden hablar.
Guardaperros. — Compuesto capricho no exento de gracia.
¿, Por ventm-a soy yo algún guardaperros de tu enemigo
David 1
(A. Alvarez, Sel. T>om. 3, adv. S.)
Debo la cita a Julio Cejador.
Guau. — Onomatopeya con que se representa el ladrido del
perro.
Niño, ¿cómo habla el perro? — Axi, au... Y el perro no se
llamó por su rabo, ni por sus uñas, ni por su cerro, sino por
su au, au. Porque perro que no ladra, nadie supo para qué
fuera de provecho.
(Cejador, Tesoro déla lengua castellana,
a, e, i, o, n, pág. 550.)
Pero es el caso que los niños no dicen au, au, sino guau,
guau, con la g, para imitar el sonido gutural del ladrido
perruno.
Gucia o Gossa. — ííinguna de las dos palabras figura en el Dic-
cionario de Autoridades ; sin embargo las encuentro em-
pleadas por don Serafín María de Sotto en el Discurso
histórico sobre el traje de ¡os españoles, tomo IX de las
Memorias de la Real Academia de la historia. En la pági-
na 113 leo :
Más obscuridad hallamos en conocer el verdadero uso de la
gucia o gossa; según el texto de los usajes, y la ley de don
Jaime I, no cabe duda que debe ponerse entre las máquinas
arrojadizas, por cuanto es la significación que hace el glosa-
dor, quien afirma que tomó este nombre por parecerse al
perro, que en lemosín se llama gos y la hembra gossa, en cuyo
caso el afuste tendría cuatro pies y la cabeza serviría de dis-
parador.
¿ No habría un aparato o máquina para arrojar con
violencia las galgas ? Véase esta voz.
— 61 —
Hideperro. — Palabra compuesta, despectiva, más, denigrativa,
harto caprichosa que empleó Cervantes.
Yo apostaré, replicó Sancho, que ha mezclado el hideperro^
berzas con capachos.
(Don Quijote, II-III.)
Se refiere a Cide Hamete Benengelí, moro, o sea _perro
para los cristianos.
Hígados de perro. — Se emplea la frase con el verbo tener. Equi-
vale a cruel, de malas entrañas. ¡ Siempre el vulgo, y aun
los que de tal cofradía no quieren formar parte, zahirien-
do al noble animal !
Jadea el perro cuando está cansado.
El verbo jadear se usa también hablando de personas.
Jauría. — Dice el Diccionario de la Eeal Academia :
Agregado de perros que cazan juntos y componen una cua-
drilla.
Pasaba efectivamente como a tiro de ballesta un horrendo
jabalí perseguido de wna, jauría de valientes canes.
(Larra.)
El de Autoridades, que lo escribe con x, ciñe el con-
cepto de la voz cuando afirma que es « el agregado de
podencos que cazan juntos », añadiendo que « puede ve-
nir del xau^ xau, que es la voz con que se les alienta».
Ladra. — Así se llama el continuado ladrido de los perros, espe-
cialmente en la caza.
... pues basta
ya de la sangre la huella,
ya de los perros la ladra.
(Calderón, Elpostrer duelo de España, Jorn. II.)
Soltaron los perros que sacaron el puerco de unas malezas
y le siguieron con gran ladra y gritería.
(Pineda, Agricultura.)
Díjose también en siglos pasados ladradura.
Corra los montes con gran ladradura.
(Alvares de Villasandino.)
— 62 —
Correas registra esta frase : « Borracha esta esta ladra,
tres días ha que no perra. » Tiene gracia, dice, en trocar
las palabras.
Ladrada. — Por alusión al perro, se dice de la mujer muy corri-
da y murmurada de todos por su mal vivir.
Una dama muy hermosa,, forastera, la cual venía ladrada de
su tierra.
(M. Alemán, Guzmán de Alfarache.)
Ladrado. — Participio pasado del verbo ladrar.
Hálleme como perro flaco, ladrado de los otros, que a todos
enseña dientes.
(M. Alemán, ob. cit.)
Ladrador. — El que ladra, aunque a veces inútilmente.
Aquel perro ladrador , a quien con tanta atención te rendías
atento, no tiene más sabiduría que una malvada insolencia.
(Salas Barbadillo, Coronas del Parnaso.)
Claro está que en esta cita el perro ladrador es un ser
humano que habla mucho, pero inútilmente.
Ladrar. — En sentido recto, dar ladridos el perro, y en el figu-
rado, en ocasiones vale amenaza sin acometer, y otras,
impugnar, motejar. Alguna vez se entiende con razón y
justicia, pero de ordinario indica malignidad.
Y cuando algunos me ladran, lo hacen de envidia.
(J. Pineda, Agricultura.)
Díjose antiguamente, según Tomás Antonio Sánchez,
lazdrar, mas, con perdón del erudito bibliotecario, creo
que ello no es cierto, pues de los mismos ejemplos que
pone, se deduce que son dos verbos de significación dis-
tinta. Véase lo que se lee en el Poema de Alexandre :
Nunca más lo esperen, ca bien pueden ladrar.
(Copla 2258.)
Aquí ladrar significa ciertamente gritar.
Mas lo que él quiso sobre otros echar
ovólo todo en cabo a lasdrar.
{Copla 144.)
— 63 —
La carga era grande, no la podien mover
avienna bien lasdraáa no la querien perder.
(Copla 1131.)
En estos dos últimos ejemplos, lazdrar vale, según el
mismo autor, padecer, sufrir, pagar.
De que este significado era corriente en aquellos siglos,
léanse los siguientes ejemplos recogidos en no interrum-
pidas lecturas.
Fijo, non lo debiedes vos qiiei'er nin sufrir
que no tanto lasdrase en la muerte pedir.
(Gonzalo de Berceo.)
Tú penas e io lazdro^ non fablo bien en cierto.
(Gonzalo de Berceo.)
Fu iulgado el omne pora morir e lazdrar.
(Libro de Alexandre.)
Cuanto es de triste la gafa pobreza
mezquina, lasdrada e muy espantosa.
(liini Páez de B ibera.)
Los suyos mesmos non facen mención
del pues que lo ven ser pobre lazdrado.
(Buy Báez de Bihera.)
Dice Menéndez y Pelayo que este verbo lazdrar signi-
ficó antiguamente « lastar, pagar, padecer, trabajar, ser
lacerado », no ladrar, como supuso Sáncbez. Eecuérdese
que lazdrado, voz anticuada, vale lo mismo que lacerado.
Una vegada venía el conde Lucanor de una hueste muy can-
sado, y muy lacerado y pobre,
(Conde Lucanor, cap. XXII.)
Ladrear. — Verbo frecuentativo que significa, según mis apun-
tes, ladrar muclio y en balde.
Ladrido. — Voz que forma el perro, parecida a la palabra guav.
No se oía en todo el lugar sino ladridos de perros.
(Cervantes, Quijote,. I- IX.)
— 64 —
Las voces, los ladridos de los perros
cuando acosan la fiera, aquí resuenan.
(B. L. de Argensola.)
Latido. — Se toma por la voz o alarido que da el perro de caza
cuando la ve o la sigue.
Cuando entre el ten iz latido
de sabuesos y ventores,
escucho de una mujer
tiernas lastimeras voces.
(Salazar, También se ama en el ahismo. Jom. I.)
Latir. — Vale formar el perro de caza un género de voz con que
da a entender por donde va siguiendo el rastro que lleva.
Ves que ruge el león, que el toro brama,
que pía la perdiz, que el perro late.
(Diego de Rojeda.)
Y si acaso el sabueso, por no ser muy diestro, o por estar
cansado, deja de latir y ladrar al jabalí.
(Diálogos de Montería, lib. IX.)
Letra canina. — Así llaman a la erre algunos gramáticos, por
su sonido fuerte y áspero.
Mataperrada. — Acción propia del
Mataperros. — El substantivo figurado y familiar es así, en
plural, y equivale a muchacho callejero y travieso, por-
que en pasados siglos los muchachos de la piel de Barra-
bás perseguían a los perros hasta matarlos.
Dice C. R. Tovar en su libro Consultas al Diccionario
de la lengua :
Así, como es un pelagatos, y no un pelagato, figurado y fa-
miliar, el hombre pobre y despreciable,
ítem : fíe vuesa merced de mi palabra, es mataperros.
(Quevedo, La hora de todos.)
Meaperros. — Planta, en Aragón.
Montea. — Acción de montear.
— es-
como caza de monte, el primero que la tr.ontea y mata, es
el dueño.
(Acosta, Eist. nat. // moral de Indias.)
Montear. — Buscar y perseguir la caza en los montes, u ojearla
liacia algún sitio o paraje donde la espera para tirarle.
. . . ca fué causa de non poder prender luego al Obispo e al
conde de Haro, ca eran idos a montear.
(Gómez de Cihdad-Eeal.)
Montería. — Arte de cazar, si bien antiguamente se hacía la
división entre montería y cetrería, significando, a la par,
conjunto de reglas y avisos qiie se dan para la caza.
También debió ser sinónima esta voz áe jauría, a juz-
gar por las siguientes palabras :
... y después el mismo montero, con dos o tres compañeros
y su montería de perros formada.
(Diálogos de la Montería, lib. X.)
Montero. — El que busca y persigue la caza en el monte.
Antiguamente, cuando la caza era la diversión favo-
rita de los reyes de España, había :
Montero de lebrel : el que cuidaba de ellos en las cace-
rías;
Montero de trailla : el que tenía a su cargo los sabue-
sos de trailla;
Montero mayor : el encargado, en la Casa real, de nom-
brar a los monteros, ballesteros, etc.
Seguíales — a los reyes y grandes — gran número de mon-
taros, ballesteros y halconeros, con muchedumbre de perros j
neblíes.
(Jovellanos .)
Música perruna. — Se dice, por ironía, de la que suena mal o
destempladamente.
Perra. — Además de la hembra del perro, significa :
Borrachera, en estilo burlesco.
En Aragón vale gastar dinero, según el Diccionario
de Autoridades, ignorando el por qué de tal significado.
— 66 —
Hoy se denomina perra chica a la moneda de cinco
céntimos y gorda o grande la de diez, y perras^ en gene-
ral, a todas las piezas de cobre.
El pueblo, siempre amigo de los símiles y de la burla,
como vio grabado un león en las monedas de 5 y de 10
céntimos, dio en llamarlas perros y perras, empleando
también el diminutivo perrillas.
Un cantar turolense dice :
Una mujer y una burra
se llevaron a la feria,
de la burra dan cien reales,
de la mujer, ni una ^erra.
Un gandul que saca las perras a los chavalejos de mal vivir.
(Pío Baroja, La busca, pág. 124.)
No rae darás unas j;erri7/as para los churumbeles.
(Pío Baroja, La busca ^ pág. 126.)
Perrada. — Conjunto de ji^^'t'os.
También significa, sin que lo legitime, la conducta de
tan noble animal :
Acción villana faltando bajamente a la fe prometida o
a la debida correspondencia;
Obsequio fingido tomado del halago de los perros; y
Según el Diccionario de Autoridades, el hartazgo de
uvas en la misma viña, por la mañana.
... así
la perrada aquí y allí
a beber agua se avanza.
(Nieto de Molina, La Perromaquia.)
Perramente. — Adverbio que equivale a muy mal.
— ¿ Y tu oficio ? — Soy herrero
— ¿Que tal lo pasas en él ?
— Perramente.
(Bretón de los Herreros.)
Perrana. — Pi-esumo que está por perraza, por la tiranía del
consonante, en la siguiente redondilla de Nieto de Molina.
— 67 —
La primorosa perrana
Orfeo en voz, y en belleza
Venus, cantó con destreza
nna arieta italiana.
(La Perromaquia, canto III.)
Perranesco. — Adjetivo usado por el mismo autor y en la obra
citada, canto IV :
Aquilón, Bóreas y Noto,
vientos de esfuerzo tremendo,
no causaron más estruendo
que el perranesco alboroto.
Perrazo. — Aumentativo de perro.
« El perrazo Mordiscón », dice Nieto de Molina, y Que-
vedo, en la Musa V.
Llevan puñadas de ayuda
como perrazos de Irlanda.
Perreda. — Substantivo anticuado, iíot perrera.
Perrengue. — Se da este nombre al que con facilidad y vehe
mencia se enoja, encoleriza o emperra.
Era una caballeriza
y estaban todos inquietos,
y los abrasaban pulgas
por perrengues o por perros.
(Quevedo, Atusa VI.)
En Galicia, perrengue o perrencha equivale a enfado.
Perrera. — Lugar o sitio donde se guardan o encierran los
2)erros.
Perros aplaudo, ;, q"é podrán decir?
que elijo por asunto unn perrera
o que soy un poeta dado Vi perros.
del soneto de Nieto de Molina a su Perromaquia.
También vale :
Empleo u ocupación que tiene mucho trabajo o moles-
tia y poca utilidad :
5
— 68 —
Mal pagador ;
Babieta de niño ; y
Mal genio. En este sentido lo emplea Moratín :
El marido le salió una perrera.
(Obras póst., t. II, pág. 240.)
En Aragón, según Borao, significa berrinche.
En Covarrubias se lee :
Los mozos de muías suelen, entre otras cosas que les dicen,
llamarlas perreras^ que vale tanto como estar para pasto de
loa perros, por su flaqueza.
Perrería. — Muchedumbre áe perros.
Vale también — ¡ siempre zahiriendo al nobilísimo
can ! — conjunto o agregado de personas malvadas, a
quienes se llama j)erros por ignominia; y acción villana,
y en ocasiones se emplea para demostrar enojo, enfado
o ira.
Y no se hartaba la gran perrería
de ver la sangre que al suelo corría.
(Coplas del Calvario.)
Perrero. — El que cuida o tiene a su cargo los perros de caza,
y también el que es muy aficionado a tener o criar perros.
Antiguamente se daba este nombre al que en las igle-
sias catedrales tenía cuidado de echar fuera de ella a los
perros.
Tener pterreros es cosa
para iglesia catedral :
tuya propia es esa plaza
que yo soy toda seglar.
(Que vedo, Musa VI.)
Un cantar baturro dice :
Los perros van a la iglesia
a dar vueltas y a estorbar :
los hombres a ver las mozas,
las mujeres a alparcear.
Alparcear vale en Aragón, murmurar, chismear.
— 69 —
También se daba este nombre, hoy en este sentido
cayó en desuso, al que engañaba a otro, que comúnmente
se decía « dav perro ».
Todos me lo han de pagar
aanqne no trate de agravios :
y advierta todo perrero
que prevengo y no amenazo.
(Qnevedo, Musa VI.)
Perrezno. — Perrillo o cachorro, a semejanza de lobezno, vibo-
rezno, etc.
Perrígalgo. — Voz caprichosa usada por Lucas Fernández en
su Farsa o cuasi comedia; allí dice :
No te fíes ¡ pese al Cielo !
que uo hay hucia en perrígalgo.
Sucia quiere decir confianza.
Perrillo. — Diminutivo de perro, y también pieza de hierro en
forma de media luna, que se pone a los caballos en lugar
de la cadenilla de barbada, para sujetarles y obligarles
a que levanten la cabeza.
Fueron célebres en el siglo xvn las llamadas « espa-
das del perrillo » .
A lo dicho en la voz << espadas », agregaré que se lla-
maban del perrillo porque, al forjarlas, ponían en sus
hojas, a modo de marca de fábrica, un perrillo.
Con sólo una espada, y no de las del perrillo cortadoras.
(Quijote, II-XVII.)
El mismo Cervantes dice en Einconete y Cortadillo :
Atravesábale un tahalí por espalda y pecho, a do colgaba
ana espada ancha y corta, a modo de las áeX perrillo.
Perro. — Animal, noble, inteligente, sufrido, grato, leal, abne-
gado, valiente, etc., etc., ya que todo el libro, mírese del
haz o del envés, es o quiere ser, una apología de tan sim-
pático cuadrúpedo.
— 70 —
Perrona. — En Asturias, según Apolinar de Rato, significa
perra grande, y también la moneda de diez céntimos.
Ferróte. — Aumentativo de perro.
Van después diez mil maceres,
todos ufanos perrotes.
(Nieto de Molina, La Perromaquia.)
Perruna. — O sea, pan dejyerro.
En sentido recto, el pan que se fabrica para ellos ; meta-
fóricamente vale daño o castigo que se Lace o da alguno.
Agrega el Diccionario de Autoridades que « es tomada
la alusión de que en el pan suelen darles a los perros lo
que llaman zarazas, para matarlos ».
« Zarazas j segUn el propio diccionario, es masa que se
hace mezclando vidrio molido — ¡ si serían salvajes nues-
tros antepasados ! — veneno o agujas, y sirve para matar
los perros^ gatos, ratones u otros animales semejantes. »
A colación trae la siguiente cuarteta :
Teresa de mis entrañas
no te gazmes ni ajaqueques,
que no faltarán zarazas
para los fierros que muerden.
Tirso de Molina escribe en JSl rey don Pedro en Madrid :
No a tratarte viene
i'oscas de Gandul
sino pan de perro
que coció adamuz.
Perruno. — Perteneciente o relativo al perro.
Canto perrunos amores
con este verso comienza Nieto de Molina su tantas veces
citada Perromaquia.
pero coger entre puertas...
eso es desgracia perruna.
(Lope de Vega, Castelvines .y Monteses.)
— 71 —
(el perro) con gran fiesta
al dueño se acercaba ;
con perrunas caricias lo halagaba.
(Samaniego.)
Perruna. — En Álava, fetidez, olor desagradable.
Baraibar, en su interesante Vocabulario, pregunta si
la voz no vendrá de perro, por el olor que a veces des-
pide este animal.
Petis. — « Nombre, dice Covarrubias, que se suele poner a un
perrito; vale tanto como pequeño, del nombre ft-ancés
petit. »
El Diccionario de Autoridades, al tratar de esta voz,
escribe : « tJsase para llamar a los perrillos. »
Por estos pagos solemos dar el nombre de petizo, va-
riante de petís, a todo lo pequeño, especialmente al caba-
llo de i)oca altura.
Protoperra. — Voz jocosa inventada por Marroquín.
Perra entre perras decana,
y entre perras ^ protoperra,
era tenida en su tierra
^OT perra antediluviana.
Toto. — Perro, en Álava.
Dice Baraibar que « es voz infantil, como el teutón
francés '> y el catalán tata, digo yo, por caballo.
Trailla. — Cuerda o correa con que se lleva éi perro atado a las
cacerías, para soltarle a su tiempo.
Diez alanos y dos hembras en collares de oro y trahillas de
seda muy bien obradas,
(Cron. del rey don Juan el II.)
Advirtiendo la cita lo ya dicho en el verbo atraillar, o
sea que antiguamente se escribía trabilla.
Tus. — Voz que se emplea para llamar a los perros, como
cuz, cuz.
Tusa. — En algunas partes equivalente 9, perra, lo mismo que
— 72 —
Tuso. — Osado en lenguaje familiar.
Se emplea también como interjección para llamarlos
o espantarlos.
Ventar, lo mismo que ventear, se lee en el libro Montería del rey
don Alfonso.
Se dice de los perros de caza que jior el olor siguen el
rastro de las piezas.
A do vieren que algún can ventare, que caten bien a qué
lugar.
(Libro citado de Montería.)
Zuzar. — Lo mismo que azuzar.
En Aragón se dice aguzar.
Zuzo. — Voz que sirve de interjección para llamar al perro o
incitarle a que acometa. Dícese más comúnmente chu-
cho^ palabra que, según Cejador, se emplea para hosti-
gar al perro.
REFRANERO
Lo más puro castellano qne tenemos son
los refranes.
Diálogo de la lengua.
Refranes son verdaderas crialalizaciones de
sabidnría. formadas en el seno de los tiempos
por la razón vulgar, saturada, sobret>aturada
de experiencia.
José de Letamendi.
A can que lame ceniza, no le fiar harina.
Así lo ijublica Correas, sin glosa^ como el mayor nú-
mero de refranes que registra. Menos mal que en éste,
el sentido es tan claro, que no demanda explicación.
A carne de lobo, diente de perro.
Otros agregan, mastines o sabuesos.
Juan de Valdés, en su Diálogo de la lengua, publica
el refrán en esta otra forma : A carne de lobo, salsa de pe-
— 73 —
rro, declarando paladinamente que dicho así, no lo com-
prendo.
En su sentido figurado enseña que a faena dura co-
rresponde gran esfuerzo, por declarar el sentido recto,
que siendo dura la carne del lobo, se necesitan de los
dientes fuertes del perro para triturarla.
En ocasiones bien vale : A picaro, picaro y medio.
3. A este perro, echadle un cencerro.
Suponiendo que el animal es bravo, aunque mudo, si
lleva cencerro le oiremos venir.
En sentido traslaticio equivale a aconsejar que se ha-
ble con claridad, sin encubrir segunda intención.
¡ Cuántos humanos deberían llevar cencerro ideal, que
nos avisara su avieso pensar!
4. A éste que es podenco.
Suponiendo que el animal es de mucho aguante, o está
dormido. ¡Cuántas personas, de puro humildes, y olvida-
das de que al que se hace de miel las moscas se lo comen,
aceptan sin protestas atrevimientos necios o desconside-
radas ironías!
Véase cómo explica el nacimiento de esta frase, el dra-
maturgo Francisco de Leiva, en su comedia Wo hay con-
tra tm padre razón.
En Sevilla un loco había
de tema tan desigual
que nna piedra de un quintal
al hombro siempre traía,
y al perro de cualquier casta
que dormido podía ver
dej abásela caer
con que quedaba hecho plasta.
Con un podenco afamado
de un sombrerero encontró
a cuestas la ley le echó
y dejólo ajusticiado.
Indignado el sombrerero
con un garrote salió
y dos mil palos le dio,
— 74 —
y tras cada golpe fiero
muchas veces repetía :
^Qae era podenco no viste
loco infame? Fuese el triste
y luego aunque un gozque vía,
mastín, o perro mostrenco,
al irle la piedra a echar
volviéndola a retirar
decía : Guarda, es podeneo.
Leiva no hizo más que poner en verso, lo que en tersa
prosa nos había narrado Cervantes en el Prólogo de la
segunda parte del Quijote.
5. Achicad compadre y llevareis la galga.
Dice Sbarbi que este refrán se usa cuando se oye una
exageración desmesurada, y es como si se dijera : Exa-
gerad menos y se os creerá.
Covarrubias cuenta el origen de este refrán de la gra-
ciosa manera siguiente :
Un cazador fué a pedir la galga de un amigo para ir a ma-
tar una liebre, que él decía que era tan grande como un be-
cerro.
— Si tan grande es la liebre, mi galga no servirá — le ma-
nifestó el dueño de ella.
— Yo te diré — repuso el cazador — materialmente conjo
un becerro, no, pero como una cabra, lo menos.
— Tampoco servirá la perra, de consiguiente achica com
padre y llevarás la galga. Y así sucesivamente fué achicando
el volumen de la liebre hasta que quedó del tamaño de las co-
munes y entonces llevó la galga.
6 A galgo viejo, echadle liebre, no conejo.
Eefrán que, sin glosa, registra el Comendador Griego.
Tengo para mí que advierte, en su sentido figurado,
que a persona que por sus años y experiencia sabe algo,
no hay que hacerle perder tiempo con naderías, como no
ha de interesarse por asuntos de poca monta quien ave-
zado está a graves negocios o profundos estudios.
— 75 —
7. Agarrao, como perro e cortijo.
Refranesca comparación que nos dio a conocer Rodrí-
guez Marín, declarando candidamente que no doy con su
sentido traslaticio. ¿Por qué el perro cortijero es más
avariento que el pueblero o ciudadano? ¿Será porque le
dan menos de comer y cuando algo logra, lo defiende con
tesón, o indicará exclusivamente el afán comparativo de
los andaluces?
8. A gran perro, gran hueso.
Bien vale, a personaje importante, gran emi^leo. De
modo indirecto aconseja el refrán no achicarse, y hasta
lo sabe por experiencia el autor de esta obrecilla, pues
como vivió siempre modestamente, pudo afirmarse en
público, que cuando se lleva retirada existencia, con po-
co se puede vivir, así este poco linde con lo insuficiente.
9. Agrias como perros.
Frases con que se designan las cosas en extremo ace-
das, principalmente las frutas.
10. A hora mala no ladran canes.
O sea que en la desdicha nadie nos hace caso, verdad
tan antigua como el hombre.
En defensa, sin embargo, del perro, me rebelo contra
el refrán, ya que en buena o mala fortuna el fiel animal
no nos abandona. ¡ Ya quisieran los mortales hombres
tener la virtud de la consecuencia como el perro !
11. A la galga y la mujer, no le des la carne a ver.
Así, sin explicación, nos da Correas este refrán un
tantico deprimente para la hermosa mitad del género hu-
mano, ya que la compara por lo golosa y hambrienta, al
perro.
12. A la garganta del perro, échale un güeso, sí le quieres aman-
sar presto.
Es natural, con un hueso en la boca no se ladra.
Selgas, para mí de inolvidable memoria, glosó, tal vez
sin pretenderlo, este refrán cuando escribió :
— 76 —
Hay todo un sistema de gobierno encerrado en estas senci-
llas palabras : El hombre come por donde habla. De otro mo-
do sería imposible taparle la boca a nadie.
13. A la larga, el galgo a la liebre mata.
Otros escriben : A la larga, toma el galgo la liebre.
Correas, por su parte, lo da así : A la corta o a la lar
ga, el galgo a la liebre alcanza.
L(3pez de Mendoza explica este refrán de la siguiente
poética manera :
La perseverancia sin fortuna,
suele alcanzar toda cosa importuna.
Más prosaica, la Real Academia dice que nos « enseña
que con la constancia se vencen las dificultades », con-
sejo que ya nos dio la doctora de Ávila, al asegurar que
«la paciencia todo lo alcanza ».
14. A la que de todo se agarra, perro que no ladra y mozo que
no trabaja, échalos de casa.
Popular advertencia digna de recordación : pues si la
primera nos molesta con sus peloteras, y no nos sirve el
perro para avisarnos la aproximación de gente descono-
cida, ¿ para qué queremos mantener a nuestro lado al
mozo haragán ? Conviene alejarnos, o alejar de nosotros
cuanto nos estorbe.
15. A las veces ruin cadela, roe buena correa.
Es cierto : ¡ cuántas veces ruin sujeto obtiene rica pre-
benda !
Ya lo dice el cantar :
El oro y las buenas mozas
sólo a los tontos se dan.
16. Alegraos, perros, que ya podan.
Como comentario escribe Correas : A las esperanzatt
largas, y antes se padece.
También el mismo autor da la siguiente variante : Al-
bricias, perros... (Ver: Paciencia, perros, que ya podan.)
— 7< —
17. Al buen amigo, con tu pan y con tu vino, y ai malo, con tu
can y con tu palo.
Correas no explica el refrán, pues, en verdad, su signi-
ficado es tan claro que no exige glosa.
18. Al buen perro le viene de raza, la afición a la caza.
Otros dicen : El perro de buena raza, hasta la muerte
caza.
De las dos maneras indica el refrán que « lo que se he-
reda, no se hurta », o, como dicen los argentinos, aun
cuando la máxima sea vulgarota : Al que nace barrigón
es al ñudo que lo fajen.
Véase luego : De casta le viene al galgo, ser rabilargo.
19. A las nueve alza el rabo a la perra, y bebe.
También lo he leído de otra manera : A las nueve, des-
ataca la perra y bebe ; a las diez, desatácala otra vez.
Por toda glosa a la primera forma escribe Correas :
Hacen pulla de la consonancia.
Vulgarote es el refrán en su sentido recto, y muy hijo
del pueblo siempre amigo de cuchufletas; mas, en senti-
do figurado, heme dado en pensar que lo que el refrán
aconseja es método, orden. Sabido es cuánto influye éste
en la salud, y aun en la tranquilidad del ser humano.
20. Al perro de Blas quiere tanto Olalla, que le echa en su ca-
ma; pero a Blas le quiere más.
Malicioso refrán que no me atrevo a glosar para no
ultrajar la memoria de esa Olalla, a quien no be cono-
cido.
21. Al perro conejero, miradle el florín.
Enigmático refrán perruno que Correas explica así:
Otros dicen : miralle el flobín, otros el robín o la ruin ; no
he hallado cazador que me diga qué entiende por florín. Lo
que yo vi cuando muchacho en casa de mis deudos, que siem-
pre tienen podencos conejeros, es que los bien roscados de
cola eran alabados, porque es señal de brío y lozanía, y así
entiendo por florín, la flor que hacen con la cola enroscada, y
más propiamente florín es la flor que hace meneando la cola
apriesa cuando siente la caza, y va de rastra, y a este colear
— 78 —
lia de mirar y estar atento el cazador : ayuda a esto un vereo
de D. Alonso de Ercilla, en el asalto del puente de Penco :
La gruesa y larga pica floreando.
Algunos dicen que quizá es el hocico que ha de ser ancho
y bien formado : otros dicen mejor que ha de decir el robín,
que algunos llaman la ruin, que es como una lombricilla que
les nace debajo de la lengua y los enflaquece, y se ha de ad-
vertir para quitársele.
De tantos pareceres como nos da a conocer Correas,
me quedo con el primero, por saber que iñorear en lo an-
tiguo significó «moverla espada antes de acometer». El
perro conejero menea, florea la cola antes de lanzarse so-
bre la pieza.
22. Al perro y al parlero, dejadles en el sendero.
Me explico que al hablador, al latero — la voz no fi-
gura eu el diccionario oficial, pero sí lata, — se les deje,
no en el sendero, en la calle, en el salón, si nos aburren
con su insnlsa parla, pero al perro, ¿ por qué ?
Váyasele con el refrán a mi inmortal amigo Palacio
Valdés, y él contestará con aquel admirable cuento titu-
lado : Un testigo de cargo. No, el perro no merece ser tra-
tado como el mayor número de los hombres : sus virtu-
des demandan respeto y consideración.
23. Al postrero muerde el perro.
Este « i)08trero » equivale a : ÍJI último mono, etc.
También lo registra así el mismo paremiólogo : Al pri-
mero muerde el perro.
Correas que es el autor de ambos, glosa el primero di-
ciendo : «Apartándose», y el segundo: «Allegando»
con cuales explicaciones intentó contentar a todos, pro-
bablemente sin lograrlo, que es lo que ocurre a cuantos
quieren estar hien con Dios y con el diablo.
24. Amor de mujer y halago de can, no darán si no les dan.
Así lo publica Correas. (Ver : El amor de la mujer,
etc.). ínterin se lee lo que allí digo, protesto valiente-
mente contra las dos afirmaciones de este refrán.
— 79 —
25. Amor de ramera, halago de perro, amistad de fraile, con-
vite de mesonero, no puede ser que no te cueste dinero.
Tan claro es el refrán que no demanda glosa. En cuan-
to a lo del « halago de perro », ya hablaré luego al trope-
zar con el tan conocido : Menea la cola el can, no por tí,
sino por el pan.
26. Anda er camino dos beses, como los perros.
Así, en andaluz, para que no pierda su sabor de ori-
gen.
Esta comparación que nos dio a conocer Eodríguez
Marín, bien vale para advertirnos que hay muchas per-
sonas que se agitan sin provecho, o que lograrían lo mis-
mo, o quizá más, sin bullir tanto.
27. Anda, perro, tras tu dueño.
Eefrán registrado por Xúuez, que Iñigo López de
Mendoza comenta del modo siguiente :
Quien presume de leal, no ha de recibir empacho de servir
y acompañar a quien es obligado.
De fijo que a San Pedro no le hubiera cantado el ga-
llo, a haber conocido el refrán.
28. A otro perro con ese hueso.
Otros agregan : que éste ya está roído.
Iñigo López de Mendoza, el primero en registrar esta
expresión, la comenta diciendo :
Los sabios no reciben engaño de los cautelosos.
Covarrubias lo explica de la misma manera aun sien-
do la forma distinta, al escribir : « cuando está entendi-
da la flor del que nos viene a engañar ».
Lope de Eueda, en la Eufemia, escena VII, dice : A
otro güeso con aquese perro, forma que Cervantes, tan
amigo de famosos trastrueques, empleó en el Entremés
del vizcaíno fingido, diciendo :
... estas tretas con los de las gallerusas, y con este perro a
otro hueso.
— 80 —
En el Entremén de refranes, de autor anónimo, se lee :
¡Casarme yo! A otro perro con ese (füeso.
Y con este estribillo tiene mi admirado Diego Torres
de Villarroel, una letrilla en el Pronóstico de 1737.
De Bretón de los Herreros es la siguiente frase :
¿Querrá usted decirme a mí que tendría que ir a pedir una
limosna? A otro perro con ese hueso.
La Eeal Academia, finalmente, explica así esta expre-
sión:
Con ella se repele al que propone artificiosamente una cosa
incómoda o desagradable, o cuenta algo que no debe creerse.
PjU Madrid recogí la siguiente frase de idéntico pare-
cido : A mí con esas, yo que soy monaguillo de las Salesas.
29. A perro flaco todo son pulgas.
Equivalente al catalán: A cahall pobra, tot son moscas.
El eminente Sbarbi y la Real Academia comentan el
refrán de la misma manera, que es la siguiente :
Da a entender que al pobre, mísero y abatido, todos le com-
baten y procuran reducir a mayor miseria.
Hermano de éste es aquel otro refrán que reza : De ár-
bol caído todos hacen leña.
30. A perro viejo no hay tus, tus.
Otros, aunque joocos, dicen : cu;:, cuz, y la Academia
registra así el refrán : A perro viejo nunca cuz, cuz, o no
hay tus, tus.
Declaro que en mis lecturas sólo una vez di con el
adverbio nunca, en Bastús, lo que implica decir que tuve
poca suerte.
López de Mendoza lo explica así : « El que es platico,
no sufra lisonjas ni halagos. »
Covarrubias agrega que « tus o tuso se deriva de reto-
sar, con cuyas palabras halagamos al perro y él se re-
gocija».
Por su parte, el Comendador Criego escribe : « Porque
— Si-
se va tras su dueño y no es menester llamarle como ni
nuevo que se pierde si no se le llama. »
Finalmente, Bastús dice : « Así que el refrán equivale
a decir que a perro viejo es inútil o por demás intentar
engañarle con fiestas o halagos. »
Allá van unas citas :
Déjate conmigo de razones, que a perro viejo no hay tus, ttis.
(La Celestina.)
Esas burlas a mi cuñado, que yo soy j^f^^'^'o viejo, y no hay
conmigo tus, tus.
(Don Quijote, parte II, cap. LXIX.)
Escuchadme, perritos,
venid, /«*;, tus, oídme.
(Cervantes, Los baños de Argel.)
¡2\is, tus! ¡Cual acude!
¡Y luego dirán que no hay
a perros viejos, tus tuses !
(Calderón, Celos, aun del aire, matan.)
Si digo que yo no puedo,
no puedo; no hay que moler,
ya está dicho : A perro viejo
no hay tus, tus.
(L. Moratín, El viejo y la niña.)
Estas dos últimas citas las tomo de don C. Cortejen
en sus notas al Quijote.
31. A quien Dios le quiere bien, la perra le pare puercos.
Así dice el Comendador Griego, pero Halara substitu-
ye puercos por 1 echones, y Bastús lo registra de este
otro modo : ... los perros le ponen huevos.
La Academia, por su parte, escribe : « Expresión ^'gr. y
fam., con que se jjondera la felicidad de uno, que aun de
las cosas en que parece no podía tener utilidad, saca
provecho o conveniencia. »
En son de burla se lee en la Tragedia policiana, ya
que la idea es diametralmente opuesta : « Pues, al hom-
— 82 —
bre dichoso, la puerca lepare perros», copia, al fin, de
esta expresión que he leído en Correas : Al desdichado,
las puercas les paren perros.
En su primitiva forma, bien vale el refrán : Cuando
Dios qiiiere, con todos aires llueve.
32. A quien no ie sobra el pan, no críe can.
En su sentido recto el refrán no necesita comentarios,
y en el figurado nos aconseja no cargar con ajenos com-
promisos cuando a duras penas podemos con los propios.
Los catalanes dicen: Casa pobra, f ora gos.
33. A toda hora el perro mea y la mujer llora.
El refrán me parece de evidente exactitud, ya que si
el can parece tener siempre llena la vejiga, la mujer,
quizá efecto de su exagerada sensibilidad, con facilidad
descarga su saco lagrimal.
34. A trágala perro.
Esto es, por fuerza, con violencia.
¿Xacería la frase de la cruel costumbre de envenenar
a los perros ? Bien pudiera ser.
35. Aunque ando y rodeo, nunca falta a la puerta un perro.
Eefrán sin glosa, registrado por el Comendador Griego.
Los perros famélicos suelen acercarse a los hogares
donde abunda el pan, y éste lo gana quien trabaja, quien
anda y rodea en procura del necesario sustento.
36. Aunque manso tu sabueso, no le muerdas en el bezo.
Otros escriben, ignorando el por qué, befo.
Bezo, que significa labio grueso, está en el refrán, traí-
do por la asonancia, por hocico.
Comentando la frase dice Sbarbi que : « Indica el cui-
dado que debe ponerse en no irritar ni exasperar aun a
los que muestran suavidad y mansedumbre. »
37. A untar al galgo la panza, que no hay alhaja.
Así lo publica Correas, debiendo confesar, una vez
más, mi torpeza, pues no adivino ni el sentido recto ni
el figurado de la frase.
— 83 —
38. Be más que un perro po'r c...
Dícese de los muy cegatos, o de los muy romos de mo-
llera, que así suelen ser los andaluces, graciosos en sus
comparaciones aun usando jialabras no muy pulcras.
39. Bibe como un perro capao.
Andalucismo también, para dar a entender la tran-
quilidad de los que no necesitan aproximarse al bello
sexo, y, i)or extensión, la de aquellos que no se intere-
san por nadie ni por nada.
40. Bocado de mal pan, ni lo comas ni lo des a tu can.
Refrán publicado por el tantas veces citado Comen-
dador y por Palmireno, y que líiigo López de Mendoza
comenta así :
« Hacienda carcomida ni la poseas ni la des sino a
cuyo es, poique a los otros hace daño. »
Me parece que el glosador enturbió lo claro.
Tengo para mí que can, en este caso, está por amigo,
ya que amigo es del hombre tan fiel animal y que lo
que el refrán aconseja es no ofrecer o dar a quien se
quiere, aquello que puede perjudicarle.
41. Buscadlo, amigo, mas si fuera perro ya os hubiera mordido.
Dice Núñez que es contra los malos buscadores, y así
es, en verdad, ya que lo que el refrán advierte es que se
solicite dar con lo que se busca, mas sin precipitación,
sin turbarse, i)orque de lo contrario sucede tenerlo muy
cerca y no verlo.
42. Caballo, galgo e hidalgo, bueno y no mediano.
Tan claro es el sentido recto del refrán que no necesi-
ta explicación. Correas lo comenta así : « Porque los dos
hacen el mismo gasto y el mal hidalgo es molesto. »
Torres de Yillarroel, en uno de sus Pronósticos, lo es-
cribe de esta manera : Caballo, galgo e hidalgo ha de ser
bueno, bueno, y no basta mediano.
43. Cabra, cabrón y can, buen cordobán.
Para la buena comprensión de esta frase, necesarias
son algunas explicaciones.
— 84 —
Cordobán es la piel del macho de cabrío, adobada y
aderezada, y de cordobán se hacían zapatos, según el
P. Acosta ; y que de ella se hacían guantes nos lo prueba
la Pragmática de Tasas, del año 1680; allí se lee :
Cada par de guantes de cordobán, para hombre, para ade-
rezar, en blanco, diez reales.
De cabra se derivó cabritilla, que es la piel de cual-
quier animal pequeño, como cabrito, cordero, etc., la que
se adoba, adereza y da color, agregando el Diccionario
de Autoridades, que sirve también « para hacer guantes,
países de abanico y otras cosas ».
Ahora bien ; entre estos animales pequeños estaría el
perro cachorro, y así se explica que en los siglos xvi y
XVII se usaran guantes de perro; como se adivina que
tan finas pieles — las de cabrito, cordero, jjerro, etc. —
se vendieran y aún se vendan, con los nombres de tafile-
te, piel de Eusia, cabritilla, etc.
44. Can aperruñado, no se daña,
dicen los portugueses. Apezuñado significa con uñas por
encima de las patas.
En Andalucía hay la superstición de que el perro que
tiene seis dedos en la mano, no rabia.
A projiósito de apezuñado que me lleva a pezuña, abro
el Diccionario de la Real Academia y leo :
Pezuña (del latín pedís úngula) f. pesuña.
Pesuña {de pezuña) f. conjunto de los pesuños.
Pestiños (de pesuña) cada uno de los dedos, etc.
Adóbame estos candiles, madre Academia, porque si lo
entiendo que me emplumen. En qué quedamos, ¿es pezu-
ña o pesuña? Lo malo es que todo ello, patrocinado por
la llamada docta Corporación, se repite en los demás dic-
cionarios, conque al público brindan no los lexicógrafos,
sino los simples fichólogos, o fichólogos simples, de pa-
labras.
45. Can de can viejo, y potro de caballo nuevo.
Así como hay la creencia que he recogido, aunque ig-
noro en qué se apoya, que de padres de treinta o cuaren-
ta años, nacen hijos más inteligentes que los habidos en
años mozos, hay la suposición entre las gentes del cam-
po, de que los hijos de perro viejo son mejores que los de
padre joven, al revés de lo que acontece con los caballos,
cuyos hijos son más briosos si sus progenitores son de
pocos años.
46. Can ladrador que no tiene fuerza, ¡guay de su pelleja!
Eecomienda el refrán que quien puede poco, sea par-
co en el hablar, y sobre todo que no murmure de sus
mayores en edad, saber y gobierno.
47. Can que madre tiene en villa, nunca buena ladrida.
Así lo registra también el Diccionario de Autoridades.
Correas lo explica de este modo :
Entiéndese de mozos y mozas hijos del lugar, que no son ta-
les como los de fuera.
Glosa, por cierto, sobrado obscura como muchas de las
de aquel célebre paremiólogo.
El Comendador Griego es evidentemente más claro,
cuando dice que el refrán « enseña que ninguno puede
ser juez ni administrar justicia con libertad, en el lugar
donde ha nacido y tiene parientes que le clamen ».
48. Can que mucho ladra, ruin es para casa.
Véase : Perro ladrador, nunca buen mordedor.
49. Can que mucho lame saca sangre.
En el Libro del Buen Amor, copla 590, se lee de esta
otra manera : El can que mucho lame, sin diibda sangre
saca.
A dos interpretaciones distintas se presta el refrán.
Para unos, da a entender que los muy lisonjeros suelen
sacar tajada del alabado; para otros, equivale a la frase
cariños que matan, porque, en verdad, si el mucho lamer,
al adelgazar la piel, hace que de ella brote con facilidad
la sangre, el excesivo cariño suele acarrear funestas con-
secuencias.
— se-
so. Can que muerde, no ladra en vano.
Tan claro es el sentido recto y aun el figurado, que el
refrán no exige glosa.
51. Cara de perro, tener uno...
Equivale a cara de pocos amigos, aludiendo a la mira-
da fosca que suelen poner los canes ante los desconoci-
dos.
52. Castigar ai perro cuando tiene el rabo tieso.
Así lo registra el Comendador Griego, aplicándolo del
modo vsiguiente :
« Quiere decir cuando está muerto y no ha de aprove-
char. » En tal supuesto sería hermano de A asno muerto
la cebada al rabo, y de la frase A buena hora mangas ver-
des.
Paréceme, sin embargo, que en sentido figurado vale
algo más; entraña más honda filosofía. Entiendo que va
dirigido a los cobardes que se ensañan con quien ya no
puede defenderse, siendo por lo tanto próximo pariente
de A moro muerto gran lanzada.
53. Clérigos, frailes y pájaros pardales...
Como la frase resulta una seguidilla, voy a transcri-
birla tal y como la he recogido :
Clérigos, frailes y pájaros pardales
son tres malas aves ,:
perro, galgo, hidalgos y rosines
son tres más ruines.
Como ya en mi libro La religión en el idiojua demos-
tré, que si el pueblo español era muy religioso no confun-
día la religión con sus ministros, ya que contra éstos si
eran malos, inventó muchos refranes, no tengo por qué
apoj'^ar en los dos primeros versos, si bien no holgará re-
cordar a los poco leídos, que los clérigos y frailes, con
los diezmos, y los pardales — gorriones — con sus robos,
disminuían de visible manera la cosecha de los modes-
tos labradores.
Que el rocín es mal caballejo, y que los hidalgos, por
holgazanes y fachendosos, polilla eran de aquellas socie-
dades, no piden creo demostración documentada. Mas
lo que me abisma en un mar de confusiones, como diría
cualquier moderno Pérez Escrich, es que se califique de
ruin al galgo. ¿ Cómo se atrevió el inventor de la copla
a juntar lo inservible con lo útil? Así como Quevedo no
hallando de repente un consonante a disoluta, no titu-
beó en emplear la palabra de cuatro letras que empieza
con p, así el coplero popular, para completar la medida
del verso, no tuvo reparo en embutir en él galgos, como
pudo decir gatos, chinches, etc., animales de verdad rui-
nes, que así son de despreocupados y mendaces ciertos
versificadores. ¡Todo sea por Dios! dirá el galgo honra-
do y corredor.
54. Comer como dogos.
Frase que, como adivinará el más lerdo, significa co-
mer mucho y con ansia, tanto que, para no perder tiempo
mascando, engullen hasta atragantarse.
De sobras me sé que hay seres humanos que así co-
men, y a ellos precisamente se aplica la frase que, como
todas las verdades, molesta a quien se dirige,
55. Come más que la jambre canina.
Otra comparación andaluza, apoyada en la frase « te-
ner hambre canina » .
56. Comido de perros.
Frase empleada por Cervantes en La tía fingida.
... j comidos que fueron (y no de perros) convocaron, etc.
Dice el erudito chileno T. J. Medina, que esta frase
« tiene el alcance del último y mal estado a que puede
llegar una persona o cosa y que bien pudiera incorporar-
se en el léxico ».
57. Como con perro por carnestolendas.
Dice Cervantes, Quijote^ parte I, capítulo XVII :
... y allí, puesto Sancho en mitad de la manta, comenzaron
u levantarle en alto y a holgarse con él como con perro por
carnestolendas.
— 88 —
Al tropezar Rodríguez Marín con esta frase, en sus
comentarios a la obra cervantina, pasmo, regocijo y en-
canto de cuantos la leen, trae tres citas del meritísimo
Bowle, una de Mateo Alemán y dos de Vicente Espi-
nel, suficientes para probar que de tal diversión fueron
víctimas no pocas personas, y Rodríguez Marín agrega,
por su parte, citas de La Celestina, de Sebastián de Oroz-
co y de Salas Barbadillo, todo lo cual demuestra cómo
gustaban aquellas generaciones de tan brutal entrete-
nimiento.
El sabio Clemencín, sabio sí, a pesar de su exagerada
crítica al libro inmortal, dice al respecto :
De la costumbre de mantear los perros por carnestolendas,
hacen mención nuestros antiguos escritores. Solían, y aún
ahora suelen, también, por el mismo tiempo, ponerse los mu-
chachos con una cuerda tendida de una a otra parte de calle,
y entretenerse en voltear a los perros que pasan.
¡Cómo hubiera protestado de tales hechos Sarmiento!
no el padre, sino aquel general pedagogo argentino, que
a todos recomendaba ser compasivos con los animales.
Verdad que a veces hay quien se compadece de los irra-
cionales y dejan morir de hambre a sus semejantes (1).
58. Como andar a caza sin perro.
Bien vale pretender realizar un trabajo sin disponer
de los útiles o elementos necesarios.
59. Como el gazapo, que huyendo del perro dio en el lazo.
¡ Cuántos por huir de Scilla se estrellan en Caribdis !
que es, a la xjostre, lo que el refrán significa.
60. Como lebreles.
Frase que se emplea al ver cómo dos seres humanos
luchan con encono, por suponerse que los lebreles sue-
len ser bravos, cuando ¡vaya uno a saber por qué ocul-
tas intenciones! contienden a dentellada limpia.
¿lío hay, acaso, políticos que por escalar un puesto,
(1) De la brutalidad hacia el animal a la crueldad hacia el hombre no
hay más diferencia que la víctima. — Lamartint.
— 89 —
luchan, en verdad, con más saña que los lebreles? Y no
vale señalar.
61. Como los perros del tío Alegría, que se arrimaban a la pa-
red para ladrar.
Pondérase con esta frase proverbial, dice el ya men-
tado Sbarbi, lo sumamente flaco o débil que se halla al-
gún individuo de la especie humana o animal.
Otros, para ponderar esta flaqueza dicen : « Fulano es
el perro del tío Alegría», con cual frase, escribe Monto-
to, se designa a la persona que alardea de gran esfuerzo
y valor, y ni para hablar tiene alientos.
62. Como los perros del tío Fulginos, que se pasaban de finos.
Expresión proverbial con que se moteja a quien se
equivoca por extremar atenciones.
63. Como perro con vejiga, maza o calabaza.
Bárbara costumbre de antaño ftié la de atar a la cola
de los perros, especialmente durante los días de antrue-
jo, cualquiera de los chismes citados, y aun, como yo mis-
mo he visto, ollas o cacerolas. Ya se supondrá que al
echar a correr el pobre animal, el ruido producido por
aquel apéndice, aceleraba su marcha, hasta convertirla
en vertiginosa; y era de ver entonces la algazara brutal
de los espectadores y oír las animalescas carcajadas que
lanzaban al aire celebrando el azoramiento del simpático
cuadrúpedo.
Los niños gastan de jnegos,
de correr y alborotar
y poner mazas a perros,
dijo L. F. de Moratín, en el acto II de Ul Viejo y la niña.
No faltaban, sin embargo, gentes compasivas que se
dolían de los infelices animales así atormentados, tanto
que en el Entremés El hidalgo de la Memhrilla, de Ave-
llaneda y Guerra, representado en el Buen Retiro, en el
carnaval de 1662 ó 1663, figura « una señora compasiva
provista de tijeras para quitar las mazas de todos los
perros que encuentra ». (Véase Entremeses, de Ootarelo y
Mori, t. I, cap. Y.)
— 90 —
Góngora, aquel atrevido e inimitable cordobés, gloria
de la literatura castellana, tomando pie de tan bárbara
costumbre, escribió el siguiente epigramático soneto:
Por niñería un picarillo tierno,
hurón de faltriqueras, sutil caza,
a la cola de un perro ató por maza
(con perdón de los clérigos) un cuerno.
El triste perrinchón en el gobierno
de una tan gran carroza se embaraza;
grítale el pueblo, haciendo de la plaza,
(si allá se alegran) un alegre infierno.
Llegó en esto una viuda mesurada,
que entre los signos, ya que no en la gloria
tiene a su esposo, y dijo : « Es gran bajeza
que un gozque arrastre así una ejecutoria
que ha obedecido tanta gente honrada,
y aun se la ha puesto sobre su cabeza. »
En el Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, se lee :
Yo escapé de la de Roncevalles como perro con vejiga.
Don Ventura Ruiz de Aguilera en una poesía titulada,
impropiamente, Correspondencia del moro, dice :
Madre, ya es nuestro el Sei'rallo :
unos moros van, cual perros,
con maza, trepando cerros
y otros a uña de caballo.
En sentido figurado suele decirse : Más corrido que
perro con maza, aplicándose, como se comprenderá, al
que yendo por lana y saliendo trasquilado, tiene que ale-
jarse precipitadamente del lugar en el que pretendía im-
ponerse. En estos casos, por estos pagos solemos decir
que Salió como rata por tirante, frase ésta que registra
Rodríguez Marín en su folleto : Mil trescientas compara-
ciones andaluzas.
64. Como perro de barbecho, ladra sin provecho.
En el Entremés de refranes, de autor anónimo, se lee
éste, al que el Comendador Griego pone por glosa :
Porque no hay que guardar en el barbecho.
— 91 —
Dice e] Diccionario de Autoridades que va el refrán
« contra los que inútilmente se fatigan en lo que no sir-
ve ni aprovecha para nada. »
Amiga diz : amidos faze el perro barbecho,
se lee en el último verso de la copla 954, de el Libro del
Buen Amor, del Archiprestre de Hita, añadiendo por glo-
sa Cejador, que « quiere decir el Archipreste a la Chata
que en balde ladra como perro en barbecho, pues no
trae consigo cosa que darle».
65. Como perro por viña vendimiada.
Esto es, eu lo que se pasa ligero, ya que no hay motivo
para detenerse, como no lo tiene el perro para demorar-
se en viña que, por estar vendimiada, nada puede ofre-
cerle.
66. Como perros y gatos.
Locución que se emplea con los verbos estar, vivir,
llevarse, etc., para denotar el aborrecimiento que algu-
nos se tienen.
Los judíos españoles de oriente, por su tendencia a
suavizar el sonido fuerte de la erre, dicen : Gomo el pero
y el gato.
Declaro, en honor a la verdad, que no creo en esta
frase, antes al contrario entiendo, y la pasada guerra
y la postguerra me lo demuestran, que para ponderar
la enemistad entre dos personas bastaría decir : Gomo
hombres.
Precisamente escribo estas páginas cuando en mi
hogar viven, no sólo en buena armonía, sino que comen
y duermen juntos, dos perros y un gato, siendo agrada-
ble ver cómo juegan y cómo los canes no abusan de su
fuerza y se dejan acometer por el simpático felino. En
una misma yacija suelen acomodarse durante las pesa-
das horas de la siesta.
El caso no debe ser tan raro, cuando en una poesía de
don V. Euiz de Aguilera, titulada: La hospitalidad,
se lee :
— 92 —
y el perro fiel, constante compañero,
y el gato cazador que con él juega.
67. Como el perro que ni roe el hueso, ni deja roerlo.
Otros dicen: Como peno que ni roe ni quiere que ro-
yan el hueso.
En cualquiera de las dos formas va contra el envi-
dioso avariento que priva a otro de lo que pudiera serle
de provecho, sólo por el innoble placer de causarle daño.
También la experiencia me lia demostrado que no
siempre es verdad la frase, pues más de una vez quité
un hueso de entre las patas de un perro para dárselo a
otro, sin protesta del primero. Claro está que no haría lo
mismo con un perro hambriento que estuviera royendo un
hueso, como a un ser humano no le quitaría sin causa
justificada un empleo que le permite comer y dar de co-
mer a los suyos, para dárselo a otro, lo que quiere decir
que, en ésto, perros y hombres son parecidos.
68. Como perra salida, estar.
Frase vulgarota que se aplica a la mujer que, con sus
palabras o acciones, da a entender que abriga apetitos
lujuriosos, torpes y lascivos.
69. Con ese galgo, otra liebre habéis tomado.
Aunque sin comentarios, registra la frase el Comenda-
dor Griego ; entiendo que con ella se felicita a quien
acertó en los primeros pasos de un negocio.
70. Con ese galgo no mataréis más liebres.
El citado autor comenta esta frase diciendo : « que
con aquel embuste y traza no le engañará otra vez, ni
le podrá valer nada ».
71. Córtale el rabo al perro, y cátale perdiguero.
Otros lo publican con esta leve variante : En quitán-
dole la cola al perro, cátale perdiguero.
De cualquiera de las dos maneras, parece aconsejar
conformidad con lo que se posee. Sabido es que no en
más feliz quien más tiene, sino quien se conforma con lo
que pudo lograr.
— 93 -
72. Corre más que un galgo.
Se aplica, en sentido figurado, al que en sus negocios
« se pierde de vista », teniendo presente la velocidad del
animal citado.
73. Cual el dueño, tal el perro.
j Ah ! éste sí que es comprensible, pues siempre he
creído que los animales domésticos reflejan el hogar en
que viven, como la servidumbre al dueño de casa.
74. Cuando el perro quiere a la cadela, mucho la promete de la
fareia.
Para la mejor comprensión de este refrán, debo recor-
dar que cadela equivale en Galicia a perra, y fareia a
pan de salvado que allá se llaman farelos ; de ellos se cue-
ce pan para los perros. Las farelas son, en Castilla, pe-
rrunas.
Con esto queda aclarado el sentido de la frase.
75. Cuando llueve y hace sol, deja el perro su pastor.
Dice Correas, y a él dejo la gloria de la interpreta-
ción :
Por irse a la quesería a lamer los sueros, que es el tiempo
de esquilmo, por abril y mayo, y por guardarse del agua y
por irse a la sombra.
76. Cuando tú, perro, me miras, ¿ qué hará mi Pedro de Vi-
llamor?
Refrán, mejor dicho frase irónica, que Correas explica
así :
Una que presumía de galana y linda, su perro miraba que
le diese pan, y ella echábalo a su gala : burla de las tales
ufanas.
77. Dar del pan al perro, porque no muerda.
Claro, porque dádivas quebrantan peñas, pero lo malo
es que a veces los perros ¡ si serán poco prácticos o im-
prácticos ! como diría Mugica, por no querer parecerse a
los hombres, no se dejan convencer, y al que para acallar-
los les ofrece pan, contestan con una dentellada.
— 94 —
El refrán no parece inventado para los perros, sino
para los opositores que dejan de serlo en cuanto el go-
bierno les brinda una tajada.
78. Dar pan de perro.
Frase vulgar, se lee en el Diccionario de Autoridades,
con que se da a entender que a alguno lo han maltra-
tado.
De las dos citas que trae, copio la siguiente:
Mi gusto no se acomoda
a que, por acierto o yerro,
a mí me den pan de perro
y él coma el pan de la boda.
(Rebolledo, Ocios.)
79. Dar perro a uno, o dar un perro.
Significaba eu lo antiguo dar un mico, lo mismo que
dar gatazo ; las tres frases valen engañar, según se lee
en los diccionarios de Autoridades y de la Academia.
Del primero es la siguiente cuarteta :
Pero todo lo merezco,
pues falso y engañador,
di perro muerto de pelo
vendí raso por borlón.
(Jacinto Polo.)
Puedo agregar de mi cosecha los ejemplos siguientes:
Leo en El Burlador de Sevilla, acto II, escena V :
D. JcAN. — Buen albañil quiere ser
Marqués ¿qué hay de perros muertos ?
Mota. — Yo, y don Pedro de Esquivel
dimos anoche uno cruel,
y esta noche tengo ciertos
otros dos.
Y a las pocas escenas, en la XII dice :
D. Jdan. — Mientras a la calle vais
yo dar un perro quisiera.
Mota. — La mujer ha de pensar
que soy él ¡ qué gentil perro ?
— 95 —
En Ul lindo don Diego de Moreto, se lee :
Las manos en nnos guantes
de perro, que por aviso
del uso de los que da
los aforró de su oficio.
Esto es, como tenía i^or oficio dar perro, se aforró las
manos con guantes de ídem.
En La Petra y en La Juana dice don Ramón de la
Cruz :
... que tu buen modo
pegará a cualquiera un perro.
Y finalmente, en Bretón de los Herreros leí :
— Bien. Tú dirás lo quieras,
pero Bruno te da perro.
80. Darse uno a perros, y también estar dado a perros.
Se aplica a la persona de carácter avinagrado, dis-
puesta siempre a irritarse :
El pobre ni chistó ni mistó, y volvióse dado a perros, y ju-
rando que le había de dar su recado.
(Quevedo. Cuento de cuentos.)
Era el hombre más dado a jierros que vi en mi vida.
(A. Enrique Gómez, Vida de don Gregorio Garduña.)
Dábanse a perros, porque no se hacía señal para combatir
y entrar el pueblo.
(Sandoval, Historia de Carlos V).
Epigramáticamente Antonio de Mendoza escribió :
Un blando en todo concierto :
Filis, conde vengativo
de que un perro queda vivo
a vista de tanto muerto,
del can, que te hizo el tuerto,
si derecho le respondes
te venga, y si correspondes
a quién eres y a quién es,
más seguro es que te des
a los perros que a los condes.
— 96 —
Tirso (le Molina dijo :
— Ya eres maesa de amor :
mas pues descubres secretos,
sábete que yo también...
— ¿Amas ? Está dada a perros.
Y para dar fin a tanta cita, léase cómo Nieto de Moli-
na terminó un soneto :
Dedico estos versos, y
juzgo llevarán mil yerros
porque estaba dado a perros
cuando de ellos escribí.
81. De amos comilones, los servidores y los canes han todos
los días hambres.
La idea del refrán es tan transparente como el alma
virginal de una doncella. Hay mortal bípedo, y ello me
consta, tan limpio, que para pulirlo todo arrebaña los pla-
tos trincheros hasta sacarles lustre y ¡ que vayan luego
los perros a lamerlos ! Por desgracia para la familia pe-
rruna, aún existen descendientes del dómine Cabra.
82. De casta le viene al galgo el ser rabilargo.
Otros escriben : De casta le viene al galgo tener el rabo
largo.
De cualquiera de los dos modos da a entender el re-
frán, que los hijos suelen imitar las costumbres de los
padres, costumbres que, siendo buenas, hizo exclamar a
aquella vieja madrileña : Bien haiga quien a los suyos se
parece, exclamación que, sabido es, se incrustó en nues-
tra copiosa paremiología.
83. Delante, perros y gatos, detrás como hermanos.
Así lo publica el Comendador Griego, frase, como se
adivinará, dirigida a los que en público fingen desave-
niencias para desorientar, despistar, como decimos aho-
ra, a los oyentes, a fin de hacerles comprender que hay
una discrepancia de opinión que no existe.
84. De los perros el vómito y el agradecimiento.
Plinio es el autor de ambas afirmaciones, en su Histo-
— 97 —
ria natural, libro 29, capítulo IV, libro 8, capítulo XL :
y de ellas se apoderó Cervantes para escribir en el capí-
tulo XI de la parte II del Quijote :
... que de las bestias han recibido machos advertimientos
los hombres y aprendido muchas cosas de importancia, como
son de las cigüeñas el cristel, de los perros el vómito y el
agradecimiento, etc.
Que el perro es muy agradecido, esto lo sabemos todos
los amantes de tan noble animal; ahora, de que el vómito
constituya una de sus características, esto, como no soy ve-
terinario, no me atrevo a afirmarlo. Sin embargo, pregun-
to a estos señores, ¿ lo del vómito no vendrá de la evidente
glotonería del perro '} (Véase : Volver a lo pasado... etc.)
85. De perro bermejo, nunca buen pellejo.
Creencia popular harto arraigada es la de suponer que
es de mal agüero tropezar con un perro de color rojizo,
por suponérsele huraño y pendenciero, tanto que el mis-
mo pueblo afirma que : JDe tal pelo, ni gato ni perro.
Y aún hay más. Recordando tal vez a Judas Iscariote,
y suponiendo que en toda agrupación o comunidad hay
siempre un individuo de carácter díscolo y atrabiliario,
inventó este refrán que registra el célebre Xúñez : Un
cada concejo hay su perro bermejo.
86. De rabia mató la perra.
Que bien vale : Cuando no pueden con el asno, dan en
la albarda.
Aplícase el refrán a quien no pudiendo vengarse del
ofensor, por ser poderoso, se vuelve contra lo primero
que le viene a mano.
87. Dios le dé salud a manchas, como perro perdiguero.
Asegura Correas, palabras textuales, « que es malicia »
y tal vez por exceso de ella en mí, no lo creo.
El perro perdiguero suele tener muchas manchas, lue-
go, al desearle a un mortal salud a manchas, lo que se le
desea al prójimo es mucha salud, tanto como manchas
tiene el can que caza perdices.
— 98 —
También a manchas puede ser corrupción de a manta,
que en buen castellano significa en abundancia.
88. Dios me guarde de fuego de casa y de can con rabia.
Dice Halara, refrán que otros más bondadosos lo regis-
tran encabezándolo así : J)ios te guarde...
Ambos deseos, por su claridad, no exigen ciertamente
explicación.
89. Dios te libre de hombre que no hable y de can que no ladre.
Sin las tres primeras palabras, en el artículo can lo
registra el Diccionario de Autoridades, y el Comenda-
dor Griego, y ambos lo explican de igual manera, di-
ciendo que el refrán advierte que « nos liemos de guar-
dar de ellos, porque de ordinario son traidores y hacen
el tiro antes de ser sentidos».
El refrán presenta la siguiente variante : De hombre
qtte no habla, ni de perro que no ladra, no fiarse.
Por algo dice el pueblo : Quien calla, piedras apaña.
90. Dios te guarde de perro atado y de hombre determinado.
Deseo digno de agradecimiento, ya que si el perro al
verse desatado suele ser atropellador, y prudente es
separarse de él, la misma prudencia nos aconseja alejar-
nos del bombre que va dispuesto a todo.
91. Dios y el cucho pueden mucho, pero sobre todo el cucho.
Dicen los gallegos, debiendo recordar que cucho equi-
vale, en algunas partes de aquella pintoresca región espa-
ñola, a perro, perrillo, si bien en otras vale ternero.
También he leído cuchu en vez de cucho, y cuchu vale
en algunas comarcas a estiércol.
Ya tienen los verdaderos paremiólogos, con tales
explicaciones, campo abierto para sus fantasías; pues si
cucho vale perro, claro está que Dios y el guardián de la
casa salvarnos pueden de un asalto; si significa ternero,
quién no sabe que fué antaño tan sabroso bocado que dio
oiigen al nacimiento del aforismo de la mar el mero y de
la tierra el carnero; y si decir quiere estiércol, aun los
que vivimos más alejados de la agricultura, sabemos que
— 99 —
el abono animal enriquece las plantas haciéndolas más
nutritivas.
¿ Que con cuál parecer se queda el autor 1 Con cual-
quiera, ya que los tres dan explicación satisfactoria.
92. Donde no hay pan, váse hasta ei can.
El pueblo suprimió la preposición de con que debía
empezar este refrán parecido al ya registrado : A qíiien
no lesohra el pan no críe can. He diclio parecido, no igual,
ya que este último encierra un consejo, y el otro entraña
una amarga verdad, y es que de la hambre todo el mun-
do huye, incluso el perro, que es el animal más adicto al
hombre.
93. Donde no hay viejos, no hay perros.
No se me suben los colores a la cara al declarar que
no adivino ni el sentido recto ni el figurado de esta frase.
Si la propia experiencia sirviera de algo, más bien me
inclinaría a borrar el primer adverbio de negación, ya
que niños y perros suelen hacer buenas migas, mientras
que a los viejos los canes les fastidian.
Correas dice, comentando la frase, vaya uno a saber
por qué : Porque riñan a los mozos.
94. Dormir a las martilladas y despertar a las dentelladas.
Así lo publica Covarrubias. El Comendador Griego y
la Academia lo escriben de este otro modo : JEl perro del
herrero duerme a las martillada» y despierta a las dente-
lladas.
Con esta frase, que sirvió de tema a nuestro Sama-
niego para escribir la fábula Ul herrero y el perro, se
reprende a los que, huyendo del trabajo, sólo se presen-
tan a la hora de comer, y por extensión a los que hurtan
el cuerpo a toda molestia, y no aparecen hasta que el
asunto o el negocio ha llegado a feliz término.
Digan lo que quisieren, que nosotros somos los perros del
herrero que dormimos al son de las martilladas.
(Cervantes, La cueva de Salamanca.)
— 100 —
95. Dos gozques a un can, mal rato le dan.
Siendo hermanos, gemelos suyos, los siguientes :
Dos lobos a mi can, bien lo morderán ;
Dos perros a un can, mal trato le dan;
Dos perros a un lebrel, tiénense con él; j
Dos potros a un can, bien lo morderán.
Cualquiera de los cinco refranes « da a entender, dice
el célebre padre Sbarbi, la ventaja del mayor número en
los combates y peleas ^>.
96. Dos perros con un hueso.
Tanto en sentido recto como en el figurado, la pose-
sión de un hueso entre dos perros o de una prebenda
entre dos personas, a la corta o a la larga, da lugar a
dentelladas o a desavenencias.
97. Échale un galgo.
Dice la Academia que con esta frase figurada y fami-
liar se denota la dificultad de alcanzar a una persona, o
la de comprender u obtener alguna cosa.
... le indiqué (a don Crispín) mi situación apurada, me ofre-
ció verse con mis acreedores y conmigo, y desde entonces...
échale un galgo.
(Hartzembusch .)
98. Echa fuera el perro, que corta mi yerno.
Así lo publican Malara y el Comendador Griego.
Lo he leído también de estotra manera : Echad fuera
esos perros, que parte mi yerno.
En una u otra forma se dirige, por burla, a los que no
saben cortar, ya que por su impericia puede caer al suelo
alguna tajada.
99. Echar — una cosa — a perros.
Frase traslaticia, se lee en el Diccionario de Autorida-
des, que vale emplear mal alguna cosa o malbaratarla; y
así se dice, por ejemplo : Echar la noche a perros.
Es antiquísimo refrán, pues ya San INIateo, capítulo
VII, versículo 6, escribe :
No deis a los perros las cosas santas, ni echéis vuestras mar-
garitas o perlas más preciosas a los cerdos.
— 101 —
100. Echar galgos.
Frase ponderativa, se lee en el Diccionario de Auto-
ridades, con que se explica la dificultad de alcanzar a
alguno. Tómase, añade, por analogía de lo que sucede en
la caza de las liebres, especialmente cuando, para darlas
alcance y cogerlas, se echan los galgos en seguimiento
de ellas.
101. Écheme a dormir y espulgóme el perro, no la cabeza sino
el esquero.
Esquero es bolsa atada al cinto, ya para la yesca, ya
para dineros ; de ahí que Covarrubias creyera que su eti-
mología venía de yesca, y de ahí yesquero, por aféresis
esquero. Mas, Cejador sostiene que viene de cuero, por-
que, claro, bolsa sioi dinero, es cuero, etimología ésta, dice,
que no entendieron los antiguos, pues varios emplearon
la palabra en el sentido de bolsa, para guardar la yesca
y el pedernal, como lo demuestra el refrán que registra
el Comendador Griego : « Quien no tiene dinero, venda la
bolsa y el esquero. »
Cervantes, en la parte II, capítulo XX Vil del Quijote,
dice :
... a todos hacía monas y llenaba sus escueros.
Cortejen, al comentar esta frase de la novela sin par,
trae una cita de El Patrañuelo, de Timoneda, y unos ver-
sos de Valdivielso, de los cuales son pertinentes al caso
los siguientes :
Echad mano a la bolsa,
cara de rosa.
Echad mano a el esquero
el caballero.
Tanto el Diccionario de Autoridades, como Montoto y
la Academia, comentan el refrán aceptando la explica-
ción del primero, quien dice :
Reprendía a los que son descuidados y que se confían dema-
siado de cualquiera, sin hacer caso de los medios que dicta la
prudencia y enseña la experiencia.
— 102 —
102. Él allí, y el can con el hueso.
Se aplica a quien, por sobra de cachaza o de curiosi-
dad, atiende a lo que no le importa, descuidando aquello
que debe interesarle. Abundan, por desgracia, y más en
la política, los que se preocupan en arreglar la casa aje-
na, desatendiendo la propia.
103. El amor de la mujer y el amor del can, no valen nada si no
decís : tomad.
Protesto con toda la energía de que aún me siento
capaz contra lo que afirma este mentiroso refrán. Xació,
sin duda, y creció en el cerebro del rufián acostumbrado
a tratar con cantoneras, ignorante a la par de las virtu-
des perrunas. La mujer honrada y el perro, siempre leal,
no han menester de dádivas, la primera para cumplir con
sus deberes, el segundo para ser fiel a su amo, y « quien
dijere lo contrario, miente».
104. El buen bocado se lo come el pero.
Dicen los judíos españoles de Oriente, suavizándola
rudeza de la doble erre.
Como en otras ocasiones, canto la palinodia, esto es,
con vergüenza declaro que no alcanza mi penetración,
¡ si será poco aguda ! ni el sentido recto ni el figurado del
refrán.
105. El buen cazador, el señuelo a la caza, y los perros al
halcón.
Así lo escribe Correas, y aun sabiendo por haberlo leí-
do que señuelo era, antiguamente, un cojinillo de cuero,
con dos alas a los lados, que imitaba la forma de alguna
ave — léanse los tratados de Cetrería — y halcón ave de
rapiña, especie de gavilán que se empleaba para la caza,
confieso que no doy con el significado metafórico del re-
frán.
106. El caballo y el galgo, piando.
Correas escribe pando.
Nüñez no se atreve a comentarlo, porque, en verdad,
ninguno de los dos animales pía.
— 103 —
4 Estará el pando o piando por piano, despacio, en el
sentido de que no conviene fatigarlos mucho % Kecuérde-
se que en castellano tenemos el refrán bien conocido : Al
amigo y al caballo, no cansallo.
107. Can con rabia, de su dueño traba.
Dicen el D. de Autoridades y el Comendador Griego.
Ul perro con rabia, a su amo muerde, escriben la Eeal
Academia y el presbítero Sbarbi.
Can con rabia, a su dueño muerde, estampa el paremió-
logo Iñigo López de Mendoza ; y finalmente, he leído
también : Can con rabia, de su amo traba.
El ya mentado Diccionario lo comenta así :
Se dice porque, apurada la paciencia de alguno con inju-
rias, dispone la venganza de ellas la indignación, sin saber
por qué, ni contra quién.
La Eeal Academia y el citado Iñigo López de Mendo-
za, si bien con distintas palabras, vienen a decir lo mismo.
En mis continuadas lecturas, lo encontré empleado
por Mascías, el Enamorado:
Can rabioso e cosa braba
de sn sennor sé que traba,
y por autor anónimo en el Entremés de refranes, que
Adolfo de Castro atribuye a Cervantes.
Sofía. — Vuelve acá, pan perdido, que el perro con rabia,
a su dueño muerde.
El Archipreste de Hita en su Cantiga de los clérigos de
Talavera, escribe :
Porque suelen decir que el can con grand agosto
et con rabia de la muerte a su dueño traba el rostro.
Finalmente, en M valiente negro en Flandes, de An-
drés de Claramonte, tropecé con estos versos :
S. — Hay muchos canes que ladran
y después muerden al dueño.
J. — Cuando el can muerde es con rabia.
— 104 —
108. El can de buena raza, si hoy no caza, mañana caza.
Eefrán que da a entender, dice el Diccionario de Auto-
ridades, que el que es bien nacido, aunque tenga algu-
nas acciones traviesas, al fin la sangre le llevará a obrar
con honra.
109. El can de buena raza, siempre ha mientes del pan e la
casa.
Quizá porque con este proverbio comenzó Fernán
Gómez de Cibdarreal la epístola LXXIX a don Pedro de
Stúüiga, conde de Lemos, 1438. Tal y como queda es-
crito lo publicó la Real Academia en la edición de su
diccionario de 1783.
Posteriormente lo reformó, a mi entender erróneamen-
te, poniendo «...del pan e de la caza». Digo errónea-
mente porque si la misma Academia nos dice que el re-
frán explica que « el hombre honrado se acuerda siempre
del beneficio que ha recibido, i qué tiene que ver aquí la
caza ? El perro fiel, guardián de los bienes de su dueño,
vigilará, habrá mientes, del pan y del hogar, de la casa
que quedó a su cuidado, no de la caza que está en el
monte. ¿ í^o parece esto más lógico ?
110. El can en agosto, a su dueño se vuelve al rostro.
Con tan imperfecta forma gramatical publica el refrán
Correas, quien, con el desenfado propio en él, lo explica
así :
Porque en aquel tiempo está gordo, o con agosto, porque
con el calor se le enciende la cólera y de sed rabia, y tam-
bién sucede en tiempo muy frío, porque se liielan las aguas
y no puede beber, y rabia por la sequedad, como en agosto.
El mismo autor lo transcribe de las siguientes ma-
neras :
JEl can en agosto^ a su amo vuelve el rostro.
El can en agosto, a su dueño se torna al rostro.
El can en agosto, a su dueño muerde.
Entiendo que Correas anduvo un tanto desorientado
al transcribir el refrán como lo hace, y acertado Valdés
al escribirlo: El can congosto a su amo vuelve el rostro.
— 105 —
¿ Y qué quiere decir congosto, preguntará el curioso
lector t Presumo que equivale a afligido, congojado, o
acongojado ; que así como de afligir nacieron aflicto y
afligido, de acongojar nacerían congosto y congojado.
El refrán debe advertir que cuando una persona, por
causa justificada o no, está contrariada o de mal talan-
te, le vuelve la cara a cualquiera.
111. El capitán galgo, y los soldados liebres.
Correas dice que significa que el capitán ha de ser
león y los soldados ciervos.
En sentido figurado indicará probablemente el refrán
que siendo diligente el dueño de casa, serlo deben tam-
bién sus subordinados.
112. El galgo a su paso camina más; el gozque trotando se
queda atrás.
Asilo da a conocer el Comendador Griego, siendo tan
claro su sentido, que no ha menester explicación.
1 13. El galgo barcino, o malo o muy fino.
líos cuenta Bastiis, que Barcino se llamaba uno de los
perros de caza de Felipe II, citado por Argote de Moli-
na en su Discurso sobre el libro de la Montería, y Barci-
no, uno de los dos famosos perros que dijo el Bachiller
había comprado para guardar el ganado, cuando se em-
peñaban en que don Quijote se dedicase al pastoreo.
La Academia dice que con este refrán se da a enten-
der que en el galgo de este color no hay medianía.
También lo he recogido así : Galgo barcino, o muy be-
llaco o muy fino.
114. El galgo y el gavilán no se quejan por la presa, sino por-
que es de su ralea.
Se aplica este refrán, un tantico largo, a la gente baja
y de malas inclinaciones, que hacen daños, aun cuando
no tengan ánimos de hacerlos.
La explicación no será muy correcta, pero en cambio
tiene la ventaja de ser académica.
— 106 —
115. El guzco al masiín ladra.
Dice Correas, por gozque, como por gozque dijo guz-
que Baltasar del Alcázar en su Diálogo entre dos perrillos.
Indica la frase que, aun en su impotencia, los peque-
Sos se atreven con los grandes.
116. El hidalgo y el galgo y el talego de la sal, cabe el hueco
los buscad.
Si trocamos el hidalgo en hidalgiiejo, esto es, en no-
ble arruinado, comprenderemos tal vez el sentido del re-
frán, ya que los tres ocupan poco sitio, los dos j)rimeros
para no molestar muclio y lograr que su presencia pase
inadvertida.
117. El hidalgo y el galgo, con un papo harto.
Publica el refrán el Comendador Griego, sorprendien-
do, al menos a mí, que tanto en éste como en el anterior
aparezcan reunidos el hidalgo y el galgo, demostrando
tal vez ambas frases populares que a los hidalgos se les
iba ya, por aquellos tiempos, perdiendo el respeto con
que de antiguo se les tratara. El predominio de la reale-
za sobre los nobles que acariciaba el inmortal Cisneros,
y afincara felizmente el primer Austria, al emancipar a
los pecheros de la esclavitud social en que vivían, les dio
bríos para inventar refranes como los transcritos.
Que el gavilán con un papo esté harto bien lo creo,
mas no así ni el hidalgo ni el galgo.
118. El mayor dolor que el perro pasa es el primer viernes
después de Pascua.
Para mí que el inventor de la frase se equivocó, pues
por buscar asonante a pasa puso Pascua en lugar de An-
truejo. Que el primer viernes de Cuaresma, y aun los si-
guientes, el perro estuviese triste porque antaño el ayu-
no era riguroso, se explica, pero después de Pascua ¿ por
qué?
119. El pequeño can levanta la liebre, y el grande la prende.
Y así les ocurre a veces a muchos que no son canes.
Los modestos, los humildes, los para poco, descubren un
— 107 —
negocio, saben de im empleo, se van de la lengua, y ¡ zas!
viene un can grande, digo un hombre osado o con fortu-
na, y se lleva la tajada que el otro en su inocencia le
mostrara.
120. El perro de Ecija, que mirando la luna se secó pensando
que era manteca.
Y también : ... quedó seco, pensando que era queso.
Eefrán aplicable a cuantos fantasean cosas imposibles,
consumiendo tiempo y energía en balde.
121. El perro del hortelano, que ni come las berzas ni las deja
comer al extraño.
Dicen Correas y el Comendador Griego, y ambos lo
publican también de esta otra manera : El perro del hor-
telanOj ni hambriento ni harto deja de ladrar.
También he recogido la siguiente variante poco 2iíov-
tunada,: Ul perro del hortelano, no quiere las manzanas
para si ni para el amo.
De cualquiera de estas maneras, se aplica el refrán a
aquel que no pudiendo gozar de un bien, no consiente
que otro lo goce.
Con el título de Ul perro del hortelano, tiene Lope
una comedia ; de ella son los versos siguientes :
Pierdo el seso
de ver que me está adorando,
y que me aborrece luego.
No quiere que sea suyo
ni de Marcela ; y si dejo
de mirarla, luego busca
para hablarme algún enredo.
No dudes : naturalmente
es del hortelano el perro :
ni come, ni comer deja ;
ni está fuera, ni está dentro.
Cervantes, en el Entremés de la guarda cuidadosa, es-
cribe :
... y esto es cada día, porque todos los días estoy en esta
calle y a su puerta ; porque soy su guarda cuidadosa ; soy, en
fin, el perro del hortelano, etc.
— 108 —
Moreto. en su hermosa comedia JSl desdén con el desdén,
dice, acto III, escena III :
Deja, señora, querer,
si no quieres ; que esto es ser
el perro del hortelano.
Y un cantar popular reza :
Ni tú comes ni yo como :
todo el día estás rabiando
y así es que haces el oficio
del perro del hortelano.
La frase entró, y debo las dos siguientes citas a Carlos
Rozan, en la literatura francesa, traducidas, supongo,
por el citado señor.
Pero, señora — dice Morón a la princesa de Elida — si él
os amase, vos no le querríais, y, sin embargo, no queréis que
sea de otra. Eso es hacer exactamente lo que el perro del hor-
telano.
(Moliere.)
Chateaufort puso la mano sobre el respaldo de la silla, la
colocó sobre un solo pie y la mantuvo en equilibrio. Era evi-
dente que pretendía guardarla, como el perro del hortelano
guardaba el arca de avena.
(Mérimée, Double meprise.)
Con perdón del ilustre hispanista, le diré que malogró
el sentido del refrán, haciendo al perro guardador de
avena que... no come.
122. El perro en el hueso — otros dicen queso — y la gata en el
mueso.
Mueso es voz antigua que significó bocado — mos en
catalán — aquí está, sin embargo, por pulpa, tanto que
hay otro refrán que dice : La leche sale del mueso, no del
hueso. Y véase cómo los que cambien güeso por queso,
estropean el refrán.
123. El perro lanudo, muérese de hambre y no le ve ninguno.
Y también : Perro lanudo, muerto de hambre y no creí-
do de ninguno.
— 109 —
Me economizaré la glosa de refrán tan antiguo, dando
a conocer una variante moderna : La persona sanguínea
y el perro lanudo, primero muertos que lo vea ninguno.
O como dice el Comendador Griego : Hombre bermejo y
perro lanudo, antes muerto que conocido, esto es, que se
conozca que van o morir.
124. El perro medroso ladra ai toro y vase dei coso.
Va el refrán contra quienes son largos de lengua y
cortos de valentía, dos extremos que suelen juntarse. Va-
riante de él es el siguiente : Mal ladra el perro cuando
ladra de miedo.
Otros dicen : Más ladra, etc., denotando que a los bra-
vucones se les va toda la fuerza por la boca.
125. El perro mi amigo, la mujer mi enemigo.
Agregando el Comendador Griego : el hijo mi señor.
No doy con el significado del dicho popular. Compren-
do que se busque la amistad del perro, pero no la ene-
mistad de la mujer. ¿Será algún anacoreta el inventor
de la frase, por aquello de que las mujeres son diablos
con faldas? Bien pudiera ser.
126. El perro nuevo y el niño, vánse para quien les hace mimos.
La inconsciencia del cachorro y del infante, esa in-
consciencia lógica en la primera edad, hace que uno y
otro se arrimen a quien los acaricie. Ya aprenderán, el
perro cuando lo sea y el niño al llegar a hombre, que hay
mimos y mimos, y que, por lo tanto, conviene distin-
guir, como dice el zarzuelero.
127. El perro se revuelca en la carne muerta.
Dicho así, de manera tan terminante, no me parece
verdad. Ocurre con los perros lo que con las personas,
los hay instintivamente limpios y otros sucios en extre-
mo. Perro tuve yo, el Sultán, que se complacía en revol-
carse en inmundicias, y perra, la Mis, que esquivaba
toda suciedad, al extremo de no pisar ni una baldosa
mojada.
— lio —
128. El perro viejo, no ladra en vano.
Si el ladrido desde el hogar es un aviso, bien se pare-
ce el can ya viejo a la persona anciana que no en vano
avisa a la juventud, guiada por la experiencia, los peli-
gros que la cercan. (Ver : Sé que el perro viejo non ¡adra a
tocón.)
129. El perro viejo, si ladra da consejo.
Así registra el Comendador Griego este refrán muy
parecido al anterior.
130. El perro y el gato comen lo más guardado.
Esto sucederá en los hogares en que tienen a los ani-
males a menos de media ración por hocico. Sin embar-
go, la experiencia me ha demostrado — ¡ si serán los ca-
nes parecidos a los hombres ! — que hay perros honra-
dos y perros ladrones. Tengo ahora uno que es muy
aficionado al robo, un verdadero caco.
131. El que ha de besar el perro en el c..., no ha menester lim-
piarse mucho.
Así lo registra el Comendador Griego, y va el refrán
contra los que fingen excesiva escrupulosidad.
132. El que nos vendió el galgo.
Así lo publican el Diccionario de Autoridades y el de
la Eeal Academia; en cambio Correas lo escribe así : Ul
que nos vendió el galgo, y se quedó con la cadena.
Y también : DI señor que nos vendió el galgo, zanquicor-
to y rabilargo.
De las dos explicaciones que tengo a la vista, copio la
mejor, a mi juicio, la del Diccionario de Autoridades;
reza así :
Frase con que se significa estar muy bien conocida la per-
sona, por alguna cosa que ha hecho mala, y le han cogido
en ella.
La viuda y el que nos vendió el galgo, dijo el bienhadado
del novio, se dieron sendos remoquetes.
(Quevedo.)
— 111 —
133. Ei sueño del perro.
Se emplea generalmente con el verbo volverse^ y así se
dice : Volvérsele el sueño del perro, que equivale a malo-
grársele a alguien lo muy esperado, especialmente cuan-
do para ello no había fundado motivo.
134. Embestir como dogos.
Sabida la fiereza de estos animales cuando están en-
colerizados, la frase denota que dos que riñen se embis-
ten crudamente y con ánimo de matarse, por lo enojados
que están de sí.
135. En dando en que el perro ha de rabiar, rabia.
Otros invierten la última parte y dicen: ...el perro
rabia ha de rabiar.
¡Qué gran verdad entraña esta frase proverbial! Por-
que lo evidente es que el común de los mortales somos
lo que quieren aquellos que, por cualquier cincunstancia,
ejercen imperio sobre nosotros; y así sabe el vulgo, y la
Real Academia lo « advierte el riesgo de que caiga en
un vicio o falta aquél a quien se le atribuye con insis-
tencia».
136. En diciembre siete galgos a una liebre, y ella vase por
do quiere.
Por asegurar la experiencia de los cazadores que, er.
dicho mes, si los galgos por el frío andan entumecidos,
en cambio las liebres se sienten más corredoras y li-
geras.
137. En el mes de mayo, el mastín es galgo.
Comentando este refrán, Correas lo explica así, inten-
tando enmendar la plana al vulgo :
Porque con la quesería engorda y está corredor, y lo con-
trario puede ser, porque sale del invierno flaco, hecho galgo:
mejor lectura es el « En el mes de mayo es mastín el galgo »
porque engorda, y para decir que uno está gordo y corpulento
decimos : está hecho un mastín y del flaco, que está hecho un
galgo.
— 112 —
138. En enero no hay galgo lebrero, si no es el cañamero.
Lo que decir quiere que en aquel mes, en Europa, de-
ben cazarse las liebres con red de cáñamo, cañamero^
pues los galgos andan por aquellos días muy torpes.
Son variantes de este refrán, los dos siguientes :
Un enero, ni galgo lebrero, ni azor perdigtiero.
En enero, ni galgo lebrero, ni halcón perdiguero.
En cualquiera de las tres formas, claramente indica el
refrán que durante el citado mes no debe cazarse con
galgos.
139. En enero y febrero busca la sombra el perro, en marzo
búscala el asno.
Porque, según Correas, en estos meses abre el tiempo
con asomos de la primavera.
140. En febrero busca la sombra el perro.
Otros agregan : Y en marzo, el perro y su amo.
En Andalucía dicen : 3n febrero busca la sombra el
perro, la vaca y el carnero, y el cochino el aguacero.
Y en Madrid : En febrero, busca la sombra el perro, a
lo último, no a lo primero.
Debo estas dos citas a C. Puente y Ubeda.
Cejador nos participa que en Toledo, el refrán toma
esta forma : En febrero busca la sombra el perro, pero no
todo el mes entero
141. En febrero siete galgos a un lebrero, y en mayo siete lie-
bres a un galgo.
Cejador explica así esta frase :
En febrero, enjutos los campos y fuertes las liebres más
que en enero, basta un lebrero para dar con ellas, pero Lacen
falta galgos para alcanzarlas. En majo, con la fatiga del ca-
lor, del celo pasado y la querencia de los hijos, se resisten a
abandonar las carnadas, y pronto las cogen hasta los pastores
sin galgos.
142. En febrero veinte pies salta la liebre en el sendero; pero
si al galgo le dan pan duro, salta veintiuno.
Refrán que bien vale : Mucho s((lta la liebre, pero más
el galgo que la prende, suponiéndose que siempre hay
— 113 —
quien nos puede vencer, aun en aquello en que nos cree-
mos invencibles.
143. En fucia del can, el lobo en paliero man.
Correas explica así este enigmático refrán :
El asturiano, « En fucia del perro, el lobo duerme en el
pajero»; inan estáse o duerme, que no se ha de descuidar el
hombre de ver por sus ojos lo que conviene.
144. En la cama del can no busques el pan, ni en el hocico de
la perra la manteca.
Kefrán que equivale a la tan conocida frase: Buscar
cotufas en el golfo.
145. En Viseo, el can al conejo y el hombre al consejo.
Aun cuando el nombre del pueblo está impuesto por
la asonancia, el refrán indica claramente que cada uno a
lo suyo. Es hermano por consiguiente de El hombre en
plaza (a sus quehaceres) y la mujer en casa.
146. Es de la casta de perro tierno, que se descostilla dur-
miendo.
Se aplica el refrán a los delicados que se quejan sin
motivo por cosas de poca o ninguna importancia.
Cejador substituye perro, por Pero, así con mayúscula.
147. Eso se quiere el perro, cada día un dueño.
Terrible calumnia contra tan fiel animal, que prefiere
pan y migas con que lo mantiene su dueño pobre, a los
buenos bocados y golosinas con que le brinda el foras-
tero rico, consecuencia que he oído censurar por cuan-
tos tienen su corazón en el estómago.
148. Es tan lejano, que no le alcanzaría un galgo.
Expresión familiar, dice Sbarbi, con que se suele pon-
derar lo distante de algún parentesco.
149. Estar hecho un galgo.
Frase que se aplica al que está muy flaco.
150. Estar hecho un mastín o un sabueso.
Se dice, en oposición al anterior, del que está gordo y
corpulento.
— 114 —
151. Estimarle en el baile del perro.
Frase de Galindo que recoge Cejador, añadiendo : Los
perrillos de lujo que llevan las mujeres; dícelo en menos-
precio del agasajo y adulaciones que nos hace el inútil.
152. Febrero, cara de perro.
Dicho de Albacete, según el ya citado Puente y Ube-
da, quien agrega :
Los gallegos versifican el refrán registrado por Correas de
la manera siguiente :
Febreriño corto
c'os seus días veintioto;
8i duraras mais catro
non paraba can ni gato.
Correas escribió :
Febrerillo corto
con sus días veintiocho,
si tuvieras más cuatro
no quedara perro ni gato.
153. Galgo que muchas liebres levanta, ninguna mata.
Por aquello de quien mucho abarca, poco aprieta, ya
que por querer atender a todas no da caza a ninguna.
154. Guárdate Dios de perro lebrel, y de casa torre y de rabí-
dueña mujer.
Correas, con su habitual desenfado, y en alas de su
fantasía, comenta la consejera frase de este modo :
El lebrel es muy corredor y costoso; de pobres hidalgos o
escuderos que viven casa y torre, no suele haber buena vecin-
dad ; rabidueija llaman por desdén, a la mujer entre ciudadana
o hidalga, y suelen ser enfadosas con necesidades y presun-
ción.
Dejóle al ilustrado fraile toda la responsabilidad de
sus afirmaciones.
155. Guarte de fraile y de can que estar atado sale.
Refrán que no conocía cuando publiqué mi libro La
Religión en el Idioma, y que nos recuerda dos cosas dig-
— 115 —
ñas de no ser olvidadas, y es que en aquellas épocas de
atronador obscurantismo (?), el pueblo, si respetaba mu-
cho las verdades del catolicismo, no desconocía los de-
fectos o vicios de algunos clérigos. Buena prueba de ello
es el sin fin de refranes inventados por el vulgo para ri-
diculizar a cuantos clérigos o frailes no cumplían con su
deber. En la segunda parte el refrán advierte que no es
prudente ponerse al alcance del perro que se suelta des-
pués de haberlo tenido atado todo el día.
Variante de este reñ-án es el siguiente, más antiguo a
juzgar por su forma : Guarte de frade e de can que sai de
grade.
156. Hacer como los perros grandes con los chicos.
Esto es, no hacerles caso, porque a la postre, entre
perros, la altura y la corpulencia física son cosas dignas
de tenerse en cuenta; pero que el necio trocado en sabio
por veleidades de la loca fortuna, se crea con suficiencia
para mirar por encima del hombro a quienes cerebral-
mente valen más que él, esto sólo se ve en la especie ani-
mal llamada hombre.
157. Hacer la misma falta que los perros en misa.
Dícese del apocado o del inoportuno, cuya presencia
estorba en una reunión.
Un cantar turolense dice :
Es la mujer para el hombre
una cosa tan precisa,
que nos hace tanta falta
como loa perros en misa.
(Yer en el Glosario la voz Perrero.)
158. Hacer la rosca del galgo.
Equivale a buscar lugar para dormir, como el galgo
que da varias vueltas antes de echarse.
Eefiriéndose a estas vueltas escribió Hernán López de
Yanguas la siguiente cuarteta no exenta de gracia :
¿Por qué cuando se echa el can
da vueltas de tal manera?
— 116 —
Porque no sabe do están
los pies ni la cabecera.
Esta misma idea tuvo Covarrubias al escribir, sin que
se me alcance lo de la etimología, lo siguiente :
La etimología del perro, declarémoslo por nna pregunta que
se suele hacer en las aldeas : ¿Por qué el perro cuando se quie-
re echar da vueltas a la redonda? Respóndese por vía de pa-
satiempo (lue anda a buscar la cabecera.
159. Hace un frío que se va a mear ia perra.
Dicen en Córdoba, de España, por creerse, y en esto
no andan tal vez equivocados, que perros, y aun perso-
nas agrego, orinan más cuanto más frío hace.
160. Hambre y valentía, como perro de pastor.
Bravos son los perros guardadores de ganado, y en
cuanto a hambre, probable es que mantengan con ella
estrechas relaciones. En esto el j)erro se diferencia del
hombre, ya que en el ser humano el hambre llega a co-
merse hasta ia valentía.
161. Hete allí, el perro con el hueso.
Se dice cuando se sorprende a uno ocupado en lo que
más le interesa.
162. Hinchar un perro.
Entre gentes leídas y no leídas, se oye a cada paso :
«no hinches el perro», esto es, no abultes, porque esto
vale en sentido metafórico hinchar. Así pudo decir Cer-
vantes :
Del conocimiento saldrá el no hincharte, como la rana que
quiso igualarse con el buey.
(Don Quijote, parte II, cap. XLII.)
Oigamos al mismo Cervantes, quien nos explicará la
historia de esta frase en el Prólogo de la parte II del
Quijote :
Había en Sevilla un loco que dio en el más gracioso dispa-
rate y tema que dio loco en el mundo. Y fué que hizo un ca-
ñuto de caña, puntiagudo en el fin, y en cogiendo algún perra
— 117 —
en la calle o en cualquiera otra parte, con él un pie le cogía
el suyo, y el otro le alzaba con la mano, y como mejor podía
le acomodaba el cañuto en la parte que soplándole le ponía
redondo como una pelota ; y en teniéndole de esta suerte le
daba dos palmaditas en la barriga, y le soltaba diciendo a los
circunstantes (que siempre eran muchos) : « ¿ Pensarán vuesas
mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro?» Agre-
gando el héroe en Lepanto : « ¿ Pensará vuesa merced ahora
que es poco trabajo hacer un libro ? »
Porque tiene sus bemoles hacer un libro, que diga
algo, pudo escribir Pereda, con disculpable orgullo, en el
Prólogo de Sotileza, si no recuerdo mal : « que no es para
todos la tarea de hinchar perros de esta catadura».
163. Ya están aquí San Roque y su perro.
Dícese de cualquier persona que siempre va acompa-
ñada del mismo pariente o amigo, por alusión a la ima-
gen de aquel santo a quien pintan con el can.
Tiene el mismo significado que Torqnemada y su asno,
del que ya hablé en mi Asnología.
164. Si soy como perro con vejiga, que nunca falta un Gil que
me persiga.
Por la costumbre, durante los días de antruejo, de mo-
lestar a los perros.
Gil está por tonto, y en tal sentido se usa también
aquí.
Véase Como perro con vejiga, maza o calabaza.
165. Ir como perro con cuerno.
Frase equivalente a huir, correr, salir, como decimos
por estos pagos : « como rata por tirante ».
Se inventó la frase por Carnaval.
166. irse con el rabo entre piernas.
Vale alejarse vencido, hostigado, como perro que huye
de los animales llamados hombres.
167. Jamás llegues a parar donde veas perro flaco.
Saludable consejo, pues generalmente por el aspecto
físico de sirvientes y animales se deduce la tacañería o
generosidad del dueño de casa.
— 118 —
168. Jugar una perrada.
Frase fiourada y familiar que vale ejecutar una mala
acción, esto según los hombres; a bien que cuando los
canes advierten una villanía entre seres racionales, dirán
para su coleto : « Este lia jugado una hombrada. »
169. Justicia de Jimaranes, dejan los hombres y prenden los
canes.
No conozco el pueblo de Jimaranes, pero sé que existe
Jimarás, que bien puede haberse trocado en Jimaranes
por la consonancia.
El sarcástico refrán se parece a^^or dar en el asno dar
en el albarda (1).
170. La cola del perro de Alcibiades.
Frase que se emplea referente a un asunto de poca
monta inventado para distraer. Su origen es el siguiente :
El célebre general ateniense tenía un hermoso perro
que le había costado sesenta minas (unos 600 pesos oro),
y un día se le antojó cortarle la cola que era su más bello
adorno. Sus amigos reprobaron esta acción, diciéndole
que todo el mundo la condenaba y se ocupaba de ella.
« Pues esto era precisamente lo que yo me había pro-
puesto y deseaba — contestóles riendo Alcibiades, — por-
que mientras se entretendrán estos gaznápiros con este
hecho, me dejarán a lo menos en paz, y no se meterán en
averiguar otras acciones mías. »
j Cuántas supuestas conspiraciones no son en el fondo
más que la cola del perro de Alcibiades !
171. Ladrar a la luna.
Equivale a perder el tiempo lastimosamente. Es frase
aplicable a los gozquecillos literarios, empeñados en cri-
ticar lo que no entienden.
He leído que los persas dicen así la frase : Un vano
ladran los perros a la luna, no por eso hade brillar menos.
Samaniego termina con la siguiente sentencia su fá-
bula M cazador y el perro :
(1) Ver en el capítulo De algunos perros célebres, el perro ajuaticiado.
— 119 —
Es ladrar a la luna
el alegar servicios al ingrato,
172. Ladrar el estómago.
Frase que vale tener hambre, siu duda porque el perro
ladra cuando ve comer y no le dan.
173. Ládreme el perro y no me muerda.
Él amenaza — dice así en castellano antiguo Iñigo López de
Mendoza — que no trae ejecución, pone poco o ningún temor.
Si a eso llegamos, malo ha de ser para mí, según hoy está
picada : pero, ládreme el perro y no me muerda.
(Comedia de Mifrosina.)
174. La galga de Lucas.
Expresión figurada y familiar con que se da a enten-
der, según Montoto, que alguno falta en la ocasión for-
zosa.
El padre Sbarbi, que trae así la frase : Se parece a la
galga de Lucas, es más claro en la glosa cuando escribe :
Dícese de aquel que desaparece en la ocasión que más nece-
sidad se tiene de él.
En Andalucía se dice : Los galgos del tío Lucas, y de
éstos se cuenta que se ponían a orinar cuando veían las
liebres.
175. ¡ La gran perra!
Exclamación vulgarota de asombro o de ira, que, por
desgracia, se escapa de los labios de personas al parecer
bien educadas.
176. La liebre parida y la galga salida.
Para denotar que ambos animales en tal estado corren
más; la liebre porque teme por sus hijos, y la galga por-
que el celo, espoleando su nerviosidad, acelera su corrida.
177. Lamer como un perro.
Se emplea en sentido de zalamear, para aplacar el eno-
jo. Sabido es que el perro, enemigo del rencor que embru-
tece a los hombres, lame la mano del dueño después de
éste haberle castigado.
— 120 —
178. La mujer y la galga, en la manga.
El Diccionario de Autoridades da como explicación
de este refrán la siguiente :
Explica que en la mujer es gracia el ser delgada y adamada,
por analogía a la galga. Otros quieren que denote el cuidado
con que debe ser guardada.
179. Las copias del perro de alba.
Por cosa de poco valor.
Son vulgares y tratan de una querella de los judíos
contra el perro de Antón gentil, porque los mordía y des-
garraba la ropa, y no a los cristianos; como que los sabía
diferenciar. (Para la bibliografía de estas coplas véase
Cejador, Fraseología, 1. 1, pág. 337 y el capítulo De algu-
nos perros célebres.)
180. Las fiestas que hago al perro son para su dueño.
Refrán hermano gemelo de la frase tan conocida : Ado-
rar al santo por la peana.
181. Las llaves en la cinta, y el perro en la cocina.
Dícese, según Sbarbi, de las personas que siendo muy
descuidadas afectan ser muy cuidadosas.
182. Los canes de Zorita, no teniendo a quien morder, uno a
otro se mordían.
Así registra el refrán el Diccionario de Autoridades.
Véanse ahora, antes de recoger comentos, las varian-
tes que pude encontrar.
Los perros de Zurita, etc.
Los perros de Zorita, pocos y mucha grita.
Los perro, de (^orita, pocos y mal avenidos.
Gomo los perros de Zorita, que cuando no tienen a quien
morder, se muerden unos a otros.
En papel antiguo leo :
En Zorita, fortaleza de Calahorra, tenían los comendadores
unos perros veladores y de ayuda contra los moros fronteros.
En el Diccionario de Autoridades, edición príncipe y
única, de mi propiedad, en letra manuscrita, a mi pare-
121
cer del siglo xviii, se lee al pie de la columna eu que
figura la palabra Zorita : «Este refrán tuvo su origen de
los perros de una torre que está junto a Cañete la Eeal,
donde oí contar el origen de este refrancillo. »
Iñigo López de Mendoza lo explica así : « Donde hay
discordia, ningún bien se halla. »
Sbarbi, el célebre paremiólogo, que con tan sabrosos
trabajos ha enriquecido esta rama de la literatura popu-
lar, comentando este refrán, dice :
Significa que los maldicientes y de genio avieso, cuando no
tienen de quien decir o a quien hacer mal, de sí mismos lo
hacen o dicen. Trae su origen de que un alcalde de Zurita
tenía unos perros muy bravos, que estaban de día atados y
sólo los soltaba de noche : y cuando no encontraban persona
alguna en la calle a quien morder, se mordían unos a oíros.
Como Sbarbi es quien registra el refrán de este modo :
« Los perros de Zorita, pocos y mal avenidos », al comen-
tario anterior agrega :
Esta circunstancia aclaratoria del refrán susodicho la sue-
len manifestar algunos en la forma siguiente : que no tenien-
do a quien morder, unos a otros se mordían.
Narciso Campillo, en un largo escrito que vio la luz
en el Almanaque de la Ilustración española y americana,
<le 1889, titulado M perro, escribió al respecto :
Este Zurita fué cierto alcalde que tenía unos mastines muy
bravos : atábalos de día y los soltaba de noche por el lugar :
mas no hallando a quien morder, se mordían y destrozaban
unos a otros.
Que el pueblo llamado Zorita de los Canes fuese el
Zorita de los Canos, como quiere Cejador, no he de dis-
cutirlo, y que, por sonsonete, los Canos se trocasen en
Canes y más tarde en perros, bien puede ser. Lo que ya
no me explico tan satisfactoriamente, es que éstos, por
el mero hecho de cazar zuritas, léase palomas, se convir-
tieran en carniceros unos de otros.
Nótense las diversas formas dadas por el vulgo al
— 122 —
refrán, y para ninguna de ellas hallaremos explicación
conveniente. El título Los perros de Zorita, dado por Ce-
jador a su artículo, le sirvió para legitimar, no el origen
del refrán, sino el cambio de Canos en Canes y más tarde
en perros. Su estudio no es paremiológico, sino más bien
etimológico y geográfico.
Escrito lo anterior, tropiezo en el Cancionero de Anto-
nio Montoro, con la siguiente cuarteta que encierra idea
digna de ser tenida en cuenta, ya que el Ropero de Cór-
doba era judío :
Dimos al Hijo de Dios
aquella muerte contrita,
y ora somos nos con nos
los perrillos de Zorita.
es decir, mal avenidos.
Eesumen de tanto palabreo es que los indoctos, des-
pués de tanta lectura, nos quedamos sin saber, a ciencia
cierta, el origen del refrán.
183. La viña del cerro, cávanla ciento, y vendimíala un perro.
Cuesta mucho trabajo plantar y cuidar una viña en
un cerro, pues las aguas al descender arrasan lo que en-
cuentran, de ahí que el fruto de tales plantaciones sea
escaso.
184. Magdalena el gato te come la cena, y el perro la merienda.
Así, sin comentarios, lo publica Correas, suponiendo
que el refrán puede aplicarse a las personas desdicha-
das, a aquellas a quienes todo les sale mal.
185. Marzo, marcero, por la mañana rostro de perro, y por la
noche valiente mancebo.
Indica el refrán que el mes de marzo, en Europa, co-
mienza siendo frío y molesto y acaba, al acercarse abril,
con temperatura agradable.
186. Más agrio que un perro.
Lógica ponderación, ya que este animal es poco ami-
go de los forasteros, a quienes suele poner cara de perro.
— 123 —
Esta y otras frases ya registradas demuestran que el
querido cuadrúpedo no es hipócrita.
187. Más astuto que el perro de Escoriza.
« Es de advertir — nos refiere Torres de Villarroel —
que éste era un perro que el martes de carnestolendas
se salía del lugar, y no volvía hasta el miércoles de ce-
niza, porque no le manteasen. »
No anduvo acertado el Piscator de Salamanca, al ex-
plicar esta frase ya que, según él, el famoso perro sólo
un día se alejaba del peligro. La inteligencia del can se
pone más de relieve si se lee la frase como la escribe
Correas : Como el perro de Escoriza que huía el antruejo
y volvía el miércoles de ceniza.
Se aplica a los que huyen del peligro, regresando
cuando ya pasó.
188. Más frío que nariz de perro.
Kefiriéndose a lo húmedas que suelen ser las narices
de los perros, humedad, por otra parte, reveladora de
salud.
189. Más leal que un perro.
A cuan pocos mortales ¡ay! se les puede aplicar la
frase. Hoy, por desgracia, la lealtad entre los humanos
seres no radica en el corazón sino en el bolsillo, y, es
natural, si éste, a merced del amigo, no crece, ¿para qué
ser leal con él?
« El perro lame agradecido la mano que le beneficia, y
aunque el amo le despida a palos, se acurruca a la entrada de
la casa y allí guarda la puerta. El hombre desagradecido y
vengativo, aunque baya recibido 99 favores, si se le negó el
de cien, sólo quiere recordar la negativa j no los beneficios.»
(Lecanda, Tratado de sencilla filosofía.)
190. Mastín que no muerde ni ladra, no le tengas en tu casa.
Xos aconseja desprendernos de aquello que no nos
sirve. Esto me recuerda aquel otro antiguo refrán que
reza : M amigo que no presta, y el cuchillo que no corta,
que se pierdan poco importa.
— 124 —
191. Más vale can vivo, que león muerto.
Denota que es preferible vivir, aunque sea modesta-
mente, que morir.
192. Más vale león cansado, que gozque enfotado.
Así dice Correas, debiendo agregar para la inteligen-
cia del refrán, que enfotado significa confiado.
Da a entender, léese en el Diccionario de Autorida-
des, que las fuerzas y el poder no nacen ni dependen de
la lozanía, sino de la grandeza del ánimo y del corazón.
Probablemente, J. Pineda tuvo en la mente este re-
frán cuando escribió en su Agricultura : Más vale león
muerto, que "perro vivo.
193. Mearle el perro la contera.
Frase que se aplicaba, según el Diccionario de Auto-
ridades, al que llevaba la espada ceñida con descuido y
mala gana, de modo que casi iba arrastrando.
Léase cómo explica Bastús la frase :
Cuando la costumbre general de los españoles era la de no
salir de casa sin la espada al cinto, había un esmero particu-
lar en llevarla con gracia, y a aquellos mozalbetes desidiosos
que la traían con descuido, y cuya punta iba muy caída o
baja, inmediata al suelo, se les motejaba de que el perro lee
iba a mear la contera, al revés de los caballeros bizarros y
elegantes que la llevaban muy alta y remontada, porque car-
gaban la mano izquierda sobre la guarnición.
Pasados aquellos caballerescos tiempos, con tal expre-
sión se moteja al que antes de tiempo se quiere hacer
hombre.
194. Menea la cola el can, no por tí, sino por el pan.
Protesto con mis aún no escasas fuerzas contra tal
afirmación. Con pan o sin él, el perro es fiel a su dueño;
pero acosado por el hambre, bien puede solicitar un bo-
cado a quien se lo puede ofrecer.
En sentido figurado, el refrán habla con los lisonjeros
en quienes sus expresiones y finezas no son atenciones,
sino interés y deseo de hacer su negocio.
Sbarbi concreta más la idea diciendo que entre los
— 125 —
hombres, por supuesto, « los halagos y obsequios más se
hacen por interés que por amor ».
195. Meter los galgos en el monte.
Dícese en Andalucía de una persona « que ha metido
los galgos en el monte», cuando siendo la que propuso
un negocio o la causa de que se acometiese una empresa
no rematada, deja de prestar su cooperación en los mo-
mentos difíciles, desatendiéndose de lo hecho, y dejando
para los demás los trabajos y las dificultades.
Así lo explica Montoto en su curioso libro Un paqtiete
de cartas.
196. Meter los perros en la breña y quedar él fuera.
Refrán que se aplica a quienes gustan de meter ciza-
ña entre parientes o amigos.
197. Morir como un perro.
Frase inventada en épocas ya pasadas, y que equi-
valía a morir fuera de la Iglesia.
La Academia dice que significa : « Morir sin dar seña-
les de arrepentimiento. »
198. Mucho corre la liebre, pero más el galgo que la prende.
También se dice :
Mucho corre la liebre, pero más el galgo que la alcanza
y toma por el rabo.
La liebre mucho se avanza, pero más el galgo que la al-
canza.
Este antiquísimo refrán denota que en este mundo
suele tropezarse, a lo mejor, o peor, por astuto que uno
sea, con otro que lo sea más.
199. Muchos perros lamen el molino, y mal para el que hallan.
Hay las variantes siguientes :
Muchos perros van a lamer el molino, mal para el que
encuentran.
Muchos perros van al molino, y guay del que toman.
« Me acordé que muchos perros lamen el molino, y
todo el mal es para el que cogen », se lee en la Comedia
de Eufrosina.
— 126 —
Transparente es el sentido del refrán. Cuando irnos
cuantos, con buena o mala intención, se proponen el lo-
gro de algo, ¡ay de quien se oponga a ello, como no ten-
ga fuerza suficiente para vencerlos! Hay quienes en la
vida, trocados en matones, sólo aciertan a abrirse cami-
no a fuerza de dentelladas.
200. Muerto el perro, se acabó la rabia.
Con esta frase proverbial, se da a entender que en
cesando una causa, cesan con ella sus efectos.
201. Ni a la mujer que llorar, ni al perro que mear.
Así, clásicamente, lo escribe el Comendador Griego.
El refrán me parece hermano del registrado en esta
obrecilla con el número 33.
202. Ni en tu casa galgo, ni a tu puerta hidalgo.
Por lo que come un perro de esta casta, y lo que mo-
lesta un hidalgo, si es empingorotado, por su orgullo, y
si es pobre, por lo pedigüeño.
203. Ni fraile en bodas, ni perro entre las ollas.
Porque el fraile con su seriedad suele poner un freno
a la alegría, no siempre correcta, y el perro, a poco que
las maritornes se descuiden, suele salir de la cocina
con la mejor tajada.
204. Ni perro, ni negro, ni mozo gallego.
Refrán inventado por algún comodón, que no quería
seres a su al rededor que comiesen demasiado.
El Comendador Griego excusa todo comentario.
205. Ni ruin letrado, ni ruin hidalgo, ni ruin galgo.
El consejo es tan prudente que es de cuerdos tener-
lo presente.
206. No alimentes demasiado a tu perro, pues te morderá; dé-
jale tener hambre y te seguirá.
Proverbio árabe cuyo sentido no comprendo. Quizá
en Arabia los perros tengan la fea costumbre que les
atribuyen, pero puedo dar fe de que ni en España, ni en
la Argentina, los canes son tan perversos, ya que se
muestran agradecidos a quien los cuida y alimenta.
— 127 —
207. No atar los perros con longanizas.
Frase familiar que se emplea para indicar que una
persona no es tan rica como se supone.
Hay la siguiente variante ponderativa : Se atan los
perros con longanizas, que se usa para exagerar la ferti-
lidad de una comarca, la abundancia y riqueza de una
ciudad.
208. Noche mala ¿para quién te aparejas? Para perro de va-
cas y pastor de ovejas.
Prudente refrán, sin duda, ya que en noches malas,
propicias a las correrías de los lobos, perros y pastores
tienen que redoblar la vigilancia, y apercibidos estar
para la defensa de sus rebaños.
209. No envíes arar al mozo a la hería, que se c... el perro en
la hacina.
Para comprender el consejo conviene recordar que
hería, eria o hero es la tierra de labrar, y hacina el mon-
tón donde se juntan y ordenan los haces de las semillas,
poniéndolos unos sobre otros. Luego, ¿cómo si el mozo
está arando, puede cuidar del perro para que no ensucie
los haces? De suerte que lo que el refrán aconseja es
que no se manden imposibles.
210. No es de vero lágrimas en la mujer, ni coxquear en e!
perro.
Más modernizado el refrán, reza así : Un cojera de pe-
rro y en llanto de mujer, no hay que creer.
Otros más sensatos, respetando a la mujer, decían an-
tiguamente : Xo fiar de perro que coxquea.
Que la sensibilidad, exagerada a veces, pero siempre
digna de respeto, de la mujer, la impele a llorar sin
motivo en ocasiones, puede ser verdad, pero que el perro
cojee sin razón, no me lo explico. Esto equivaldría a su-
ponerlo tan hipócrita como el hombre, lo que sería grave
ofensa a la raza canina.
En Chile dicen : Un llanto de mujer y ahullido de quil-
tro, no hay que creer.
Quiltro, según E. Leuz, Diccionario etimológico de vo-
— 128 —
ees chilenas, significa perro cliico, ordinario, ladrador,
gozque.
211. No es señal de muerto, tener el rabo tuerto.
Hay que saber fingir, advierte el refrán, pues el perro
aunque se finja muerto no se le tendrá por tal, si sus ex-
tremidades no se muestran rígidas.
212. No hay enero sin lebrón, ni mayo sin perdigón.
Porque en enero la liebre cría, y en mayo el hombre
caza — esto en Europa. Sabido es que el lebrón es el hi-
jo de la liebre, y aunque perdigón es el hijo de la per-
diz, creo yo que perdigón está en el refrán por muni-
ción, artículo 2°.
Cervantes empleó perdigón por perdiguero en el Qui-
jote, parte II, capítulo XVI.
213. No hay caza mejor que de perros viejos.
Eefrán que enseña que ciertas empresas no deben con-
fiarse indistintamente a toda clase de personas, sino a
las muy duchas y prácticas, como garantía de buen
éxito.
214. No hay perro ni gato que no lo sepa.
Se le dice al que ignora o afecta ignorar una cosa que
«todo el mundo sabe», debiendo advertir que es tan
hiperbólica la frase proverbial que comento, como la em-
pleada luego entre comillas.
215. No le alcanzarán galgos.
Expresión figurada y familiar con que se pondera la
distancia de algún parentesco. Es muy socorrida para
los indianos ricos, quienes, aun sin haberlo leído nunca,
aplican el consejo de Quevedo :
Parientes y trastos viejos
pocos, y lejos.
216. No le he más miedo que a un perro muerto.
Baladronada usual entre guapos de oficio, y que por
la transparencia de su sentido no exige explicación.
— 129 —
217. No lo había el perro por las tripas del ciervo.
Así lo registra el Coniendador Griego, pero sin co-
mentarlo. Recuerdo haber leído que, cuando el arte de
montería estaba en su apogeo, se adiestraban los cacho-
rros dándoles a comer los residuos de la caza para acos-
tumbrarles a su olor. Tal vez de ahí nacería el refrán.
218. No quedó perro, ni gato.
Por, no quedó nadie. Hipérbole parecida a « no hay
perro ni gato que no lo sepa ».
219. No quiero perro con cencerro.
Correas agrega : ni gato con pollos.
Otros dicen : J^o quiero malo, ni quiero Mieno, ni quie-
ro perro con cencerro.
Y aun Malara lo publica así : Aunque mi suegro sea
bueno, no quiero perro con cencerro.
Covarrubias explica el refrán diciendo, que el perro
para guardar y sentir los ladrones, no ha de ser él sen-
tido, y bástales el ruido que da a su amo cuando ladra.
Este proverbio, añade, se dice del criado que trae con-
sigo compaDía de mujer, hijos u otra persona que pue-
den dar ruido e inquietar la casa.
El Diccionario de Autoridades da del sentido metafó-
rico del refrán, la explicación siguiente :
No querer entrar, aceptar o convenir en cosa que pueda
ocasionar ruido, desvelo o pesadumbre.
... allí la dejé, y allí se queda como se estaba, que no quie-
ro perro con cencerro.
(Quijote, parte I, capítulo XXIII.)
Frase que el humanista Clemencín comenta así :
Esto es, no quiero cosas que, aunque buenas y ventajosas
traen consigo otros inconvenientes, como lo sería, llevar cen-
cerro un peno destinado a guardar la casa contra los ladro-
nes, o el ganado contra los lobos.
220. No recuerdes ai perro que está durmiendo.
Esto es, no turbes tu tranquilidad. ¡ Cuántos se aca-
rrean sinsabores por sacar a relucir cosas olvidadas, o
resucitar rencores ya medio extinguidos !
— 130 —
221. No te fíes en can que ladra, ni en gato que miaña.
Así lo he leído, y el consejo es digno de tenerse en
cuenta, pues en sentido recto, torpe será quien se pon-
ga al alcance de perrunas dentelladas o arañazos ga-
tunos.
222. Nueve de febrero, en las patas se la lleva un perro.
¿ Será la nieve 1 Ino lo dice el ya citado Puente y Ube-
da, de quien recojo el refrán.
223. Nunca el perro muerde a la perra.
Educativo aforismo que más de cuatro hombres debie-
ran conocer. Verdad, y en esto ya hemos convenido to-
dos los filósofos (?), que el hombre es el más animal de
todos los animales. ¡ Si hasta pega a los asnos, y maltra-
ta a los perros, y a algunas mujeres las llama perras cre-
yendo denigrarlas ! ¡ Si sería cosa de quitarle la corona
al rey de la creación !
224. Nunca más perro al molino.
Dicen esto, según Correas, las gentes escarmentadas
de lo que mal les sucedió : semejanza de un perro que fué
a lamer al molino y lo apalearon.
225. Nunca me ladren otros perros.
Dícelo quien en una empresa cualquiera, tiene compe-
tidores de poco valer. Frase jactanciosa, buena para pen-
sada, pero no para dicha, porque bien puede ser que a
alguno de los contrarios le caiga bien aquello de que
« debajo de una mala manta, se esconde un buen be-
bedor».
226. Nunca perro en casa de herrero.
Leo en el Comendador Griego, quien añade : « porque
él está siempre a su puerta ».
Las breves palabras del Comendador tienen su lógica,
que el lector apreciará si sabe lo siguiente :
Las recortaduras de los cascos del caballo que sacan
los herreros antes de colocar una herradura, constituyen
para los perros una verdadera golosina. De ahí que an-
tiguamente, y en el momento de herrar caballos, se vie-
— 131 —
ran muchos canes a la puerta del discípulo de Vulcano ;
y de ahí también, que el propio perro del herrero, en lu-
gar de estar adentro de la casa o en la calle vagabun-
deando, se colocara a la puerta en procura de los sabro-
sos bocados.
227. O es lobo coran, o tejo de leña o armeo de can.
De nuevo he de declararme incompetente, pues ni sé
lo que significan las palabras coran y armeo, y así me li-
gnito a decir lo que Correas, esto es, que se dice « del que
mal distingue las cosas. •>
228. Ojos garzos, perros y gatos.
Añadiendo Correas, por todo comentario : « No es de-
fensa de los negros. »
Tampoco comprendo la explicación del antiguo pare-
miólogo. Después de mucho pensar, se me ocurre que
como los garzos suelen ser cortos de vista, y por esta
causa tropiezan con la gente, el refrán quiera significar
que los que no ven claro, material o intelectualmente, es-
tán con los demás como perros y gatos.
229. Oración de perro no va al cielo.
Manifiesta que lo que se hace de mala gana, o se pide
con mal modo, regularmente no se estima, o no se con-
sigue.
En catalán, trocando los animales se dice : Brams
d'ase no pujan al cel.
230. Paciencia, perros, que ya podan.
Se dirige la frase a los que alimentan esperanzas lar-
gas.
A los perros de los cazadores, lebreles y perdigueros,
les gusta mucho las uvas, y así, en vez de beber agua, al
pasar por una viña aplacan su sed comiendo racimos, y
tienen tan buen diente, mejor dicho, tan buenas traga-
deras, que no distinguen de clases. Cuando se quiere
aplacar su ansiedad se dice « que ya podan » y entonces
podrán comer.
— 132 —
231 . Para azotar el perro que se come el hierro.
Así lo escriben Correas y el Comendador Griego, y
como tantas veces ambos asquean la explicación.
Entiendo que hierro está simplemente por consonan-
cia, y que el sentido recto sería para azotar al perro que
come lo que no debe ; y el figurado, castigar al hombre
que comete una hombrada, digo, una perrería, en el mal
sentido de la palabra.
232. Parecer cama de podencos o de galgos.
Al ver un lecho mal arreglado, un verdadero camas-
tro, viene la frase a la mente, por la costumbre que tie-
nen los perros de revolver la cama antes de acostarse.
233. Pedro que mucho ladra, bien guarda la casa.
Es la vez primera que encuentro usada la voz Pedro
por perro. ¿ Tendrá razón el filólogo Mugica al suponer
que en los orígenes del idioma se decía ^;(?í7»'o y no
perro f
Véase el capítulo que dedico a la etimología de la
voz.
El sentido clarísimo del refrán excusa glosa.
234. Perdido es el ganado, donde no hay perro que ladre, y en
balde casada la mujer que no pare.
El uno por no avisar y la otra por no tener hijos.
235. Perro alcucero, nunca buen conejero.
Eecuérdese que alcucero equivale a goloso.
Este refrán denota que el que se ha criado con regalo
no es a propósito para el trabajó.
236. Perro cortón, no pasa portón.
Se llama cortón al perro que tiene cortada la cola, y
como usa de ella como gobernalle, dice el Comendador
Griego, cuando de él carece, no puede llevar el cuerpo
derecho.
El hombre — ¡ siempre compasivo con los animales! —
se complace en cortar cola y orejas a perros ciudadanos
que no tienen que lidiar con lobos y jabalíes.
— 133 —
237. Perro de muchas bodas, o de todas.
Se llama así al entremetido que se cuela en las fies-
tas y reuniones para disfrutar del júbilo y gozar del en-
tretenimiento.
Otros dicen, la Academia inclusive :
Perrillo de muchas bodas, no come en ninguna por co-
mer en todas.
Claro está que no siendo el sentido igual, Sbarbi y la
Academia explican esta forma de la manera siguiente :
Todo lo pierde el que, con codicia, quiere abarcar muchas
cosas.
Vicente Espinel, en Marcos de Ohregón, Desc. VIH
dice : « El perro que no es de muchas bodas, siempre
anda flaco», idea también, como se ve, distinta de la
anterior.
Allá van dos citas clásicas :
Aquel seguir sin cansarse,
siendo perro en muchas bodas.
(Guillen de Castro. Lo$ mal casados en Valencia.)
Siembra en una artesa berros
la madre, y sus Lijas todas
son perros de muchas bodas
y bodas de muchos perros.
(Góngora.)
De todo lo cual se deduce que a la frase fundamental
« perro de muchas bodas », se le fué dando distinto sig-
nificado, según las palabras que se le agregaban.
238. Perro de poderosos, bueno para ios lobos.
Es natural ; si la gordura les quita ligereza, ella — la
gordura — es poderoso incentivo para los lobos.
239. Perro hambriento, se harta de sueño.
Sabiendo, como todos sabemos, que el sueño es un ali-
mento, y que el perro ya de suyo es dormilón, no ha de
sorprender que cuando no tiene de qué comer, ni liber-
tad para buscarlo, pase las horas durmiendo.
— 134 —
240. Perro ladrador, nunca mordedor.
Cou sus variantes :
Perro que mucho ladra, poco muerde.
Ferro que ladra, no muerde, los tres bien valen : Gato
maullador, nunca huen cazador.
El refrán, en cualquiera de las tres formas, avisa que
los que hablan mucho hacen poco, por regla general,
como los gozquecillos, que suelen ladrar, no de rabia,
sino de miedo.
... si bien voa acordadea
de can que mucho ladra, que nunca vos temades.
(Poema o libro de Alexandre.)
Este concepto está tomado de la sentencia proverbial
que se lee en Quinto Curcio, libro VII, capítulo IV : Ca
nem timidum vehementius latrare quam morderé.
Nunca perros ladradores
tienen valientes colmillos.
(Guillen de Castro, Las vwcedades del Cid.)
Yo me entiendo : perro ladrador, nunca buen cazador.
(Comedia de Euf resina.)
Valiente dicen que es,
mas nunca perro que ladra
tuvo presas para el lobo.
(Cubillo de Aragón, El rayo de Andahicia.)
Los turcos, nos participa Bastús, emiten idea parecida
con el siguiente filosófico refrán : El perro ladra, pero la
caravana pasa.
241. Pero que está callado no le digas « ost », que te morderá.
Dicen los judíos españoles de Oriente, suavizando la
rudeza de las dos erres, y el aviso, por lo prudente, con-
viene que no caiga en saco roto.
242. Perro que a lobos mata, lobos le matan.
Así lo i)ublica el Comendador Griego, refrán que es
hermano de : Tanto va el cántaro a lafuetite, etc.
— 135 —
Aplicado al hombre bien puede equivaler a : Quien a
hierro mata, a hierro muere.
243. Perro viejo.
Expresión familiar que se aplica al sumamente cauto
y advertido por la experiencia.
244. Ponerse como un perro.
Equivale a encolerizarse como los perros, cuando los
provocan. ¡ Mas, cuántos seres humanos fingen enfure-
cerse sólo para imponerse a los prudentes !
245. Por dinero baila el perro.
Agregando otros : ... y por pan si se lo dan.
Correas dice : Ul dinero hace bailar al perro.
Explica la frase la fuerza del dinero que influye en el
ánimo, aun de aquellos a quien no aprovecha.
Si pagas la entrada, y si no, no tendréis cirio, que por di-
nero baila el perro,
(Comedia de Enfrosina.J
El perro, al mandato de su señor, salta y baila, y entra cien
veces por un aro redondo que para ganar dinero le tiene pues-
to y enseñado el pobre peregrino.
(El Crotalón.)
246. Por hombre o por perro, o por lobo en el campo, llévate
la espada en mano.
Saludable consejo digno de no ser olvidado por quien
tiene que transitar por parajes desiertos, o se mete en
ardua empresa sin la necesaria cautela. Ya nos lo dice
otro refrán : Hombre prevenido, vale por dos.
247. Por la vicaría de los perros.
Se decía antaño, cuando no se conocía el amor libre,
de los que se amancebaban. Hoy el progreso ha logrado
que a esta vicaría concurran muchos devotos.
En catalán decimos de dos que hicieron buena la fra-
se, que s'han casat ab capitols de gos.
248. ¿ Por qué entra el perro en la iglesia? Porque la halla abierta.
Antiquísima adivinanza que se propone a los niños o
a los inocentones.
— 136 —
249. ¿Por qué hace el perro la venia con la cola? Porque no
tiene gorra.
Graciosa frase sin alcance filosófico, inventada tan
sólo para excitar la hilaridad.
250. Por un perro que maté, ya me llaman mataperros.
Da a entender la frase el dañino i)oder de la murmu-
ración ; basta que una persona haya cometido una falta,
para que se le atribuyan aquellas que no cometiera.
251. Quien a su perro quiere matar, rabia le ha de levantar.
Eefrán, más que parecido, hermano del ya registrado :
« En dando que el j)erro ha de rabiar, rabia. »
Tan en la mente popular está el poder de la calumnia,
que de este refrán he recogido las siguientes variantes :
Quien mal quiere a su can, levántale que quiere rabiar.
Quien mal quiere a su can, rabia le llama.
El que a su perro quiere matar, rabia le lia de levantar.
Dice el proverbio viejo : quien matar quiere su cau
achaque le levanta, porque nol den del pan.
(Arch. de Hita, copla 83.)
La cita demuestra lo antigua que es la idea.
252. Quien bien quiere a Beltrán, bien quiere a su can.
Otros dicen : Quien bien quiere a Beltrán, a su perro le
echa pan.
En cualquiera de las dos formas, el refrán da a enten-
der que el que quiere bien a alguno, quiere bien a todas
sus cosas.
ca quien de beltrán fuere amador
siempre a su can aviá buen amor.
(Fernán Pérez de Guzmán, La doctrina qve
dieron a Sarra.)
De acuerdo con esta idea va el siguiente cantar que
recuerdo haber leído, sin dar con el libro que lo publicó :
Al perrillo de Fabio
Flora hace fiestas j
— 137 —
si esto hace con el perro
¿ con él qué hiciera í
Y de esto infiero
que quien quiere al perrillo
bien quiere al dueño.
253. Guíen con perros se echa, con pulgas se levanta.
Hermano, de padre y madre, de aquel tan popular :
Quien con chiquillos se acuesta^ etc.
254. Quien con salvados se mezcla, malos perros le comen.
Así lo leo en la Comedia Eufrosina, presumiendo que
salvado está por cascara de trigo, en el sentido figurado
de que el que se junta con quienes se han de perder, se
pierde él mismo.
255. Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro.
Este refrán nos enseña, dice el Diccionario de Auto-
ridades, que el que hace beneficios con el fin de interés,
comúnmente lo pierde. El perro es máa noble que el hom-
bre : no se deja sobornar.
256. Quien ha de besar el perro en el c... bésale lugo.
Significa lo mismo que el conocido : Mal camino, pa-
sarlo presto.
257. Quien recuerda al can que está dormido, vende paz y com-
pra ruido.
Avisa el refrán que no es de prudentes recordar dispu-
tas ya pasadas, como no es de cuerdos recordar al perro
que, una vez despierto, ladrará pidiendo pan.
258. Quieres que te siga el can, dale pan.
Otros anteponen la condicional si.
En defensa de la noble raza perruna, niego lo afirmado
por el refrán. Es una torpe calumnia inventada por los
egoístas para legitimar el feo vicio de la codicia. El ham-
bre tan sólo puede atraer momentáneamente a un ser tan
abnegado como el perro, pero aplacada, vuelve a su due-
ño, por quien, en toda ocasión y tiempo, se sacrifica (1).
(1) Para convencerse de lo calumuio30 del refrán, léase lo siguiente, es-
crito por M. Remlinger, minucioso observador de loa canes de Constanti-
— 138 —
259. Raza de can, amor de cortesano, y ropa de villano, no dura
más que tres años.
Paréceme que le sobra la razón a quien inventó la fra-
se. Contrayéndome al primer concepto diré que, salvo
cuantos cultivaban antaño el arte de montería, los demás
no se preocupaban del cruce de los perros; y así se bas-
tardeaban las razas o castas. De que esto no aconteciera
se han preocupado, como apunté en otro capítulo, más
que los peninsulares, ingleses y franceses.
260. Royendo huesos, como perro hambriento.
Se emplea, anteponiéndole el verbo estar, y se aplica
especialmente a los maldicienres, a cuantos se entretie-
nen en despellejar al prójimo.
También en ocasiones se dice del que saca poco pro-
vecho de una cosa.
261. Salir a espetaperros.
Jurara haber oído la frase en España, mas como no di
con ella en ninguno de los diccionarios y vocabularios
que de la península hube a mano, he de creer que jura-
ría en falso, y... en verdad, no me atrevo. Así he de limi-
tarme a copiar, dando la frase por americana, a Juan
de Arona, quien, en su Diccionario de peruanisnios,
dice :
Salir a espetaperros, salir como un condenado, como alma
que lleva Judas, frases que tampoco sé si serán castizas y que
son corrientes por acá. Equivalen a raspar la bola, tomar so-
leta o tomar el portante estrepitosamente y como corrido un
individuo cualquiera.
nopla : « Nada más divertido que intentar el que uno de esos perros que
os han seguido franquee, ofreciéndole un pedazo de pan, la línea de demar-
cación de dos barrios. El perro demuestra, por la agitación de su cola, por
8U aspecto y por pequeños aullidos lastimeros, que no le es dado ir más
lejos. Si se le echa un mendrugo en el territorio prohibido, vése al animal
mirar a derecha e izquierda, dar un paso hacia adelante, volver a mirar,
y, por fin, si consumáis la seducción, dejando caer otro mendrugo, avan-
zar con grandes precauciones. » El estudio de los perros en aquella ciudad
es interesantísimo.
— 139 —
Sé, merced a Cuervo, que Galdós, eu su novela Ángel
Guerra, empleó la frase.
262. Salir — uno — rabo entre piernas.
O también : Ir rabo entre piernas.
Se dice del que se retira de algún sitio, corrido, aver-
gonzado y a prisa.
263. Salirle el sueño del perro.
JFrase que a veces empieza con tórnasele o volviósele.
Se aplica a quien, por salirle al revés lo que pensaba,
queda burlado en sus esperanzas.
264. Sanioente, más perros que gente.
Ya se adivinará que el nombre de aquel lugar está
puesto por la consonancia.
Se dice irónicamente del pasaje en que abundan los
necios o los ignorantes.
265. Saltar por el rey de Francia.
Dice Berganza en el Coloquio de los perros :
En fin, en menos de quince días, con mi buen ingenio y
con la diligencia que puso el que había escogido por patrón,
supe saltar por el rey de Francia y no saltar por la buena ta-
bernera.
Tómase por hacer violencia, dice Correas, y dar pesa-
dumbre; semejanza de los perrillos de ciegos que los ha-
cen saltar por un aro, diciendo : « Salta por el rey de
Francia. »
El erudito Rodríguez Marín, comenta extensamente
esta frase en la edición que con notas publicó de la fa-
mosa novela cervantina. Aun cuando a ella remito al
curioso lector, no puedo resistir al deseo de copiar lo
que escribió Lope de Vega en el acto III de La noche
toledana :
F.
— Salta
B.
— ¿ Soy perro que salto
por el rey de Francia
F.
— Sí
— uo —
B. — Pues voy delante de tí
¡ Vive Dios que está muy alto !
Haz cuenta que el perro salta
por la mala tabernera.
266. Se coló como perro por viña.
O séase, sin permiso del propietario. Se aplica a los
que faltos de vergüenza se meten donde uo debieran. De
éstos suele también decirse que : Se entró como Pedro
por su casa.
267. Sentí quien danza y bailaba un perro en la plaza.
Con tan incorrecta forma gramatical registra Correas
esta irónica frase.
268. Sé que el perro viejo, non ladra a tocón.
Dice el Arcliipreste de Hita, en la copla 942, refrán
que Cejador comenta de esta manera :
Tocón lo que queda a la raíz del tronco cuando cortan el
pie del árbol.
Correas hace más inteligible el refrán, registrándolo
en esta forma : El perro viejo, no ladra en vano.
269. Se quedó como perro que le quitan purgas.
Así lo lie leído, asegurando que así se dice en Anda-
lucía. Me inclino a creer que el texto está equivocado,
debiendo decir pulgas, y así el refrán querría significar
que uno queda descansado.
270. Ser perro viejo. (Ver el n° 243.)
271. Ser un lebrel.
Dícese del muy activo y diligente, del que va y viene
a prisa, del que, en una palabra, es ligero.
Algunos paremiólogos opinan, yo no lo creo, que la
frase significa « ser firme y denodado en el luchar » cua-
lidades más propias de mastines que de lebreles.
272. Si el perro babujada hace, pruebe el concejo y beba el
alcalde.
Correas trae este refrán de la siguiente manera, apun-
tando a la par modificaciones.
— 141 —
Can que en tiempo de uvas bagujada hace, apriete el con-
cejo y beba el alcalde o beba el concejo y apriete el alcalde
o beba el concejo y pruebe el alcalde o pruebe el concejo y
beba el alcalde.
A renglón seguido da la siguiente graciosa explica-
ción :
Así le varían echando pulla a concejo y alcaldes de aldea ;
el principio comienza como ordenanza : << Can que en tiempo
de uvaa bagujada hace », y había de proseguir, « su dueño la
pena pague », y dispara en lo que no se pensaba, por la gracio-
sa figura paruponoya : apriete por haga instancia, pruebe por
haga probanza, lo que estrujar apretando y probar gustando.
Fingen que el viñador halló un perro en las viñas y acusó al
dueño; él negaba, el alcalde mandó prender al perro y que
estuviese una noche atado, y si hiciese bagujada del vientre,
en tal caso sería condenado y pagaría la pena el amo y la be-
berían concejo y alcaldes y unos y otros probarían. Uso hay
en alguna parte en tiempo de uvas, los podencos traigan gara-
bato largo arrastrando, atado al pescuezo, porque no puedan
saltar paredes y bardas de las viñas, o tienen pena cogidos en
ellas.
273. Si el perro va tres veces al molino, la tercera queda cau-
tivo.
O bien : 8i el perro va tres veces a la aceña, la tercera
queda por la pena.
Ambos, como adivinará el lector, equivalen a tanto va
el cántaro a la fuente, etc.
274. Si el que contigo juega...
Pero no; es mejor escribirlo poéticamente :
Si el que contigo juega
conoces que te la pega,
guarda tu dinero
y que jnegite con un perro.
Esto es; si en un trato adivinas desde el principio
el engaño, retírate, pues te expones a perder dinero o
fama.
— 142 —
275. Si fuera perro, ya te hubiera mordido.
Para avisar a quien no halla una cosa que tiene junto
a sí. (Ver el refrán que comienza : Buscadlo^ amigo, etc.)
276. Sin padre, ni madre, ni perro que le ladre.
Correas lo empieza así : Ko tengo padre...
Locución familiar de que se usa, dice Sbarbi, para ma-
nifestar la total independencia en que se halla alguno.
277. Si quieres estar bueno, mea a menudo como el perro.
Es realmente signo de salud la limpieza de los ríñones.
Este refrán me recuerda el tan antiguo : Mee yo claro y
una higa, al médico.
278. Soltar el perro.
Cansarse de una carga material o moral, no sufrirla.
Frase parecida a la de Sacudirse las moscas.
279. Soltar — uno — la perra.
Copio de la Academia :
Frase figurada y familiar. Gloriarse o jactarse de una cosa
antes de su logro, especialmente cuando está expuesta a per-
derse o no conseguirse.
280. Súpole como al perro los palos.
Esto es, mal. Hay reprimendas, chascos o soplamocos,
que le saben al atropellado a rejalgar, apareciendo en su
rostro los colores de la vergüenza.
281. Tan buena pro te haga, como la hierba al perro.
Se dice irónicamente, porque el instinto de los perros
los lleva a veces a comer la hierba con rocío para pur-
garse.
282. Tener cara de perro.
Dice Sbarbi que se aplica a la persona que es de mu-
cho aguante o resistencia.
Lamento mucho disentir de la opinión de tan ilustre
paremiólogo, ya que oí siempre la frase como sinónima
de tener cara de pocos amigos. Véase cómo la empleó A.
Pérez :
No reputa Su majestad por tal el hecho con «cara de perro».
— 143 —
283. Tener — uno — carne de perro.
Expresión figurada y familiar que se aplica a la perso-
na que tiene las carnes muy duras, y por extensión la
del hombre que ni siente el mucho trabajo, ni le hacen
mal los temporales, ni las descomodidades :
Amigo mío,
los que estamos en la guerra
tenemos carne de perro.
(Juan González del Castillo.)
También hay, según Cejador, la frase : anda que son
carne de pen-o, recogiendo las siguientes palabras de S.
Ballesta : « respuesta de los que tratan mal a las ca-
balgaduras cuando se lesreprende de ello».
284. Tener hambre canina.
Se dice del que por necesidad o por vicio es muy ham-
brón:
A su hora señalada
a comer la olla contina
ra con hambre estudiantina
que la canina no es nada.
(Rojas Zorrilla, El gorrión de Salamanca.)
285. Tener narices de perro perdiguero.
Modo de hablar con que se da a entender que alguno
tiene el olfato muy fino.
En sentido figurado se dice de las personas avisadas.
286. Ten tu perro, Teresa, no me muerda.
En sentido figurado bien vale « calla, déjame hablar »,
pues si no me oyes o no me comprendes te diré : Dios me
dé contienda^ con quien me entienda.
287. Tiene más frío que un podenco.
Y también : ... que un perro chino.
Sabido es que el perro es, por su naturaleza, friolero
y dentro de la especie los podencos y perros chinos, por-
que no tienen lana, sienten más la falta de calor.
— 144 —
288. Tiene menos vergüenza que un perro.
Como los animales carecen, en general, de pudor — de-
licada manifestación de sospechada picardía, — y el pe-
rro, por irreflexión comete actos en la vía pública en
pugna con la moral, el pueblo, al ver a un hombre dado
a la impudicicia, lo compara con el perro. Con mayor
razón debiera parangonarlo con el mono, pero, en ocasio-
nes, el vulgo no es lógico.
289. Tierra de Campos, tierra de diablos, que sueltan los pe-
rros y atan los cantos.
Lo de Campos estará por la asonancia.
La frase se atribuye a quien, atacado por los perros,
quiso defenderse, arrojándoles una piedra, un canto ;
pero como éstas estaban incrustadas en tierra, se lamen-
tó de que los canes anduviesen libres, y las piedras api-
sonadas fuertemente en el suelo.
290. Tironeando como perro con vaca muerta.
Para arrancar piltrafas, como ciertos individuos que
se complacen en descuerar al prójimo.
291. Todo lo cría Dios, sino cuerno a los perros.
Lo que quiere decir que no se deben pedir gollerías,
que resulten manifiestos imposibles.
292. Todo junto, como al perro los palos.
Expresión figurada que se emplea para significar que
todos los males le vienen a uno de una vez.
Indica también, que vendrá ocasión en que pagará jun-
tos todos los males o daños el que los hubiere causado.
Comentando la frase, dice mi docto amigo Rodríguez
Marín :
Porque al amo se le va llenando el gorro de guijas a cada
diablura que el perro le hace y no se decide a castigarlo ;
hasta que un día se le acaba la paciencia, y le da tantos gol-
pes, que todo lo paga de una vez.
293. Tratar — a alguno — como a un perro.
Equivale a maltratarle, despreciarle, porque al perro
se le solían dar más puntapiés que bocados.
— 145 —
Digo solían, porque hoy, gracias al cielo, va arraigan-
do en la mente popular el ruego de Sarmiento : « Sed
compasivos con los animales. »
294. Tres años, un cesto ; tres cestos, un can ; tres canes, un
caballo; tres caballos, un hombre; tres hombres, un ele-
fante.
Correas, de quien recojo tan absoluta afirmación,
añade :
Entiende vive y dura ; larga vida de un elefante se me ha-
ce. Otros dicen : tres años un seto.
Según esta aritmética, la vida del perro dura 9 años
y la del hombre 81. Me parece que el cálculo falla a me-
nudo.
295. Una vez burlan al perro macho.
Frases que Iñigo López de Mendoza comenta así :
El que es taimado, si una vez le engañan, queda para siem-
pre escarmentado.
296. Un guerrero debe tener el asalto del galgo, la huida del
lobo y la astucia del jabalí.
La frasecita (?) i)or lo clara, no pide ciertamente co-
mentario.
297. Van a misa los zapateros, ruegan a Dios que ca... los pe-
rros.
Así lo escribe Correas esquivando prudentemente el
comento. Yo, por no ser menos, lo imito.
298. Vayase a espulgar un galgo.
Operación en verdad poco tentadora y menos lucida.
Se usa de esta expresión familiar para despedir a uno
con desprecio.
299. Vendí una vaca, compré un perro, fuíme a cazar, maté un
conejo, comíme la carne y ahorré el pellejo.
Va contra los que, alardeando de económicos, se equi-
vocan en sus cálculos y pierden más de lo que preten-
dían ahorrar.
— 146 —
300. Verte hilar, es ver un perro c...
Se emplea para denotar el fastidio, el asco que da, ver
que 86 hace una cosa mal hecha.
301. Vida de perros.
Se usa, especialmente con el verbo llevar.
Aplícase al infeliz mortal que arrastra su existencia
con trabajos, molestias y desazones.
302. Vióse el perro en bragas de cerro, y no conoció a su com-
pañero.
Iñigo López de Mendoza lo publicó de la siguiente
manera:
Vióse el perro en hras de cerro...
En la Batalla campal que los lobos, etc., de Alfonso de
Falencia, se lee :
Alzó la cerviz y erizósele todo el cerro.
Es decir, todo el pelo del espinazo, que esto significó
también en lo antiguo, la voz cerro.
Se dice de los que, mejorando de fortuna, desconocen
a sus antiguos amigos.
Dice Cortejón, que con este refrán se reprende la alta-
nería de los que, ensoberbecidos por su elevación a car-
gos superiores, no tienen más que desdén para los com-
pañeros de antea.
Cervantes empleó la frase en el capítulo I de la II
parte de sti novela sin segundo.
Hay otro refrán parecido que dice : Vióse el villano en
bragas de cerro, y él, fierro que fierro.
¡ Cuan inmensa es esta legión en tierra de improvisa-
dos ! Porque aun los que aparentan ser humildes, al ver-
se encumbrados por la veleidosa fortuna, a lo mejor, se
acuerdan de que tienen dinero o posición social, y en-
tonces, tal vez sin darse cuenta, se hinchan como la ra-
na. Olvidan éstos lo que sensatamente afirmó Manuel
del Palacio :
— 147 —
Por mucho que os encumbre la fortuna,
por mucho que alce el pedestal la fama,
sólo una elevación hay sin medida :
¡ la elevación del alma !
303. Volver a lo pasado, como el perro a lo bosado.
« Volverse como el perro a las bosadinas », dice Co-
rreas, y también, aclarando el concepto : Volver al gómi-
to, como perro.
Sépase que l)osar es aféresis de rebosar.
El Comendador Griego trae :
Le ciñen reJnime ce qnUl a vomi, que traduce : el perro torna
a comer lo que él ha vomitado.
Con tan asquerosa frase proverbial, se reprende a los
reincidentes en algíín vicio o falta, dice un tratadista,
comparándolos con la conducta harto sucia de los perros
cuando vuelven a comer aquello mismo que han vomi-
tado.
Sin duda el comentarista se inspiró en las siguientes
palabras del señor Alonso de Cabrera, quien hablando
de los judíos, dice :
No sean conversaciones fingidas, por comer estos quince
días, y pagar deudas, y luego volver como perro al vómito.
Hoy no se le da a la frase tanto alcance, aplicándose
tan sólo a los que resucitan en sus conversaciones, el re-
cuerdo de hechos o diclios olvidados ya por lo mo-
lestos.
304. Volverse el sueño del perro.
Alude a lo ligero del sueño del perro.
Bastús afirma que el refrán vale « cambiar un gozo
por un quebranto, un bien imaginario por un mal efecti-
vo y real », y refiere su origen de este modo : Un perro
soñaba que comía un pedazo de carne y daba muchas
dentelladas y algunos aullidos sordos de contento. Cuan-
do el amo viéndole de esta manera, tomó un palo ¡ si se-
ría bruto ! y le sacudió de firme hasta que despertó, y se
halló el perro sin bocado y apaleado.
10
— 148 —
305 Volvérsele — a uno — la jaca, jaco, y la perra mal cas-
trada.
Salir mal un negocio que prometía utilidades. Dice
Montoto que es de uso frecuente en Andalucía.
306. Vuelta de podenco.
Vale zurra o castigo grande.
Hacerle dar una vuelta de podenco, equivale a despe-
dir a uno con cajas destempladas.
307. Zumbarle los perros.
Frase equivalente a molestar a uno, fastidiarle, abu-
rrirle.
DE ALGUNOS FEBEOS OÉLEBFvES
El perro de Tobías, que corre veloz a anticipar al padre ciego
la grata nueva del término de sus mortales zozobras con la
próxima llegada de su hijo; el de San Boque, a cuyo instinto
providencial se debió que este santo no falleciese de la peste,
abandonado dentro de una gruta en medio de un inmenso y
horrible desierto (1); el de Alcibiades, famoso por la cortadura
de la cola; y el de Ulises, i)intado tiernamente por Homero, y
cuya muerte en la Odisea es una página llena de emoción con-
movedora, palmariamente demuestran, si no lo supiésemos por
Sócrates, Aristóteles, Flatón, Alejandro Magno, etc., etc., que
ya en la antigüedad fué el perro fiel amigo del hombre, y digno
por sus abnegados servicios, de que su memoria se transmitiese
a las futuras generaciones ; que en esto de la lealtad, del des-
interés y de la gratitud, vence casi siempre al animal-hombre
(1) — [Quién es uu santo varón,
con esclavina y bordón
que trae un perro consigo
con un pan, sin que le asombre
el verle una llaga aquí?
— San Roque. — j San Roque ? — Sí.
(Mira de Mescua, Galán, valiente y discreto, Jorn. I.)
— 149 —
el animal-perro. Xo en vano el hombre se apellida así mismo e)
« rey de la creación», y harto sabemos todos que reyes, mag"
nates y poderosos, olvidan fácilmente los favores recibidos.
Pongamos a nueva luz el recuerdo de algunos perros, pocos,
para no fatigar, que por sus notables hechos dignos son de que
no se les olvide, y así, tal vez, legitimaremos las afirmaciones
contenidas en el párrafo anterior.
Hablemos del perro de Montargis, y como yo no acertaría a
referir la proeza de animal tan inteligente, mejor de lo que lo
realiza Narciso Campillo, gustoso le cedo la palabra. Dice así
el citado escritor, después de participarnos que un monumento
de escultura le representa combatiendo con un hombre :
« El tal combate se verificó el 8 de octubre de 1381 con toda
solemnidad, como entre dos caballeros, y tal desafío tuvo por
causas las siguientes : Algunos años antes fue sorprendido, ro-
bado y muerto un señor llamado Aubry de Montdidier, porta-
dor de una suma considerable. El i^erro volvió a París, donde
estaba la casa y la familia del muerto, mas casi moribundo y
exánime de una tremenda cuchillada. Pasado algún tiempo, y
curado el perro, llevó a la selva de Bondy a un hermano del
difunto, y escarbando con pies y manos le hizo ver su sepultu-
ra. Yendo un día por las calles de París arremete el perro fu-
riosamente contra un caballero llamado R. Macaire, a quien
costó sumo trabajo salir de entre las garras y colmillos. Pocos
días habían pasado, y se repite igual encuentro y acometida. El
caballero Macaire quéjase ante un juez de aquellos dos ataques,
a su juicio, inmotivados; pero el hermano del difunto Aubry
acusa al citado caballero de robo y asesinato. Como todavía do-
minaban las formas bárbaras del derecho de la edad media, se
apeló al llamado Juicio de Dios. El lugar elegido para el com-
bate fué en la isla de Nuestra Señora, hoy de San Luis, usando
el caballero un fuerte bastón y el perro sus garras y dientes,
con un tonel desfondado por ambos lados para guarecerse de
los ataques del adversario. Al principio el caballero Macaire
llevaba de su parte la ventaja, habiendo logrado, más de una
vez, aturdir y acorralar al perro que lo hubiera pasado mal sin
el socorro del tonel. Pero cuando el animal parecía ya vencido
y la cuestión casi terminada, súbitamente salta al cuello del ca-
— 150 —
ballero Macaire, quien, viéndose ya perdido, confiesa su cri-
men. » Añade el narrador que de este hecbo se compusieron
canciones, y hasta una obra teatral titulada : Ul perro de Mon-
targis.
El curioso lector que desee datos más precisos de duelo tan
singular, puede consultar el tomo VI, página 993, artículo
Aubry de IMontdidier, de la Enciclopedia universal de Espasa,
y el tomo XXXVI, página 409, artículo Montargis, de la mis-
ma obra.
Al principe de Orange, Guillermo, el Taciturno, salvóle la
vida en cierta ocasión un perrito faldero, tanto que en varias
estatuas aparece a los pies del príncipe el perro histórico.
Los historiadores cuentan el hecho del modo siguiente :
« Las tropas del de Orange habían puesto sitio a Mons, en sep-
tiembre de 1572. El general Romero, que mandaba las fuerzas
sitiadas, concibió el atrevido proyecto de apoderarse del prín-
cipe, y con tanto sigilo atravesaron las líneas enemigas que los
soldados dormidos no se dieron cuenta del peligro. Sólo lo ad-
virtió el perrillo, y como ladrara furiosamente sin que su dueño
se despertara, se le subió a la cabeza y comenzó a arañarlo con
violencia. El de Orange comprendió al instante el riesgo en que
se encontraba, y aprovechando la obscuridad de la noche logró
ponerse en salvo. »
Para apreciar en toda su grandeza la fidelidad del perro de
la infortunada María Estuardo, bastará copiar un párrafo de
una carta dirigida a Isabel de Inglaterra por lord Burghley.
Dice así :
« Al quitarle los verdugos las ligas encontraron oculto entre
las faldas al perrito, y de allí hubieron de sacarle a la fuerza;
pero el animal, sin querer separarse de su dueña, se colocó en-
tre la cabeza ya separada del tronco y el resto del cuerpo, de
donde le sacaron ensangrentado, y tuvieron que lavarle lo que
no se hizo con las ropas de la reina que no fueron lavadas. »
Como rasgo de instinto maravilloso, puede citarse el de Be-
vis, el perro favorito de sir Henry Lee. Tenía este noble un
criado italiano, y si bien el animal dormía fuera de la casa, en
una perrera, una noche el mastín al ver que su amo se iba a
acostar lo siguió hasta su habitación. Como de ésta se le echa-
— 151 —
ra, comenzó a arañar la pared con violencia, acabando Mr. Lee
por permitirle que aquella noche durmiese Beris en su habita-
ción. El animal se echó debajo de la cama. Pasada media no-
che, un ruido extraño despertó al caballero, quien, prendida la
luz, vio que el criado estaba tendido en el suelo bien sujetado
por el corpulento mastín. Sometido el infiel sirviente a un in-
terrogatorio, acabó por confesar que se proponía, al entrar en
el dormitorio de Mr. Lee, matarle y robarle.
De Moiloff^ perro del desgraciado duque D'Enghien, se cuen-
ta que en el momento de ser éste fusilado, costó trabajo sepa-
rarlo de su lado, tanto que el pelotón de soldados encargado de
cumplir la sentencia, titubeaba porque el duque procuraba ale-
jar de sí al cariñoso can. Cumplida la terrible condena, el des-
tacamento se retiró a las tres de la madrugada del fúnebre lu-
gar, no así Moiloff, que olía la sepultura y gemía tristemente.
Al día siguiente una alma caritativa logró recoger al pobre
can, medio muerto de hambre, de frío y de pena, alejándolo de
la tumba de su dueño.
Lord Byron honró la memoria de su perro Boatstcain (1), es-
cribiendo este epitafio, que es el elogio más cumplido que se
ha hecho de tan simpático animal :
« No lejos de aquí están depositados los restos de uno que
poseyó belleza sin vanidad, fuerza sin insolencia, valor sin fe-
rocidad y todas las virtudes de un hombre sin vicios. Estos elo-
gios, que quizá pareciesen adulación, si estuviesen inscritos
sobre humanas cenizas, son justo tributo a la memoria de Boats-
icain, perro nacido en Terranova, en mayo de 1803 y muerto en
la abadía de ÍTewstead el día 18 de noviembre de 1808. »
- De Barry^ que siguió a Napoleón en el paso de los Alpes, se
cuenta que salvó la vida a cuarenta y una personas, pereciendo
a la mano de la última que en la obscuridad de la noche lo tomó
por un lobo. Y ya que de Napoleón se ha hablado, bueno es re-
cordar al perro Moustache, a quien el emperador concedió la
cruz de la Legión de Honor por haber rescatado de manos de
un oficial enemigo la bandera de su regimiento.
(1) El mismo Lord decía : « cuanto más trato a los hombrea, más quiero
a mi perro. »
— 152 —
Hablemos ahora de perros españoles, acortando todo lo posi-
ble para no abusar de la ajena paciencia.
Amadis, nombre del famoso y fiel caballero, fué popular en
España allá por los siglos xiv y xv, no debiendo sorprender,
por lo tanto, que se aplicase a los canes que, a la postre, son
modelo de fidelidad. Que mi afirmación no es aventurada, se
comi)rueba con sólo recordar que en la lápida que cierra la tum-
ba de Lorenzo Suárez de Figueroa, fallecido en 1409, hay es-
culpido un perro en cuyo collar se lee : Amadis.
Mas, no es de éste de quien quiero hablar, sino de otro Ama-
dis, del cual cuenta maravillas Juan de Castellanos en sus Ele-
gías de varones ilustres de Indias, parte II. Su fino olfato le per-
mitía descubrir a los indios, y su pujanza, cual de fiero lobo, era
irresistible. Murió, al fin, asaeteado por los nativos.
De este perro dice el citado Castellanos que :
Llamábase Amadis. \ fué más fiero
que el otro fabuloso caballero.
Argote de Molina nos refiere, en su Discurso sobre el libro de
la Montería, que había un perro por demás guerrero. Pero oigá-
mosle :
« En la ciudad de Baeza es cosa muy notoria el can de Día
Sánchez de Carvajal, cuya era la villa de Jodar, llamado Maho-
ma, que ganaba sueldo en la frontera de Granada como un jine-
te gran batallador contra moros. »
Otro perro famoso es el de Alba, de quien se refiere, en popu-
lares coplas, que se la tenía jurada a todos los judíos de su pue-
blo, Alba de Tormes, al extremo de perseguirlos y morderlos
sin piedad.
Los damnificados se presentaron al juez pidiendo la prisión
y muerte del belicoso jjerro. El juez no tuvo reparo en conde-
narle, lo que quiere decir que de las dos partes contendientes
sólo se escuchó a una; pero es el caso que cuando llevan el can
a ahorcar, se les escapa, o algún cristiano facilitó la fuga, y se
fué a Oviedo donde murió de pestilencia.
De estas coplas que se conservan en la Biblioteca nacional
de Madrid en pliego suelto rotulado : « Este es el Pleito de los
indios con el perro de Alba, y de la burla que les hizo; nuevamen-
— 153 —
te trohado por el Br. Juan de Trasmiera, residente en Salaman-
ca, que hizo a ruego y pedimento de un señor », sólo conozco
el siguiente fragmento que publican Sclievill y Bonilla de San
Martín, en una de las notas que figuran en el tomo lY de las
Ohras completas de Cervantes, página 200 (edic. de 1918):
Nos los que paz deseamos
la noble aljama y caal,
contra xin perro natural
desta villa nos quejamos,
y a vos, señor, demandamos
le colguéis de la picota,
porque nos muerde y destruye:
nunca de nosotros huye,
y nos trae al estricota.
Tan ramplonas son las coplas, que dieron lugar a que con la
frase: Las coplas del perro de Alba, se significara cosa de poco
valor. El erudito Puyol y Alonso, en su edición de La picara
Justina, dice que de ellas nacieron las locuciones: «no lo esti-
mo en las coplas del perro de Alba » y « no se me da las coplas
del etc. ». Xos participa, también, que por aquel tiempo se de-
cía : « Ir o venir por flores al perro de Alba», y lo prueba con
estos versos de la Mojiganga de Roxillas :
¡Toma, qué manda!
eso es venir por flores
al perro de Alba.
Cervantes, en la elección de los Alcaldes de Daganzo, escribe :
En ella tiene
del antiguo y famoso perro de Alba
todas las coplas, sin que letra falte.
Quiñones de Benavente en su Entremés de la Constreñida
pone los siguientes versos en boca de un personaje :
Se casó con Aldonza de Torralba
en tiempo del insigne perro de Alba.
Si las anteriores citas son suficientes para probar no sólo la
nombradía del perro, sino la popularidad de las coplas, las tres
— 154 —
que siguen servirán para patentizar la fama de bravo que había
adquirido aquel animal :
¡ Qué linda flor de malva !
¡Que no os luiieida! ¿Soy yo el perro de Alba?
(Quiñones do Benavente, Entremés de los dos
alcaldes encontrados.)
De perro de Alba le dan
renombre los que le han visto.
tan bravo, enojado y listo
con los que van de Almazán.
(Tributo de César ])agado a César, etc., pu-
blícalo Santiago Alvarez Gamero.)
Pues me dais
segunda naturaleza,
y soy negro, y alba aoy,
corrido de vuestras perlas,
el perro de Alba seré
de las escuadras flamencas.
(Andrés de Claramonte, El valiente negro
en Flandes.)
De otro perro célebre he de hacer mención, irritado de veras
conmigo mismo por no haber podido dar con su nombre. Su ce-
lebridad estriba no tanto en su valentía cuanto en haber sido
el único perro que muriera públicamente a manos del verdugo.
El hecho ocurrió allá por los años 1765 ó 176C.
Parece que a la nueva plaza de la villa y corte de España,
inaugurada en 1749, concurrió en fiesta solemne un espectador
con su perro. Bravo el animalito, en cuanto vio al toro en el
redondel, allá se fué, y como era de los llamados de presa, en
serio aprieto puso al cornúpeto. Entre los silbidos de unos, por-
que el incidente retrasaba la corrida, y los aplausos de otros, al
simpático y valiente can, el señor corregidor de la villa, que lo
era don Francisco de Lujan, dispuso que en el acto se prendiese
al perro atropellador, y allí mismo, a la vista de todos, fuese
ahorcado por mano de verdugo.
Crueldad tan poco común, y sobre todo pena tan injusta, pues
— 155 —
8i alguien merecía ser castigado no era el perro, sino su dueSo,
dio lugar a que la musa popular, y aun la erudita, se cebase con-
tra ese señor corregidor, circulando, primero de boca en boca y
luego en pliegos de cordel, Varias poesías hechas contra don
Francisco de Jjujíhi, por haber mandado ahorcar un perro en una
fiesta de toros. Dice F. Pérez y González, a quien sigo en esta
parte, que por aquellos días se oía cantar a todas horas :
Bueno Madrid estás,
con nn perro menos
y un burro nián.
Ya se supondrá quién era el burro, a quien llamaron también
« Pilatos de los perros », « Corregidor de presa », « Juez de las
perrerías » y « Mataperros y pelagatos ».
De las varias poesías que el mentado autor nos da a conocer,
me limitaré a copiar el siguiente soneto, en que « despídense
los perros del oficio», colocándose, sin duda por distracción, la
coma, no después del apellido del señor corregidor, sino antes :
Señor corregidor, desde que ha habido
fiestas de toros en la insigne España
hubo perros de presa, cuya saña
sujetó de los toros lo atrevido.
Hasta aquí entre nosotros se ha tenido
por ejercicio noble aquesta hazaña ;
pero ya el ejemplar nos desengaña
que es oficio muy ruin, muy abatido.
Antes era el valiente muy honrado ;
mas pues ya es el valor abatimiento,
el oficio, señor, hemos dejado.
El ejemplo nos sirve de escarmiento,
y pues ningún borrico ha muerto ahorcado,
más vale ser, señor, Lujan jumento.
Ya, al hablar de los perros de guerra, apunté la idea de lo
útiles que fueron estos animales a los conquistadores de Amé-
rica. Sin entrar en grandes detalles, ya que no hay tiempo para
ello y el asunto merece un libro, me limitaré a copiar unas
— 156 —
líneas de las conocidas Décadas de Antonio de Herrera (1). Al
mentar a Becerrillo, en la década I, libro VII, capítulo XtlI,
dice lo siguiente :
«Juan Ponce ... tenía hombres rauy valientes, y que en mu-
chas batallas y reencuentros hicieron cosas maravillosas en que
no les ayudó poco el j)erro Becerrillo, que hacía en los indios
estragos admirables y conocía los que eran de guerra y los de
paz, como si fuera una persona; por lo cual temían más los
indios de diez castellanos con el perro que de cien sin él, y por
esto le daban parte y media de lo que ganaba como a un balles-
tero, así de oro como de esclavos y otras cosas, y lo cobraba su
amo. Dijéronse cosas notables de este perro, y entre ellas fué
que habiendo acordado de echar una india vieja a este perro, el
capitán la dio una carta para que la llevase a ciertos castellanos
que estaban cerca de allí. La india tomó la carta, y en saliendo
de entre la gente, la echaron el perro, y viéndole ir sobre ella
tan feroz, sentóse, y hablando en su lengua, mostrábale la carta
diciendo : « Señor perro, yo voy a llevar esta carta a los cristia-
nos, no me hagas mal, perro señor » ; porque los indios truecan
las palabras. Paróse el perro muy manso, y comenzóla a oler, y
alzó la pierna y orinóla, como lo suelen hacer los perros a las
paredes, de que los castellanos quedaron admirados (2). »
Perro tan útil, más que útil, necesario, fué muerto por los
indios caribes, con el natural disgusto en los conquistadores, si
bien dejó descendencia digna de él, pues su hijo Leoncillo emuló
las glorias del padre y fué, como él, eficaz cooperador de los
castellanos en las exploraciones del itsmo de Darien. Ko logró,
como su padre, que se le nombrara capitán en el mismo campo
de batalla, ni que las tropas desfilaran ante él rindiéndole los
honores debidos a su valor, pero sí obtuvo paga y ración de sol-
dado hasta que murió asaeteado por los indios. Hay historiador
(1) Hernández de Oviedo noa brinda, también, con muchos detalles refe-
rentes a tan bélico ejemplar de la raza canina.
(2) Vargas Machuca, en su Milicia indiana, nos habla de « falconetes y
perros amaestrados que olían a distancia a los indios y los buscaban en los
escondrijos ».
Véase también Ulloa, Viaje al Perú, libro VI.
— 157 —
que asegura que entre LeonciUo y los perros que capitaneaba
habían estrangulado cerca de dos mil indios.
En más modernos días, en la guerra de 1860 entre España y
Marruecos, se distinguió por su viva inteligencia un perro :
Falomo.
Pertenecía a un soldado del batallón de Cazadores de Baza.
Se embarca la tropa hacia Málaga, prohibiéndose en absoluto
la entrada de perros en el buque. Queda Palomo en la capital
catalana, pero a los pocos días de estar el batallón en Málaga,
aparece allí el perro. ¿ Cómo fué ? Nadie lo supo. Sale la tropa
para África y otra vez el soldado tiene que separarse de su
perro : han pasado no ya días, semanas, cuando una noche que
el batallón vivaqueaba en las inmediaciones del serrallo, y el
recluta se disponía a dormir, oye que arañan la lona de la tienda
de campaña y a los pocos momentos el perrillo, loco de alegría,
cae sobre su amo.
José Puiggari, uno de los biógrafos de Falomo, al describir
a la ligera lo narrado, verdaderamente asombroso, pues entre su
amo y él estaba el mar por medio, dice que « pone muy alta la
sagacidad del perro en cuestión ».
Se cuenta que un día caj^eron todos los servidores de una
pieza de artillería, aproximándose los moros para apoderarse
de ella, visto lo cual por Palomo, saltó sobre la cureña y tuvo a
raya el enemigo hasta que acudieron otros artilleros en reem-
plazo de los caídos.
Al regresar vencedoras las tropas a Madrid y con ellas Pal4>-
mo, que había perdido en la guerra su primer amo, fué aclamado
por el pueblo, cubierto de flores, y su retrato publicado en los
periódicos ilustrados de la época.
¿ Quién de mi generación, viviendo en España, no ha cono-
cido siquiera de oídas al perro Paco f
Este animal se hizo célebre en Madrid allá por los años del
1880 al 82. Asistía a funciones de teatro y a corridas de toros,
aullando cuando el público silbaba, y ladrando alegremente
cuando las gentes aplaudían. ]S"o tenía dueño, y como su punto
fijo era la entonces estrecha calle de Sevilla, todo Madrid lo
conocía.
Su última gracia fué entrar en el Congreso, produciendo risa
— 158 —
en cuantos diputados lo conocían, hilaridad que se aumentó
cuando, al entrar un célebre jefe de partido, el perro se puso a
ladrar furiosamente, liasta que lograron expulsarlo del sagrado
recinto de las leyes.
Fué muerto este perro bohemio y libre, el 21 de junio de
18S2, de una estocada que le dio el espada, porque en plena
lidia se interponía entre el matador y el becerro.
Un armero de la plaza, admirador del perro Paco, se lo llevó
muerto a su casa y lo mandó disecar.
Aún pudiera hablar, tomando pie de las coplas de Mingo Ke-
vulgo, en las que se lee :
Está la perra JustiUa
que viste tan denodada,
o bien de
La otra perra Ventadora,
pero bueno es saber, y con ello economizo comentarios, que Jus-
tiUa, es vocablo corrompido, por Justicia, y la Ventora, o venta-
dora, simboliza la Prudencia, lo que vale asegurar que tales
nombres no se refieren a perros determinados.
Este capítulo hubiera podido ser más nutrido ; pero, ¿, para
qué ? Si « para muestra basta un botón », esto que es una boto-
nadura, prueba cuan inteligente es el can, con cuánta razón se le
ensalza, y lo mucho que aún podría decirse en pro de él si no se
temiera, más que la propia, la ajena fatiga.
EPILOGO
Creer quiero, benévolo lector, que si tuviste tiempo y pacho-
rra para recorrer las páginas de este libro, habrás apreciado,
sino la competencia y erudición de su autor, siquiera su pacien-
cia, rayana casi en heroicidad. Mas, seguro estoy de que tu
admiración se elevará aún a mayor altura si sabes, que para no
abrumarte, he desechado no poco material recogido.
Quería seguir a,\ perro a través de la historia militar y litera-
ria de mi patria ; ansiaba probarte, con documentadas pruebas,
— 159 —
cómo vence al hombre en fidelidad y abnegación; deseaba con-
vencerte de que el llamado enfáticamente rey de la creación,
muéstrase a veces i)equeno al lado de animal tan perspicaz e
inteligente; pero, lo repito, enfrené mi entusiasmo y archivé
noticias y apuntes, para no dar a este librejo desmesuradas pro-
porciones.
Si, lo que no es probable, esta Perrología alcanzare el favor
del público, y Dios, en su bondad, alargase aún algunos años
mi vida terrena, daría a luz una segunda 'parte, tendente a de-
mostrar, como la primera, que el perro es el animal de la crea-
ción más digno de estudio, y que no es tiempo perdido el em-
pleado en aventar sus méritos y asolear sus virtudes.
De mí, te diré que desde la más temprana edad ladró perro
en mi hogar, y que en no pocas ocasiones las caricias perrunas
lograron hacerme olvidar las ingratitudes humanas. Dios te
libre de Xsi,^ perrerías de los hombres que con las dentelladas de
la calumnia destrozan la honra ajena, y te dé a gustar las cari-
ñosas xjerrerías de los canes, amigos fidelísimos del hombre.
Buenos Aires, octubre de 1922.
CAN Y PERRO
Probable es que algún lector, por pasarse de listo, sonría y
diga para su coleto : «Sí; olivo y aceituno, todo es uno », o lo
que es lo mismo, «perro y can, es igual ».
Mas, a este lector, después de loar la rapidez de su fallo, le
leería con cierta pausa, deteniéndome en las dos últimas pala-
bras, los versos siguientes de Juan de Mena :
Dar nueva lumbre las armas y hierros,
ladrar sin herida los canes y perros,
¿ Por qué el poeta no substituyó la copulativa por la conjun-
ción disyuntiva o? Pues, porque de hacerlo hubiera hecho sinó-
nimas palabras que si lo son hoy, no lo fueron antaño.
— 160 —
De que peno y can no eran sinónimos en otro tiempo, lo de-
muestra no sólo el transcrito verso, sino el siguiente refrán,
registrado por el Comendador Griego : « dos perros a un can
mal trato le dan », refi'án que se reformó luego diciendo « dos
gozques a un can mal rato le dan » .
Asegura Galindo y Vera en su erudita obra Progreso y vici-
situdes del idioma castellano, que en España se usaba la palabra
can hasta fines del siglo xiv o principios del siglo xv en que se
introdujo la de perro; y después de transcribir los dos versos,
ya copiados de Mena, agrega : « Quizá con esta última palabra
— perro — se designarían los jjcrros de ciertas razas, y con la de
canes los de otras; pues, de lo contrario, parece una redundancia
decir que ladrarían los canes y los perros, es decir, los perros y
los perros. »
Afirma Galindo y Vera, que Mena es el autor que primero
empleó la palabra perro.
Conviene recordar, para apreciar lo que luego diremos, que
el celebrado autor del Laberinto floreció en el siglo xv (1411-
1456).
Veamos lo que hay de cierto en tales afirmaciones.
Comencemos por asentar una verdad perogrullesca : can es
una voz sabia, perro es un término vulgar. Basta fijarse un po-
co para notar que son cultas todas las palabras derivadas de
can, y vulgares las que proceden de perro.
La palabra culta fué cdne en castellano antiguo, italiano y
rumano; can en castellano, gallego y provenzal; en portugués,
cao; en francés, chien; en albanés, hjen; todos proceden del la-
tín canis.
Circunscribiéndonos a lo que nos interesa, digamos con Mar-
tínez Marina, que no hay documento castellano antes del año
1140, y que los más antiguos que conocemos son los romances
Los tres reis d'Orient, El misterio de los reyes magos, La vida
de Santa María egipciaca, La crónica o leyenda rimada de las
mocedades del Cid, y el poema del Mío Cid.
Antes de pasar adelante, enterémonos de lo que al respecto
dice el Diccionario de Autoridades, en su tomo II, página 103 :
« Can : Lo mismo que perro. Es voz antigua, que sólo se conser-
va en Asturias, Galicia y algunas otras partes, y entre los poe-
— 161 —
tas. En todos los libros antiguos es común, porque se conocía
poco la voz perro. Viene del latín canis que significa esto mis-
mo. Chron. Gen., folio 176. Abondaba aquesto de la crueza de
los bárbaros, que tomaban los canes, é las otras bestias bravas,
que son duclias de comer. F. L. de Gran I. Capítulo 14-4. Ya
que la necesidad del mantenimiento nos obligó a tratar de los
canes, añadiré aquí otra cosa... Gong. Poliphem : El silencio
del can siga, o el sueño. »
Tratemos ahora de fijar, en lo posible, la época en que apare-
ció, no en labios del pueblo, sino en la literatura castellana, la
palabra perro, señalando antes las obras en las que se lee la
voz can.
— Ganes traydores, dícese en el cantar de Mío Cid, año
1140 (?).
— Gonzalo de Berceo, 1198-1264 : En manera de can firien-
do colmelladas. — Milag. 470 : En cosiment de canes quando
iaz el christiano, S. D., 356; Ca clamaban los canes ereges e
arlotes, S. D. 648. Más rabiosos que carniceros canes. Duelo 39.
Este mismo autor, en el último verso de la copla 39, escribe :
« Dieronli mal brebaio como malos e chañes. »
Al dar con la voz subrayada, dice Tomás Antonio Sánchez :
« Acaso é chan, tomado de chien, que en francés significa perro. »
Véase la voz chan en el VocaMilario.
— En el Fuero Viejo de Castilla, 1222 (?) se habla del can.
En el Fuero Juzgo, 1241 {% libro VIII, título IV, leyes XIX
y XX se emplea la palabra can.
En el libro de Alexandre, 1250, se lee :
Tu feziste el enxieuii)lo que fizo la cordera
que temió los canes, exió de la carrera. Est. 1618.
Del fuero de Soria, siglo xv, copio : «El que cacare con anes
o con canes».
El marqués de Santillana, 1398-1458 : « Afalagando sus ca-
nes»; y en otro pasaje : «e con sus canes e redes».
Gómez Manrique, 1412 (!) 1490 (?), ^jí.s,Ví Exclamación e que-
rella de la Gobernación, escribe :
Los puercos, que van sin canes
pocos matan las armadas.
— 162 —
Juan Alonso de Baena, 1445, dijo :
E si ay canes de grant ladradura.
Eetrocedamos, pues ya hemos llegado desde la mitad del si-
glo xn a igual período del siglo xv, y averigüemos quiénes em-
plearon la voz perro.
En el Libro de la Montería, atribuido a Alfonso XI, que rei-
nó de 1312 a 1350, en la parte I, se liabla de canes : sabuesos,
alanos, de busca, de levantar, maestro, de correr, lebreros y mas-
tines, y de perra preñada, con lo que parece demostrar que tie-
ne en más estima al macho que a la hembra.
En el capítulo XXXVIll, y nótese cómo establece diferen-
cias, se lee : « Et desde que fueren de un año, si fuese 2)erra que
la lleven a monte, e si fuere oan que lo atiendan, que non lo lle-
ven a monte fasta que haya año y medio. »
Y en el capítulo XLI dispone : « De lo que deben facer a las
perras cuando non pudieren parir. »
Sin embargo, desde el capítulo XV de la parte II, comienza
a emplear la voz perro, aunque pocas veces.
El infante don Juan Manuel, 1335, en su El conde Lucanor,
estampa las voces perro y alano.
En la Crónica rimada del Cid, 1340 (?), verso 274, se habla
de un sitio llamado «Val de perro ».
El Archipreste de Hita, 1343, emplea las palabras perro, mas-
tín, alano y galgo.
Alonso Martínez de Toledo, 1398-1470, en su monumental
Corbacho, emplea la voz.
Juan de Mena, 1411-1456, ya citado al principio.
Páez de Ribera, 1445 (?), usa la voz cuando escribe :
Mas comoj)«>TO farabriento.
En las Coplas de Mingo Revulgo, 1470, se puede leer :
Oja, oj a los ganados
y la burra con los perros.
(Copla IV.)
— 163 —
En La Celestina, 1499, de reinando de Eojas, se leen las ]}2í,-
labras 2>e''''o y perra.
Diego de Negueruela, 1550, en su farsa llamada Ardanusa
habla de perro, perrazo y perrazón.
Se usa igualmente la voz en la Crónica de don Alfonso XI,
1573 (?).
Y, finalmente, porque la enumeración resulta pesada, Vargas
Machuca, 1600, en su Milicia indiana, habla de falconetes y fie-
rros amaestrados que olían a distancia a los indios.
Las anteriores citas comprenden desde mitad del siglo xiv a
fines del xv.
Nos quedan por citar ahora los autores que promiscuaron,
esto es, que emplearon simultáneamente ambas voces.
El primero con quien tropezamos es el travieso Ropero de
Córdoba, Antón de Montoro, 1401-1480; le sigue el mencionado
Juan de Mena ; va en pos de ellos Alfonso de Falencia, 1456 a
1493, quien en su Batalla campal que los lobos y los perros ovie-
ron, usa la voz^en-o 70 veces y sólo 16 la palabra can ; puede
citarse después a Juan del Encina, 1469-1529, y por último la
Crónica del Cid, 1573 {%).
De este vano alarde de fastidiosa paciencia, se pueden dedu-
cir, suponemos, varias verdades, o sea, que la voz can fué em-
pleada siempre por los eruditos, antes de que su sinónima en-
trara a formar parte del acervo común del idioma; que la pala-
bra perro brota por vez primera de los puntos de la pluma
del infante don Juan Manuel, 76 años antes de que naciera
Juan de Mena ; y que lanzada a volar, de ella se apoderan las
crónicas y los autores populares, Juan Euiz, Martínez de Tole-
do, etc. ; así como los escritores que simultanean ambas palabras
prueban la vacilación reinante desde priucipios del siglo xv en
el mismo pueblo antes de arrumbar la voz erudita substituyén-
dola por la vulgar.
Bien se nota esta lucha en el Refranero español, reflejo no sólo
del alma hispana, sino de la riqueza del idioma y de su evolución.
Bastarán tres ejemplos para corroborar nuestro parecer.
« Quien bien quiere a Beltrán, bien quiere a su can», refrán que
versificó Fernán Pérez de Guzmán en su La drotina que dieron
a Sarra, escribiendo :
11
— 164 —
ca quien de beltráu fuere amador
siempre a su can avra bneu araor.
refrán que el pueblo reformó en seguida, diciendo :
«Quien bien quiere a Beltrán, a su perro le da pan», idea
que recordamos haber leído expresada de esta manera :
Al 'perrillo de Fabio
Flora hace fiestas ;
si esto hace con el perro
¿ con él qué hiciera ?
Y de esto infiero,
que quien quiere al perrillo
bien quiere al dueño.
El segundo refrán a que nos referimos, dice :
« Los canes de Zorita, no teniendo a quien morder uno a otro
se mordían», registrado en el Diccionario de Autoridades. El
pueblo lo cambió pronto, si respetando el concepto, variando la
forma. Véase :
« Los perros de Zorita no teniendo a quien morder, uno a otro
se mordían ».
« Los perros de Zorita, pocos y mal avenidos. »
« Los perros de Zorita, pocos y mucha grita », y
« Como los perros de Zorita, que cuando no tienen a quien
morder se muerden unos a otros. »
El último ejemplo demostrativo de nuestro parecer es el si-
guiente :
« El can con rabia de su dueño traba », refrán que ofrece las
variantes que van a leerse :
« Can con rabia, a su dueño muerde. »
« Can con rabia, de su amo traba. »
« El perro con rabia, a su amo muerde. »
Refrán que Macías, el Enamorado, versificó así :
Can rabioso e cosa braba
de 8U señor sé que traba.
como romanceándolo dijo el Archipreste de Hita en su Cantiga
de los clérigos de Talavera :
— 165 —
Porque suelen desir que el can con grand agosto
eli con rabia de la muerte a su dueño traba el rostro.
Si hubo algún lector que con teresiana paciencia haya leído
este trabajillo tan sin miga y sin substancia, se Labra conven-
cido de que nosotros, ante el universal desquicio, aún no termi-
nado, a pesar del tan discutido tratado de Versalles, en vez de
<^ darnos a perros» en sentido figurado, hemos preferido «dar-
nos a perros » en el recto sentido de la frase, ya que suele ser a
veces menos molesto el ladrido de los canes que los gritos de
odio del animal llamado hombre.
Octubre de 1919.
Ricardo Monner Sans.
NÓMINA DE LOS AÜTORKS DE QUIENES SE HAN RECOGIDO NOTICIAS
O SE CITAN PÁRRAFOS DE SUS OBRAS
Acosta, P. José, 49, 65, 84.
Adeline, J., 37.
Albrecht, Osear, 6.
Alcázar, Baltasar del, 4, 28, 30, 106.
Alcibíades, 118, 148.
Alejandro Magno, 148.
Alemán, Mateo, 2.5, 35, 47, 62, 88,
90.
Alfonso XI, 8, 10, 16, 162.
-^onao de Herrera, Hernando, 34.
Alvarez, A., 60.
Alvarez Gamero, S., 154.
Alvarez de Villasandino, 18, 61.
Archipreste de Hita, 17, 18, 27, 34,
35, 39, 91, 103, 136, 140, 162,
164.
Argeusola, B. L., 14, 64.
Argote de Molina, 11, 18, 31, 42,
44, 105, 152.
Aristóteles, 148.
Arona, Juan de, 23, 138.
Aubry de Montdidier, 150.
ATellaneda y Guerra, 89.
Ávila, Luis de, 4.
Baena, Juan Alonso de, 162.
Balari y Juvany, 8.
Baraibar, Federico, 71.
Baroja, Pío, 66.
Barón de la Vega de Hoz, 59.
Barón de Vaux, 12.
Bastús, J. V., 80, 81, 105, 124, 147.
Berceo, Gonzalo de, 17, 56, 63, 161.
Bonilla y San Martín, A., 20, 153.
Borao, Jerónimo, 68.
Borole, Juan, 88.
Bretón de los Herreros, 66, 80, 95.
Bnffon, 33.
Byron, Lord, 151.
Cabrera, Fr. Alonso de, 147.
Cabrera, Ángel, 9, 44.
Calderón de la Barca, 61, 81.
Campillo, Narciso, 10, 121, 149.
Cáncer, Jerónimo, 58.
Casas, Bartolomé de las, 30.
Casas, Cristóbal de las, 19.
Castellanos, Juan de, 152.
166 —
Castillo Solórzano, 46, 47.
Castro, Adolfo de, 103.
Castro, Guillen de, 133, 134.
Castro, Mauuel de, 3.
Cejador, Julio, 6, 19, 36, 37, 60,
72, 101, 112, 114, 120, 121, 143.
Cetina, Gutierre de, 4.
Claraiuonte, Andrés de, 103, 154.
Cleniencíu, Diego, 27, 59, 88, 129.
Colón, 30.
Cortejón, Clemente, 81, 146.
Correas, Gonzalo, 29, 59, 63, 72,
75, 76, 77, 78, 82, 83, 85, 93,
97, 99, 102, 104, 106, 107, 110,
111, 112, 113, 114, 122, 124, 129,
130, 131, 132, 139, 140, 142, 145,
147.
Costa Alrarez, A., 6.
Costa, Joaquín, 8.
Cotarelo y Morí, 89.
Covarrubias, 8, 16, 19, 20, 25, 26,
28, 31, 32, 33, 40, 53, 54, 56, 57,
58, 59, 71, 74, 80, 99, 101, 116,
129.
Cruz, Kamón de la, 45, 95.
Cubillo de Aragón, 134.
Cuervo, Rufino J., 139.
Cuveiro, Pinol, 50.
Cnvier, 50.
D'Enghien, duque, 151.
Diez, Federico, 33.
Echegaray, Eduardo, 7.
Encina, .Juan del, 53, 163.
Enrique Gómez, A., 95.
Ercilla, Alonso de, 78.
Espinel, Vicente, 19, 29, 88, 133.
Espinosa, 45.
Estuardo, María, 150.
Fernández, Lucas, 69.
Fourrier, Octavio, 43.
Funes, Diego de, 32, 40.
Galindo y Vera, 8, 114, 160.
García, Coronel, 32.
Garcilaso de la Vega, 59.
Gherardin, 19.
Gómez de Cibdarreal, 46, 55, 104.
Gómez, Manrique, 161.
Góngora, Luis de, 31, 32, 46, 49,
90, 133.
González del Castillo, Juan, 143.
Gracián, B., 48.
Granada, Daniel, 21.
Granada, Fr. Luis de, 25, 32, 39,
42, 45, 47, 54, 161.
GueTara, Antonio de. 33.
Guillermo, el Taciturno, 150.
Gutiérrez de la Vega, José, 13, 16.
Hartzembusch, J. E., 100.
Herrera, Antonio de, 156.
Hojeda, Diego de, 64.
Homero, 148.
Hurtado de Mendoza, D., 4.
Infante, D. Juan Manuel, 162.
Jauer, Florencio, 38.
Jenofonte, 9.
Jovellauos, G. M. de, 65.
Justina, La Pícara, 25.
Kearton, Mr. Clierry, 26.
Knapp, 7.
Lafuente, Modesto, 25.
Lamartine, A., 88.
Lanchetas, Rufino, 22.
Larra, M. J. de, 61.
Lecauda, 123.
Lee, Sir Henry, 150.
Leiva, Francisco de, 73.
Lenz, R., 127.
Letamendi, José de, 72.
Linné, 9.
Lope de Rueda, 79.
Lope de Vega, 4, 19, 27, 52, 53, 55,
59, 70, 107, 139.
López de Mendoza, Iñigo, 76, 79, 80,
83, 103, 119, 121, 145, 146, 161.
López de Yaaguas, Hernán, 115.
Luciano, 4.
Lujan, Francisco de, 154.
Malara, Juan de, 81, 98, 100, 129.
Marroquín, José M., 71.
Marques, Fr. Juan, 49.
167 —
Martínez del Espinar, 11, 14, 16,
24, 59.
Martínez de Toledo, 162.
Martínez Gayoso, B., 38.
Martínez Marina, 160.
Maura, Gabriel, 11, 42.
Membreño, Alberto, 45.
Mendoza, Antonio de, 95.
Mexía, Pedro, 4.
Medina, J. Toribio, 87.
Meira, Juan de, 159, 162, 169.
Menéndez y Pelayo, 63.
Mérimée, 108.
Mir, P. Juan, 45, 50.
Mira de Mescua, 148.
Moliere, 108.
Monlau, Pedro F., 28.
Moutargis, 149.
Montoro, Antonio de, 122, 163.
Montoto, Luis, 89, 101, 119, 125,
148.
Moratín, L. Fernández de, 81, 89.
Moratín, N., 4, 23, 41.
Moreto, Agustín, 95, 108.
Mugica, Pedro de, 7, 29, 93, 132.
Napoleón I, 151.
Nansen, doctor, 24.
Negueruela, Diego de, 163.
Nieto de Molina, 4, 11, 22, 31, 32,
66, 67, 70, 96.
Nirenstein, Mauricio, 36.
Núñez, o Comendador Griego, 74,
79, 80, 81, 82, 83, 85, 86, 90, 92,
96, 97, 98, 100, 101, 103, 105,
• 106, 107, 109, 110, 126, 129, 130,
132, 134, 147, 160.
Oppiano, 10.
Orozco, Sebastián de, 88.
Ovidio, 4, 10.
Oviedo, H. de, 30, 55, 156.
Palacio, Manuel del, 146.
Palacio Valdés, A., 78.
Falencia, Alfonso de, 146, 163.
Palmireno, Lorenzo, 83.
Pereda, José M. de, 117.
Pérez, A., 143.
Pérez de Guzruán, F., 136, 163.
Pérez Escrich, E., 87.
Pérez Galdós, B., 139.
Pérez y González, F., 155.
Phoebus, Gastón, 16, 41.
Pineda, Juan de, 26, 28, 45, 48, 61,
62, 124.
Pisón de Vargas, 4.
Platón, 148.
Plinio, 51, 96.
Plutarco, 30.
Polibio, 30.
Polo, Jacinto, 27, 94.
Ponce, Juan, 156.
Puente y Ubeda, C, 112, 114, 130.
Puiggari, José, 157.
Puyol y Alonso, J., 153.
Quatrefages, 35.
Quevedo, Francisco G. de, 17, 20,
22, 25, 27, 29, 42, 46, 48, 49, 50,
58, 64, 67, 68, 69, 87, 95, 110,
128.
Quinto Curcio, 134.
Quiñones de Benavente, 19, 48, 153,
154.
Rato, Apolinar de, 70.
Rebolledo, 94.
Remlinger, M., 137.
Reyes, Alfonso, 37.
Rodríguez Marín, F., 75, 79, 88,
90, 139, 144.
Rojas, Agustín de, 4.
Rojas, Fernández de, 49, 163.
Rojas, Zorrilla, 143.
Rozan, Carlos, 108.
Rué, A. de la, 19.
Ruiz de Aguilera, V., 90, 91.
Ruy Páez de Ribera, 63, 162.
Salas Barbadillo, 18, 62, 88.
Salazar y Torres, A,, 44, 64.
Samaniego, F. M. de, 71, 118.
Sánchez, Tomás A., 36, 38, 56, 62,
161.
Sandoval, P. de, 95.
— 168 —
Sarmiento, D. F., 88.
Sarmiento, F. M., 38.
Sbarbi, 4, 74, 80, 82, 89, 100, 113,
119, 120, 121, 133, 142.
Schevill, Rodolfo, 153.
Salgas, José, 75.
Sócrates, 148.
Sotto, Serafín M. de, 60.
Strabón, 33.
Suárez de Figueroa, L., 152.
Sverdrup, 24.
Tallien de Cabarrús, 35.
Tangis Orrit, 7, 8.
Timoneda, Juan de, 101.
Tirso de Molina, 32, 70, 96.
Torres de Villarroel, 25, 27, 80, 83,
123.
Torres, Juan de, 29.
Tovar, C. R., 64.
Trasmiera, Juan de, 153.
UUoa, Antonia, 156.
Ureña, Rafael, 20.
Valdés, Juan de, 72, 104.
Valdivielso, J, de, 18, 101.
Vargas Machuca, 156, 163.
Varron, 10.
Viera, 52.
Villaviciosa, 4, 49.
Villegas, E. M., 3.
Virgilio, 10.
En mi rincón, año de 1922.
índice general
Introdiiccióu 3
Etimología 6
Castas y oficios perrunos 9
Vocabulario 15
Glosario de voces perrunas 45
Refranero 72
De algunos perros célebres 148
Epílogo 158
Can y perro 159
Nómina de autores citados 165
V^)
4-
H
o
-4-
O
Ti
U
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